Era una desapacible tarde noche de otoño malagueña de 1997 cuando acudimos a una convocatoria en la antigua sede del Ateneo de Málaga, todavía en la calle Ramos Marín. Las instituciones asistentes, la Sociedad Económica de Amigos del País, a la que yo representaba y el Ateneo de Málaga, los convocantes José Luis Centella junto al pintor Rafael Alvarado. El tema, el reciente cierre del Museo de Bellas Artes, la retirada de los fondos y su almacenamiento en el ático de la Aduana, para convertirse en sede del Museo Picasso.

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Habían precedido días de turbulencia política alrededor del proyecto del museo dedicado a Picasso, la incredulidad activa del Ministerio de Cultura -entonces dirigido por Esperanza Aguirre- las críticas de dirigentes de instituciones culturales calificando la colección de la nuera Christine de «zurrapa picassiana», la oposición preguntando por el destino de los fondos del Museo Provincial. A grandes rasgos este era el ambiente que rodeaba a esta reunión en sede ateneísta, cuya convocatoria respondía a la preocupación por el destino y existencia del viejo museo de calle San Agustín y el objetivo era buscar apoyos a una reivindicación ciudadana que impidiera su desaparición.

Todos estábamos de acuerdo, había unanimidad en el empeño. No quiero ocultar que a algunos nos movía el hecho de querer defender el proyecto del Picasso y que la plausible reivindicación del Bellas Artes no derrotara en el maniqueísmo, uno u otro, sino los dos. La siguiente reunión fue masiva y ya en el palomar del Pimpi, cada uno de nosotros aportábamos colectivos y yo además llevaba el grito reivindicativo La Aduana para Málaga, que no era de mi autoría, sino idea del pintor Eugenio Chicano y que todos adoptamos gustosos -después realizaría el conocido logotipo de la Aduana cubilete de lápices, pinceles, etc-.

Así se constituyo la Comisión Ciudadana La Aduana para Málaga cuyos méritos fueron varios. El primero y más importante conseguir aunar a mas de 50 colectivos malagueños, entre asociaciones, federaciones, sindicatos, colegios profesionales, etc,. Segundo proponernos intentar convencer a todas las administraciones, central, autonómica, provinciales y locales, pues las que tenían que ver con el museo -central y autonómica- habían elegido cada una sus lugares idóneos como sede, que naturalmente no coincidían con el nuestro, la Junta el antiguo Colegio de San Agustín y el ministerio guiado por la entonces alcaldesa, el antiguo cuartel de la Trinidad. El tercer logro de la comisión fue aguantar el tirón, seguir reuniéndonos lunes tras lunes, año tras año, trabajando sin tirar la toalla, sin desmoralizarnos, con la fuerza que da tener el apoyo de los malagueños y malagueñas que se había hecho palpable en las distintas manifestaciones realizadas reivindicando el museo.

Se hablaba de Málaga en todo el mundillo cultural español, una ciudad que se tira a la calle a pedir un museo, una ciudadanía que se encierra en la sede de la Subdelegación del Gobierno -antigua Dirección General de Seguridad- ocupándola y pidiendo que se convierta en museo, toda una proeza. La razón y la ilusión nos hacía imparables.

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Una figura cuyo papel debe destacarse porque su aportación fue principal en toda la lucha, es Rafael Puertas Tricas, el entonces director del museo cerrado. Sus conocimientos técnicos y científicos, su docta seriedad, su valentía, ecuanimidad y singularidad personal le convirtieron en merecido héroe de la epopeya. Rafael dirigió el proyecto museográfico que realizó la comisión, asistido por los entonces miembros del Gabinete Pedagógico de Bellas Artes, donde demostrábamos que había suficiente espacio para las dos secciones del Museo de Málaga, la del Bellas Artes y la del Arqueológico, eso nos daba una base técnica que aportaba fuerza y conocimiento a nuestra reivindicación, frente a las ideas disuasorias de la engañosa división del museo en dos sedes. Te recordaremos siempre, Rafael.

Y la ciudadanía lo consiguió, las instituciones cedieron, habían pasado cerca de 8 años cuando aceptaron que la Aduana era el lugar idóneo para atesorar la historia artística de este pueblo, que el Museo de Málaga tenía que ocupar aquella sede porque los malagueños de hoy y de ayer se lo merecían, el mejor edificio civil de la ciudad, la Aduana para Málaga. Nosotros, los miembros de la comisión sabíamos que era muy difícil pero éramos conscientes de que un pueblo que no lucha por sus sueños es un colectivo abocado al fracaso y Málaga tiene fuerza, no la derrocha, la demuestra y la usa cuando sabe que es verdaderamente necesario.

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Desde aquí felicito a mis compañeros, esos locos y locas de los lunes del Pimpi, por su coherencia, su constancia, su valentía y agradezco lo mucho que con ellos he aprendido, muchísimo, me enseñaron a soñar.

El Museo de la Aduana abre sus puertas, el tiempo pasado ya no importa, es una extraordinaria realidad.

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