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JUANMA RODRÍGUEZ
Jueves, 30 de junio 2016, 01:02
Sandra Kamen, la viuda del famoso compositor neoyorquino Michael Kamen contó ayer en el Teatro Cervantes que la música para él era algo más que notas y entretenimiento. Era una forma de concebir la vida y de aprender de esta. Era tal su amor por la música, como la propia Kamen confesó que alguna que otra noche se despertó sintiendo pataditas de forma rítmica en su pierna, dándoselas su marido. Al momento, este se despertaba de un respingo, pero con una mirada de alivio, como si hubiera resuelto uno de los males mundiales, y con una frase entre dientes: «¡Lo tengo!, he encontrado el ritmo que buscaba». Llegó a ser tal la dedicación a su trabajo que, como expresó Sandra, podía estar hasta 18 horas en un día trabajando, hasta componer lo que buscaba.
Su amor a los instrumentos, según ella, emocionándose por momentos, trascendía tanto que se opuso al plan de Reagan de relegar el arte y la música a un segundo plano. Él creía en el poder educativo y de unión que tiene la música. Quizá esa pasión y ese querer por los sonidos se ha transmitido en todas sus obras, como Sandra aclaró, que su música llevaba intrínseca todo el sentimiento que este le ponía al componerla.
Este coloquio contó con la presencia, además de Kamen, del periodista Dick Wickenden y del director del Teatro Cervantes Juan Antonio Vigar, que se encargó de realizar las preguntas y conducir a los invitados, que se dirigieron a él y a todos los asistentes a través del que hizo las veces de traductor. Esta actividad corresponde con el evento del MOSMA, dedicado a la música del audiovisual, que tanto ha aportado a la gran pantalla.
En este caso, la producción de Kamen no ha pasado desapercibida; dos nominaciones a los Óscar lo avalan. Sin duda, una de las grandes obras que se le van a recodar, además de todas las bandas sonoras en las que ha estado inmerso y que ha resultado ser indispensables, como las de Brazil (1984), Licencia para matar (1989), El Gigante de Hierro (1999) o Robin Hood: Príncipe de los ladrones (1991), ha sido la serie Hermanos de Sangre (2001), que le marcó en su carrera como explicó la propia Sandra, ya que su tío, hermano gemelo de su padre falleció en combate durante la Segunda Guerra Mundial.
Tampoco dejó un legado vacío en el mundo de la música generalista. Las colaboraciones y arreglos que hizo con artistas de la talla de Eric Clapton, David Bowie, David Gilmour o Pink Floyd con el álbum The Wall que no gustó en un principio a su esposa o con Metallica, dirigiendo la Orquesta de San Francisco, a lo que el propio Michael tenía un bonito recuerdo por su corazón rockero, no deja a nadie indiferente.
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