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JUAN FRANCISCO RUEDA
Sábado, 26 de noviembre 2016, 00:45
Por tercer año consecutivo el Festival Moments, organizado por la Escuela de Arte San Telmo y la revista Staf Magazine, vuelve a desarrollarse en Málaga. Tras la segunda edición, en la que el festival se expandió de una manera notable, sumando citas de entidad y ocupando distintos espacios expositivos de la ciudad, en esta tercera entrega, rebautizada como Jornadas de estudio de la cultura independiente, se han reducido las sedes y el número de exposiciones. No se han reducido, sin embargo, los encuentros y debates en torno a ese concepto ambiguo y vago de la cultura independiente y del propio marco en la que se genera, la ciudad; de ahí que la agenda de este encuentro siempre haya tenido al arte urbano como una de las manifestaciones artísticas predilectas. Se mantiene también el ciclo de cine documental, volcado, como es habitual, a la música, el graffiti o el skate. Asimismo, y como aspecto que caracteriza al festival, sigue generando una oferta formativa, en correspondencia con la naturaleza académica de la Escuela de Arte de San Telmo, a través de talleres en torno a la fotografía, el diseño gráfico o la edición de fanzines y cómics.
Todo esto, a pesar de cierta reducción del programa tanto como de la trascendencia o repercusión de los autores invitados respecto a otras ediciones, hace de Moments una cita que ya se ha afianzado en la agenda expositiva local. La sola supervivencia de un festival como éste, que atiende a tantos ámbitos de actuación y disciplinas artísticas, sin apenas ayuda institucional y con un margen de financiación tan reducido, supone un ejercicio de heroísmo. No debemos olvidar que de la mano de Moments han aterrizado en nuestro país algunos creadores referenciales de la escena del arte urbano. A todo ello han de unirse los fines benéficos de algunas de las acciones que despliega el festival, como la subasta de las tablas de skate que han conformado una de las cinco exposiciones programadas en esta edición: La tabla como lienzo, que tomó los pasillos de la Escuela de Arte San Telmo. En ésta, 40 autores como Chema Lumbreras, Sebastián Navas, Cayetano Romero o Rogelio López Cuenca, junto a otros propiamente urbanos, como Dadi Dreucol, Lalone o Elphomega, han intervenido artísticamente este símbolo del deporte callejero.
Como cabía esperar, abundan los motivos vinculados a la subcultura urbana, mientras que algunos soportes, como el que firma Encarni Díaz Ginger (protagoniza una muestra pictórica en el Ateneo, con su suspense fílmico y una precisa figuración plagada de surrealismo, cierto goticismo y simbolismo), adquieren cierta condición escultórica o recuperan su naturaleza objetual, perdida en muchos casos al convertirse en mero soporte de ejercicios pictóricos. Otros, como Lumbreras o Romero la de este último es una de las más destacables, han trasladado sus universos al patín, adaptándolos a las particulares condiciones y medidas de las tablas.
Dicho todo lo anterior respecto a la apuesta que supone Moments y a la variedad de sus contenidos, ha de advertirse que las tres muestras que se programan en el Ateneo de Málaga, al margen de los irregulares valores de cada una de ellas, no se exhiben con un montaje correcto, operando en muchos casos en contra de las obras aspectos como el abigarramiento, la excesiva altura de colgado y la desigual disposición. El esfuerzo ímprobo, destinado a conformar una programación articulada en distintas exposiciones, se resiente por cuestiones como éstas. Este aspecto, ciertamente, contrasta con la pulcritud del montaje de la exposición principal de la Escuela de Arte San Telmo, dedicada a las carátulas de discos soul o jazz, o en el montaje de la edición pasada en la Sociedad Económica Amigos del País (Landskate).
Instrument reúne una cincuentena de fotografías que Pat Graham realizó en las giras de muchos de los grupos musicales más importantes del rock o del punk. Pero Graham fija su objetivo en pormenores, en detalles de los instrumentos o de los equipos de sonido que emplean estos músicos. Un ejercicio catalogador parece presidir su propuesta, marcada por lo metódico y por el afán documental, tal como se deduce de los datos que acompañan a las imágenes en las cartelas (fechas de la fotografía, grupo y lugar donde fue hecha). Sin embargo, los detalles revelan un fortísimo carácter vivencial, una pátina e improntas provocadas por el tiempo y por el uso, de manera que esos instrumentos, además del halo mitómano que puedan poseer, adquieren en clave prosopopéyica- una identidad y experiencia propias.
Morente por Paco Manzano. Fotografías 1983-2010 presenta la música desde otra perspectiva, precisamente de la que queda fuera del primerísimo primer plano de Graham. Esto es, a través de las relaciones entre los artistas, de las puestas en escena de los espectáculos y del culto a la figura del creador, en este caso el cantaor Enrique Morente, de cuya prematura muerte se cumplirán 6 años. El modo de presentar la mayoría de las imágenes, impresas dando demasiado protagonismo al espacio vacío e incorporando información, le resta calidad y la inmediatez del registro fotográfico, del instante. En cualquier caso, muchas de las fotografías se convierten en testimonios privilegiados de la intimidad y del estar entre bambalinas del cantaor, así como en una suerte de diario del trabajo de éste y contactos con otras figuras. Son, también, un documento acerca de algunas de sus actuaciones, como las que ofreció por Omega, fundamental álbum junto a Lagartija Nick del que se cumplen dos décadas. Asimismo, se aprecia cómo el flamenco ocupa escenarios de numerosos festivales musicales y distintos marcos, así como se expone a una continua contaminación con otras músicas.
Precisamente la música genera la exposición central de la Escuela de Arte San Telmo, Jazz, Soul & Funk Covers. Un viaje por el diseño gráfico en la música afroamericana. Las 74 cubiertas de discos desde los años cincuenta en adelante suponen un acercamiento al diseño gráfico de la industria musical norteamericana, en especial a la música negra. Aquí encontramos un primer aspecto a destacar: la autoafirmación de la comunidad, que se refuerza por el uso de la fotografía en la que se retrat a los protagonistas, en ocasiones en sus entornos sociales. Observamos la evolución de los elementos gráficos y la adopción a finales de los sesenta de rasgos psicodélicos. Curiosamente, frente a otras más sofisticadas, las portadas de disco de jazz son más pictóricas y líricas, más libres y abstractas, quizá en correspondencia con la música para la que se realizaron.
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