Regina Sotorrío
Viernes, 2 de diciembre 2016, 01:03
Dicen que hay imágenes que valen más que mil palabras, pero hubo quien con poco más de 300 retrató a toda una «ciudad graciosa, ciudad honda», con un «mar alentando como un brazo que anhela a la ciudad voladora entre monte y abismo». Y ya son muchos los que piensan que eso hay que reconocerlo y difundirlo. La petición de que el poema Ciudad del paraíso de Vicente Aleixandre esté grabado en las calles de Málaga gana amigos. Una semana después de lanzarse a través de la plataforma change.org, la iniciativa ha recabado 200 firmas digitales y otras tantas de forma directa.
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El poeta Luis Alberto de Cuenca, la Academia de Bellas Artes de San Telmo y la catedrática de la UMA Mercedes Vico han sido los últimos en incorporarse a una lista en la que figuran nombres destacados de la cultura malagueña como los escritores Antonio Soler, Alfredo Taján y Antonio Gómez Yebra, el poeta Álvaro García, el catedrático y comisario de arte Eugenio Carmona, el parlamentario popular Antonio Garrido Moraga, el académico de Ciencias de Málaga Fernando Orellana, el arquitecto Salvador Moreno Peralta y los gestores culturales Salomón Castiel (La Térmica), Juan Carlos Ramírez (Orquesta Filarmónica de Málaga) y José María Luna (Casa Natal de Picasso, Pompidou y Museo Ruso), entre otros.
«Málaga tiene que aspirar a algo más de lo que ahora es porque realmente puede: pocas ciudades hay en el mundo al que un grandísimo escritor le haya dedicado una de sus mejores páginas», señala Mariano Vergara, director de la empresa de gestión cultural Esirtu y promotor de la iniciativa (las adhesiones también puede hacerse en info@esirtu.com).
Vergara propone que Málaga salde una «deuda histórica con la Generación del 27» «porque somos olvidadizos y desagradecidos» grabando en piedra el poema del Premio Nobel de Literatura en un punto transitado y visible del centro de Málaga. La plaza de La Marina, por cuyos alrededores probablemente jugó en esa infancia que tanto evoca en los versos, sería para él el lugar idóneo. La poesía, creada en 1944 y editada en 1960 (Dardo), se escribiría además en español e inglés, con traducción de Álvaro García. «El 90% de la gente no la conoce, y para que lo hagan debe estar en la calle», asegura.
Espacio para la literatura
El mundo de la cultura lo apoya. «Hay que reivindicar el espacio de la literatura dentro de una ciudad cultural que no pueda quedarse solo en lo visual y en lo audiovisual. La imagen sin pensamiento y palabra es poca cosa», declara el escritor Antonio Soler, para quien la Generación del 27 es uno de los «pilares» que explican la historia de Málaga.
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No solo las letras se han involucrado en este proyecto. La Academia de Ciencias de Málaga respalda la propuesta a través de su presidente Fernando Orellana. «Porque tenemos que cuidar lo nuestro y es un buen escaparate de Málaga. A ver si así la juventud se anima a leer un poco más», reflexiona el oftalmólogo. De momento él, en su consulta, gradúa la visión con los versos de Ciudad del paraíso en distintos tipos de letra.
Para Juan Carlos Ramírez, gerente de la OFM, «la figura de Aleixandre está muy diluida y hay que tomar conciencia de los artistas que han sido hijos de Málaga». «El olvido es algo que suele estar my presente en esta ciudad tan madrastra. Recuperar la memoria histórica siempre es bueno», argumenta.
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Comparte esa reivindicación de la figura del poeta la Academia de Bellas Artes de San Telmo. «Es un magnífico homenaje a Aleixandre, ahora un tanto en el olvido, y a la propia Málaga que, por cierto, tiene que ir acostumbrándose a quererse más», indica su presidente, José Manuel Cabra de Luna. De esta forma, indica, además del Buenos Aires de Borges, la Alejandría de Cavafis y el Dublín de Joyce, todo el mundo descubriría la Málaga de Aleixandre.
Poema 'Ciudad del paraíso', de Vicente Aleixandre
A mi ciudad de Málaga
Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
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pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria,/
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.
Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira
o brama por ti, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre y blanquísima donde viví y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas.
Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
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Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
mecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.
Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí, donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable,
y donde las rutilantes paredes besan siempre
a quienes siempre cruzan, hervidores, en brillos.
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Allí fui conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste
cantaba la súbita canción suspendida en el tiempo;
quieta la noche, más quieto el amante,
bajo la luna eterna que instantánea transcurre.
Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un Dios emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.
Jardines, flores. Mar alentando como un brazo que anhela
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a la ciudad voladora entre monte y abismo,
blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso
que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra!
Por aquella mano materna fui llevado ligero
por tus calles ingrávidas. Pie desnudo en el día.
Píe desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas.
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