El Juli

El Juli derrota en la arena a José Tomás

Corta dos orejas, mientras que el de Galapagar se hace admirar en una grave versión de sí mismo

COLPISA, Barquerito

Domingo, 14 de agosto 2016, 22:43

La segunda corrida de la Semana Grande de San Sebastián colgó el cartel de no hay billetes, en una tarde muy calurosa, que contó con la asistencia del rey Juan Carlos, acompañado de la infanta Elena y de sus nietos Felipe y Victoria, en un burladero de callejón. El Juli le brindó la muerte del tercero.

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Cuatro toros de Garcigrande/Domingo Hernández el tercero, sobrero y dos primero y cuarto de Fermín Bohórquez, despuntados para rejones. Pablo Hermoso de Mendoza, silencio y saludos. José Tomás, saludos y oreja tras un aviso. El Juli, dos orejas y silencio.

Ni era ni fue un mano a mano de José Tomás y El Juli. Solo que las circunstancias, incluso con la presencia de Pablo Hermoso, hicieron de la cosa la corrida del año. Por el dónde, el cuándo y el cómo. El dónde: San Sebastián, donde está pendiente un proyecto de consulte plebiscitaria que pretende la interdicción de los toros. El cuándo: la fecha mayor del verano, el segundo domingo de agosto. El cómo: la cuarta de las solo seis comparecencias de José Tomás para esta temporada, que podría ser la de su despedida y, al lado, El Juli en año de plenitud, uno más, uno nuevo. El ambiente echaba humo.

De las cuatro citas de José Tomás, esta fue la mayor: plaza de primera y, por tanto, más toro que en Alicante, Jerez o Huelva. Para El Juli, ninguna novedad. Su ganadería predilecta. Los juampedros de Domingo Hernández y Justo Garcigrande. Tres de Domingo y uno de Garcigrande en el reparto titular. Solo que el segundo de los tres de Domingo, al salir de la primera vara, se tronchó por la funda un pitón y, claudicante en ese puyazo, desfondado también, llegó a sentarse tras un segundo picotazo y fue devuelto. Entró en liza un sobrero de Garcigrande. Los dos garcigrandes en el lote de El Juli. Los dos de Domingo, en el de José Tomás.

No contó el último garcigrande. Por remolón, rebrincado, pegajoso, flojito y frágil. De los lances de saludo, manos bajas y a cuerpo vencido, salió el toro ya batido. A los diez viajes de muleta, tomada en corto, claudicó asfixiado. El sobrero, bizco y veleto, apenas 500 kilos, astifino, corto y bajo de agujas, trapío suficiente, vino a ser el toro que El Juli estaría esperando para dar la talla y la medida, y romperse como tantas veces, si no más, en una faena rotunda y rampante, y extraordinariamente iluminada porque, tras solo una breve tregua primera, fue un chorro de ideas.

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Con ese fondo, la gran explosión de toreo de júbilo a partir de un raro detalle: Julián perdió la ayuda de madera y entonces toreó sin ella, más despacio que antes, con mayor ajuste todavía, con más cara firmeza. Un final apoteósico: el molinete cosido con el ayudado por alto y un péndulo, cuatro medios circulares cambiados, que son bastante más bellos que los enteros y da al toro ventaja. Y una estocada con vómito y sin puntilla. Dos orejas.

A sus dos toros les dio José Tomás cumplida fiesta. Dos faenas de su firma y su rigor. El temple, el ajuste, el valor. Su grave presencia inimitable. Su expresión abismada de siempre. Dos toros diferentes: del uno hubo que tirar echando el engaño al hocico mismo, porque antes de ese momento amenazó con venirse abajo. Bellos de ver los tiempos, las salidas de la cara del toro, las llegadas también. Se oyeron ¡bravos! como en las funciones de ópera. Una delicia el final a pies juntos, un recorte, un desplante, las trincheras.

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Un recital de capa con el quinto de corrida: cuatro lances genuflexos en el recibo, seis delantales muy revolados ganando terreno para acabar en los medios, y su remate de dos medias y una larga. Y un quite por gaoneras, cuatro, después de la primera vara. Brillantes no tanto por el vuelo como por el encaje. Una prolija faena de dominar y aguantar, de ofrecerse imperturbable en todas las distancias y terrenos, de levantar a la gente de los asientos después de una cogida en un pase de pecho codillero. Tras la cogida, una tanda de ocho, nueve y diez. De los de rendir al toro. Un escalofrío. No entró la espada en el primer turno. Solo al segundo intento.

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