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FRANCISCO GRIÑÁN
Lunes, 12 de diciembre 2016, 01:21
La historia del grito 'La Aduana para Málaga' no es fácil de contar. Entre otras cosas porque no es el relato de un movimiento capitaneado por un líder, sino que es el de un triunfo lento pero incansable apoyado por muchos héroes y heroínas con nombres y apellidos. Una reivindicación doble, la de una sede para el destronado Museo de Málaga y que ese cuartel general fuera el desaprovechado palacio de la Aduana, que se convirtió en una lucha compartida por asociaciones, movimientos, intelectuales, profesionales, empresarios, sindicatos y ámbitos académicos que se hicieron fuertes como sociedad civil y le marcaron el paso a los políticos. Una historia que es también la del consenso y la del interés común por recuperar un museo que ha permanecido 19 años embalado.
El origen de todo fue el desalojo del Palacio de Buenavista de la colección del Museo de Málaga en septiembre de 1997 para la reforma del inmueble y su conversión en Museo Picasso. La colección de Bellas Artes del desocupado centro expositivo pasó a almacenarse en el ático de la Aduana, por lo que en octubre el artista Rafael Alvarado y el entonces diputado en el Congreso José Luis Centella (IU) promovieron una reunión en el Ateneo. A ella acudieron Antonio Morales, presidente de esta ultima institución, y Mariluz Reguero, en representación de la Sociedad Económica de Amigos del País, ya que el entonces presidente, Vicente Granados, se encontraba de viaje. «Nos plantearon una protesta por el desalojo del Museo de Málaga y lo vimos claro, pero tanto el Ateneo como nosotros queríamos algo más ya que ambas pinacotecas -el futuro Museo Picasso y el Bellas Artes- tenían que coexistir», señala Reguero, que se quedó con la idea en la cabeza. Llegó a casa y se lo comentó a su marido, el pintor Eugenio Chicano, y el artista no tardó un segundo en lanzar una idea tan ambiciosa como loca: «Tenéis que pedir la Aduana para el Museo de Málaga».
El periodista, funcionario del Ayuntamiento de Málaga y miembro del Ateneo, Luciano González, vivió todo el proceso desde dentro y corrobora la aportación de Chicano que, en la primera reunión oficial en El Pimpi y con la presencia de colectivos que se sumaban a la iniciativa, fue propuesta por Mariluz Reguero y aprobada con el eslogan 'La Aduana para Málaga', al que el propio Chicano no tardó en dibujar el logotipo con esos ya familiares pinceles asomando por el techo del ahora museo.
La última gran batalla de la comisión ciudadana fue el empeño del Gobierno central y del Ayuntamiento (ambos entonces del PP) de separar el museo para mostrar la sección de Bellas Artes en el palacio de Cortina del Muelle y la de Arqueología en el convento de la Trinidad. Incluso, tras el triunfo de Zapatero en 2004, los miembros de la comisión tuvieron que convencer al Ejecutivo y demostrar que no había problemas de espacio en la Aduana. Los informes técnicos del ministerio decían lo contrario, por lo que la Subsecretaria de Administraciones Públicas, María Dolores Carrión, se desplazó a Málaga para ver in situ la Aduana. Lo visitó y dio la razón a la comisión.
La idea entusiasmó y, a principios de noviembre se realizó otra reunión en la Sociedad Económica, al que asistieron el presidente de esta entidad, Vicente Granados; el del Ateneo, Antonio Morales; el director del Museo de Málaga, Rafael Puertas; además de Reguero, González, Chicano y el arquitecto Salvador Moreno Peralta. «Allí se acordó comenzar con el boca a boca y la recogida de firmas, cada uno en su sector», explica el propio Luciano González, que añade que las adhesiones y las rúbricas fueron inmediatas y rápidas. Fruto de aquello fue la publicación en SUR el 3 de diciembre de media página de publicidad en la que se recogían más de un centenar de los nombres que ya apoyaban la iniciativa. «Encontrabas pintores, escritores, periodistas, catedráticos, profesores, magistrados, abogados, fiscales, arquitectos, empresarios. no había políticos», subraya Luciano González, que añade que la primera página de los originales de aquellas firmas estaba encabezada por los autógrafos de los presidentes del Ateneo y la Sociedad Económica, y por el responsable de la Academia de Ciencias, Alfredo Asensi.
Una estrategia contra la apropiación
«En esas adhesiones encontrabas la estrategia de cimentar el movimiento en la sociedad civil porque nuestro objetivo era que los partidos políticos no se apropiaran de la iniciativa», señala Luciano González, a lo que Reguero añade el dato de que la Aduana, en un principio, «no la quería nadie». «La Junta se decantaba por llevar el Museo de Málaga al Palacio de San Agustín y el Ayuntamiento y el Gobierno apostaban por la Trinidad», recuerda la que fue portavoz de la Comisión Ciudadana La Aduana para Málaga.
La primera manifestación del 12 de diciembre de 1997 ya fue fundamental para que se visualizara el gran respaldo popular al Museo de Málaga y a la Aduana, que se tradujo además en más apoyos y la recogida de 25.000 firmas. «En nuestra inocencia, hicimos acto de entrega de los originales a la Subdelegación del Gobierno en Málaga, pero aquellos documentos con las adhesiones desaparecieron», explica Mariluz Reguero.
De la volatilización de las firmas se dieron cuenta el 8 de febrero de 1999, cuando la comisión ciudadana fue recibida en Madrid por el entonces secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca, que señaló que no habían recibido esos miles de apoyos para la Aduana «pero sí un puñado de firmas para que el museo se instalara en la Trinidad», confiesa un todavía estupefacto Luciano González que, junto al resto de integrantes de la plataforma, se lanzó de nuevo a la recogida de autógrafos. Consiguieron otras 20.000 rúbricas bajo el contagioso rótulo 'La Aduana para Málaga.
No obstante, cualquier predisposición del Ministerio de Cultura a escuchar las reivindicaciones de la comisión ciudadana estaba sujeta previamente al traspaso o cesión del edificio por parte de sus titulares, el Ministerio del Interior y el de Administraciones Públicas, que por entonces se negaban a cualquier traslado de la comisaría y las oficinas de la Subdelegación del Gobierno. Un no que estaba apoyado por el actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que por aquel entonces fue ministro del Interior (2001-2002). Pese a ello, el propio ejecutivo central fue el que señaló el Palacio de la Aduana como el ideal como sede del centro expositivo al llevarse a su ático las piezas de la sección de Bellas Artes. Sólo faltaba conquistar el resto del edificio.
Cultura para la gente
«Para nosotros fue fundamental que esta reivindicación no partiera exclusivamente desde ámbitos culturales y por eso fue tan importantes que los empresarios, las asociaciones de todo tipo o la Federación de Peñas se unieran a la reivindicación», explica la experta en arte y directora del CAC Vélez, Mariluz Reguero, que asegura que su paso por la comisión ciudadana le cambió la mentalidad: «Sin renunciar a la calidad y la exigencia, di un viraje hacia donde se debe dirigir la cultura, que es hacia la gente».
La responsable también señala el gran apoyo de la prensa para la consecución de los objetivos de la comisión, a lo que Luciano González añade además una anécdota sobre aquella publicidad de media página que insertaron en SUR con las primeras firmas de adhesión y que supuso el primer documento público de calado de la reivindicación de La Aduana para Málaga. «Jamás me llamaron del periódico para reclamarme la factura y cuando yo lo hice, me dijeron que no había que pagarla», recuerda el periodista, que añade que él mismo escribió el texto que encabezaba las hojas de firmas, aunque también apareció otra redacción a cargo de Mario Virgilio Montañez. «Era mejor que la mía, así que al final hicimos un 'refrito' en el que predominaba su escrito», reconoce el periodista, que también vivió muchas de las presiones que recibió la plataforma ciudadana.
De hecho, tras su vinculación en los primeros meses de reivindicación de la Aduana, Luciano González dejó la primera línea de la comisión ciudadana. «Por mi condición de funcionario del Ayuntamiento de Málaga me empezaba a perjudicar y me tuve que retirar», explica el periodista que cedió la portavocía del Ateneo de Málaga a Alfonso Portus de la Llana hasta que se jubiló y volvió en 2000 a la militancia en activo por el museo. Todavía quedaban unos cuantos años de lucha hasta que en 2003 se empezó a hablar de cesión del edificio a Cultura, aunque el acuerdo entre administraciones -no solo entre los ministerios, sino también con la Junta de Andalucía como gestora del museo- no se cerró por escrito hasta 2007. Mientras tanto, la comisión se reunía cada lunes en El Pimpi. «Estábamos siempre organizando actividades y fomentando reuniones para que no se perdiera el impulso», recuerda Reguero, que señala que las cuatro manifestaciones fueron algo «inédito» y un ejemplo de movilización civil que no se ha vuelto a repetir. «Cuando venían expertos de arte a Málaga siempre preguntaban asombrados. ¡Les costaba creer que un pueblo se echara a la calle por un museo!», exclama la portavoz de la comisión y, más tarde, directora de la Fundación Picasso-Museo Casa Natal.
La falta de «comprensión oficial» a las reivindicaciones de la Aduana se unió a algunas firmas de colectivos que también faltaron en la relación de apoyos. Es el caso de la Academia de San Telmo -desalojada del Buenavista con el propio museo-, la Peña Juan Breva, el Colegio de Arquitectos -tuvo un apoyo intermitente- o la Universidad de Málaga, entre otros. Por contra, algunas facultades y departamentos sí que estuvieron con la plataforma, por lo que se cubrió ese fundamental apoyo desde el ámbito académico. Cuando recuerdan aquellos capítulos, Reguero y González prefieren aparcarlos y poner el acento en la generosidad y la suma de voluntades de personas anónimas que posibilitaron que la comisión fuera una auténtica organización ciudadana. Y en los miles de nombres que pasaron por sus reuniones, sus cuatro manifestaciones, sus protestas ante la propia Aduana e, incluso, alguna ocupación pacífica del palacio de Cortina del Muelle.
Se llevan los «tesoros» del museo
La portavoz sólo hace una excepción con el entonces director del Museo de Málaga, Rafael Puertas, que fue una «figura clave» de la movilización -«Es increíble como aquel señor del norte se tiraba a la calle y cogía con tanta energía el megáfono en las manifestaciones»- y del proyecto técnico que avalaba la Aduana como sede de las dos secciones del centro expositivo, el Bellas Artes y el Arqueológico. «Rafael nos decía que cuando un museo provincial se cerraba tenía muchas posibilidades de que no se volviera a abrir», rememora Reguero, que añade que esa fue una de las razones que impulsó el encargo por la propia comisión del proyecto museológico para exhibir el Museo de Málaga en la Aduana. «Entonces estaba el discurso de que las dos secciones no cabían en la Aduana -18.000 metros cuadrados de edificio-, por lo que fue una ardua tarea demostrar que ambos contenidos podían y debían permanecer juntos», relata la portavoz.
En aquel tira y afloja entre la comisión y las administraciones, llegó la noticia de que el Museo del Prado comenzaba a trasladar a Madrid obras en depósito en Málaga. Y no eran las desconocidas precisamente: 'Anatomía del corazón', de Simonet, o 'Esclava en venta', de Jiménez Aranda, entre otras. «Nos estaban quitando los grandes tesoros y fue entonces cuando hicimos aquellos carteles con las obras y la palabra 'secuestrado', lo que concienció mucho a la gente y permitió que aquello se paralizara y regresaran las obras», recuerda Mariluz Reguero.
Poco después, el Gobierno central comenzaba a mostrar cierta división en sus filas y a realizar concesiones para ver si acallaba la polémica y la movilización. Primero fue la cesión de parte de la Aduana para el museo -la planta baja-, «pero aquello era un decisión intermedia que no solucionaba el problema», reconoce Luciano González, que señala que el «punto de inflexión» estuvo en el nombramiento de Hilario López Luna como nuevo subdelegado del Gobierno en 2004 y su decisión de no ocupar la vivienda reservada para su cargo en la Aduana. Una victoria para los miembros de la plataforma ciudadana y que fue la antesala del traslado de la comisaría y de la propia Subdelegación, aunque para ello todavía se tuviera que esperar algunos años.
Con los papeles firmados de que la Aduana sería para el Museo de Málaga fue cuando la comisión ciudadana suspendió las reuniones de los lunes, aunque sin dejar de «vigilar» todo el proceso. «Y han hecho un museo extraordinario en el que técnicos, conservadores, directores, arquitectos y los especialistas del ministerio y la consejería han seguido las directrices de la Unesco para crear un centro que integra la exhibición, la conservación y la investigación», señala Mariluz Reguero. De aquella movilización cívica han surgido dos grupos de apoyo a la pinacoteca, la Asociación de Amigos del Museo de Málaga y la Fundación Aduana Museo de Málaga, aunque a la comisión ciudadana original todavía le queda una última palabra. «Acordamos no desaparecer hasta la inauguración, por lo que hoy nos proclamaremos oficialmente disueltos», señalan Reguero y González, que todavía no saben qué miembro de la plataforma será el que pronuncie oficialmente el punto y final de aquella idea loca que hoy escribe su final feliz.
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