María Eugenia Merelo
Sábado, 10 de diciembre 2016, 00:31
Duda entre hacerse una foto delante del cuadro Y tenía corazón... de Simonet o en la gran galería de la primera planta que sobrevuela el patio del imponente edificio. El cuadro, un recuerdo emocional de su infancia. El palacio de la Aduana, una seña de identidad indeleble de una ciudad, de una movilización y de un museo. Un edificio que ha marcado la historia de Málaga y que ahora la cuenta. Doctora en Historia del Arte, durante quince años trabajó y dirigió el departamento de Protección de Patrimonio Histórico en la Delegación de Cultura de Málaga. En 2006 asumió la dirección del Museo de Málaga. Desde entonces, ha pasado diez años trabajando sin focos para definir un museo y hacerlo realidad. «Tal y como ha nacido la Aduana y el deseo ciudadano por ella confiesa, siempre he tenido una carga de responsabilidad tremenda». Hoy, con la inauguración, siente que ha cumplido.
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Unas colecciones espléndidas guardadas casi dos décadas en un almacén. ¿Que siente ahora cuando recorre las salas?
Ante todo una gran emoción, la sensación de haber llegado a una meta y sentirme tremendamente privilegiada por haber sido parte de este proyecto y haber vivido esta aventura. No era un encargo normal. Era un proyecto deseado, esperado, ansiado. Eso genera muchísima ilusión y una tremenda responsabilidad.
Una aventura, ¿quizás demasiado larga?
No, quizás demasiado intensa. Fuera en la calle, a la gente se le ha hecho muy largo el tiempo. A nosotros muy breve, porque desde que empezó toda la planificación del museo, a finales de 2005, no ha habido un día de descanso: proyectos, préstamos, exposiciones temporales, mudanzas... Para nosotros no ha sido un tiempo largo, ha sido muy intenso.
¿Qué destacaría de la rehabilitación arquitectónica?
Del buen trabajo de Fernardo Pardo y Bernardo García Tapia como arquitecto destacaría varias cosas. Uno, el devolverle al edificio de nuevo una cubierta que había perdido en el incendio de 1922, con la misma inclinación y volumen de la histórica, pero formalizada en un lenguaje contemporáneo. Destacaría también el respeto al edificio histórico. Cuando uno se pasea ahora por la Aduana se distingue muy bien lo que es el palacete neoclásico heredado y todo lo añadido que ha sido necesario para posibilitar un museo. También cómo organiza la distribución interna y la importancia que le han dado a la relación que guarda la Aduana con el paisaje de Málaga.
¿Y del proyecto museístico de Juan Pablo Rodríguez Frade?
La posibilidad de generar una organización espacial que permite cumplir con nuestros contenidos. Y, además, hacerlo sin compartimentar los grandes espacios. Cuando la Aduana se ha podido vaciar de todos los añadidos administrativos que ha ido acumulando a lo largo del tiempo han quedado espacios muy grandes, diáfanos, unas grandes crujías de tamaños casi descomunales. En el interior, Frade siempre interviene con elementos reversibles, sin fraccionar, sin hacer habitaciones dentro de esos grandes espacios. Otro gran acierto de Frade es la ubicación de la colección Loringiana, que saca de sala y la coloca en un vestíbulo en el final de unas grandes escaleras, que le dan la dimensión que el tamaño y la solemnidad de la colección requería.
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Además de las colecciones, ¿qué diferencia a este museo de otros museos de España?
Su discurso, que es muy peculiar; su museografía, la forma de presentar esas colecciones. Y el discurso en paralelo en el que se van comparando las escuelas malagueñas con el panorama nacional.
¿Y cuál ha sido el criterio para ordenar y exhibir las piezas?
En el criterio para presentarlas hubo una decisión importante que ha tenido consecuencias: desechar el criterio estricto de que las obras elegidas para ser expuestas tengan un alto valor histórico-artístico y trabajar a favor de valorar también un significado cultural amplio. Se han tenido en cuenta piezas que, a lo mejor, no tienen una relevancia artística o una singularidad histórica, pero que culturalmente son capaces de contar muchas cosas.
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Musealización
Un reto reinventar una vieja pinacoteca con un concepto contemporáneo.
Claro, teníamos que decidir qué queríamos que fuera el nuevo Museo de Málaga. Y hemos decidido que sea una capítulo más de una institución que tiene una larga historia. En ese sentido, no nos especializamos en las colecciones más potentes, no somos exclusivos en decir vamos a hacer una monográfica de algún momento concreto de la historia, sino que relatamos de dónde venimos, hasta dónde hemos llegamos y casi intuimos por dónde se va a encarrilar nuestro futuro. Musealizamos no solo las colecciones, sino que la institución se musealiza así misma, y eso da mucho más juego. Y por último se musealiza también el propio edificio: la Aduana es la gran pieza del museo. Se explica el edificio, recibe al visitante, lo despide, es una pieza más que siempre te vas encontrado a lo largo de las colecciones.
Otro reto: unir las colecciones de Arqueología y Bellas Artes.
Cuando iniciamos el plan museológico nos parecía que era mucho más coherente que hubiera un museo, con independencia de que sus piezas empezasen en el Paleolítico y terminasen en el Arte Contemporáneo. Hilvanar todo en un solo relato, en un sólo discurso, otorga una gran singularidad a las colecciones.
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La tecnología y el soporte audiovisual ocupan un espacio importante en las salas. ¿Tuvieron claro desde el principio que nuestra forma de ver y experimentar ha cambiado?
La museografía del siglo XXI tiene claro que necesita otros soportes. Cuando el público sale del museo debe llevar en su retina unas piezas, pero no debe de llevar unos recursos museográficos. Ese no es el objetivo. La tecnología está bien, aunque no debe superar nunca a las colecciones y debe de acompañarlas con mucha discreción. Parece que hay muchos recursos es este museo, pero son muy sencillos.
A la vista del resultado, pierden la razón los que han defendido que las secciones de Bellas Artes y Arqueología fuesen en edificios diferentes?
Las dos colecciones siempre hubiesen funcionado bien de forma aislada. Porque de hecho lo fuimos, fuimos un Museo de Arqueología y un Museo de Bellas Artes. Cuando ya dejó de tener sentido ese planteamiento fue cuando apareció la Aduana. Cuando se decide que el palacio de la Aduana sea la sede de el Museo de Málaga ya no tenía lugar provocar dos colecciones o dos museos, porque la Aduana es tremendamente generosa en sus espacios.
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Por sus dimensiones y concepto, ¿es un museo sostenible?
El concepto de sostenible en los museos hay que pensarlo y reconsiderarlo bien. Los museos no son autosuficientes económicamente, al menos por el momento. Pero la rentabilidad de un museo no es una solo económica, sino ante todo una rentabilidad cultural. La Aduana es viable porque sus instalacines son modernas, están bien calculadas, y en ese sentido va a ser posible mantenerla, pese al tamaño y al coste que eso conlleva. Pero, ante todo, la Aduana va a ser culturalmente muy rentable.
¿Cuáles son las fortalezas de esa rentabilidad cultural?
Devuelve a Málaga sus colecciones. Ofrece la posibilidad de comprender, de entender y de evocar muchos capítulos de su historia. Pero, sobre todo, construye en el presente, abre puertas al pensamiento contemporáneo, a las reflexiones, a la creación. Va a ser un museo agradable, cómodo, deseable para los malagueños. Y también puede ser un referente en el turismo cultural, porque pone la guinda a una tarta que ya se conoce como la Málaga de los museos.
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Durante este tiempo y pese a las promesas de los políticos, ¿ha temido que el museo no llegase a buen puerto?
La mayor amenaza que hemos sentido ha sido la crisis económica. Nadie lo va a notar, pero la Aduana es un museo fruto de la crisis. Y ha sobrevivido bien. Posiblemente porque ha tenido los ingredientes para que ser viable. Creo que ha tenido un planteamiento coherente, sólido, se han tomado decisiones sensatas y, sobre todo, ha estado cargado de energía y de entusiasmo.
Con la mano en el corazón, ¿siempre se ha mantenido la esperanza en que se inauguraría?
Siempre. En todos los momentos difíciles, al menos personalmente, siempre ha habido un anclaje. Para mí ha sido pensar en el momento en el que los malagueños entrasen en las salas y pudieran encontrarse con las colecciones.
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Algunos sitúan al museo entre los diez mejores de España. ¿Qué lugar real ocupa?
En las visitas que hemos realizado previas a la inauguración ha sido muy bien valorado, tanto por el mundo profesional y académico como por el público no especializado. Creo que vamos a ser capaces de mantener la energía que nos ha traído hasta aquí, sobre todo porque ahora se amplía el equipo profesional del museo. Si vamos a estar entre los mejores, el tiempo lo dirá. Pero lo vamos a intentar, sin duda.
Exposiciones temporales
El pulso de un museo va más allá de sus colecciones. ¿Que tienen previsto en cuanto a exposiciones temporales, programa educativo y otras actividades?
La colección es muy amplia, con lo cual la exposiciones y las actividades tienen que arropar un largo trayecto. No sólo vamos a hablar de historia y de pasado, aunque sean unas colecciones históricas. Cuando el Museo de Málaga, en su plan museológico, ha definido su misión, se identifica también por su contribución a la cultura contemporánea y se identifica además como un lugar de encuentro de la diversidad cultural, algo que, en una ciudad como Málaga, parece razonable. Esa es la línea y la vocación con la que trabajaremos en las exposiciones temporales y las actividades.
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¿Y el programa educativo?
Tenemos el diseño general del programa y ahora se empieza a incorpora el equipo del gabinete de educación. Estará en marcha en 2017.
¿Cuáles serán las relaciones con otros museos andaluces, nacionales o internacionales?
En ello estamos.
¿Y con el Museo del Prado?
Con el Prado se tiene una relación especial desde siempre, porque somos uno de los museos de España que más fondo de depósito tiene del Prado. Cada vez que actuamos sobre esos fondos lo hacemos conjuntamente, con el beneplácito y coodinados con sus equipos: las restauraciones, las exposiciones, el uso de la obra gráfica o de la imagen corporativa. Con el Prado jugamos en casa, tenemos ya una relación íntima. Y ahora que ya tenemos sede lucirá mucho más esa relación de cara al público.
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¿Cuál será su papel entre los otros museos de Málaga?
Nos insertamos en una relación como uno más, participando en un producto que ya se empieza a identificar bien desde fuera. Éstas últimas semanas se hablaba de la necesidad de un plan estratégico para los museos. Estaría bastante bien. Málaga debería de ordenar y consolidar una relación que es muy buena. Nosotros prestamos constantemente al Museo del Patrimonio o al Museo Thyssen y los directores y los técnicos nos relacionamos con bastante fluidez. Estaría bien ir definiendo ese producto para que sea coherente, sea común y sume. Porque tiene mucha fuerza.
¿Cuál es su pieza favorita de estas colecciones?
La primera vez que mi padre me llevó al museo de Bellas Artes me tapó los ojos y me los descubrió delante de Y tenía corazón de Simonet. Creo que es una experiencia que hemos tenido muchos malagueños con esa obra. Y por eso quizás la llevamos un poco dentro. Nuestras piezas preferidas son las que se vinculan a nuestra vida, a nuestra historia y a nuestros recuerdos. Esas que tienen algo que ver con nosotros, independientemente de la belleza y el valor que tengan. Tengo muchas piezas favoritas, todas aquellas que me evocan momentos.
¿Cómo vive el salto de dirigir un museo almaceno a dirigir uno vivo?
Con una gran ilusión y con una gran inquietud. De una forma parecida a cuando llegué en 2006 y me tenía que enfrentar a un proyecto de envergadura. Lo que ha sustentado la energía, la mía y la del equipo, era pensar que iba a llegar ese día. El día en que la puerta se abriría y que personas anónimas lo recorrerían, se emocionarían y disfrutarían.
Adems de celebrarla, ¿qué tiene pensado para la inauguración?
Tendré presente a todos los que lo han hecho posible. Hay muchos nombres en esta historia, pero hay algunos que han sido esenciales, imprescindibles. Esto ha sido posible por el esfuerzo y la complicidad de mucha personas. No sé si estarán en al Aduana en el momento de inaugurarla o no, pero pensaré especialmente en cada uno de ellos.
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