Portada de 'La Unión Mercantil' con la noticia del incendio.

La cubierta, pasto de las llamas en 1922

fernando morgado

Lunes, 12 de diciembre 2016, 00:48

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La cubierta plateada que ahora corona el Palacio de la Aduana debe su brillo a las 7.000 placas de aluminio que han sido fabricadas específicamente para recuperar la antigua forma del tejado: cada una reproduce un grabado de una vista del edificio desde Gibralfaro. El diseño, idea de los arquitectos responsables de la reforma, ha sido registrado en la Oficina de Patentes y Marcas.

Fernando Pardo (1959) es arquitecto por la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid desde 1984. Allí consiguió el Premio Extraordinario Fin de Carrera. Su ideario se basa en el entendimiento de la arquitectura como una disciplina que trasciende lo técnico y se adentra en la experimentación, en lo intuitivo o interpretativo. En el ámbito cultural, ha sido responsable de las reformas del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, del Museo del Greco en Toledo y del Museo Arqueológico de Oviedo. Además, fue finalista en el concurso de reforma y ampliación del Museo del Prado. Recientemente ha sido ganador del concurso internacional para la recalificación de la Plaza de la República, Nuevo Teatro y complejo de Vía Ravasi en Varese (Italia).

El Palacio de la Aduana fue protagonista de una de las mayores tragedias del pasado siglo en Málaga. En la madrugada del 26 de abril de 1922, un incendio destruyó la cubierta del inmueble y se llevó por delante la vida de 28 de las 70 personas que vivían en él. Las causas nunca llegaron a esclarecerse. Las víctimas fallecieron asfixiadas o carbonizadas, y hubo algunas que incluso se lanzaron al vacío desde lo alto del palacio en un intento desesperado por escapar de las llamas. Las campanas de la Catedral despertaron a la ciudad a la mañana siguiente, y los periódicos, en su edición del jueves 27 de abril, se hacían eco de la catástrofe en sus portadas. En la prensa local se criticó duramente la actuación de los bomberos y las autoridades locales, que no supieron reaccionar ante el incendio que se declaró en la buhardilla de la Aduana y que se extendió con rapidez, pues tanto los techos como los suelos y la mayoría de los tabiques eran de madera.

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