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Anita Delgado, con el manto.
El 'milagro' de la Virgen de la Victoria con Anita Delgado

El 'milagro' de la Virgen de la Victoria con Anita Delgado

El regalo del manto a la patrona es fruto de la promesa que le hizo la maharaní. ¿Pero por qué un manto de ceremonia si la imagen no lo lleva? He aquí la historia

Ana Pérez-Bryan

Sábado, 4 de junio 2016, 00:29

La joya de la casa de modas de París Chez Paquín (el equivalente a Dior hoy en día) luce ahora como nunca acompañando a la imagen de la Virgen de la Victoria. Estratégicamente dispuesto en la parte de detrás, como si la patrona lo tuviera puesto, la prenda celeste bordada en hilos de plata se ha convertido en uno de los objetos más preciados en el ajuar de la patrona de Málaga, no sólo por el valor económico de una confección única para la época sino por la historia que acompaña el regalo. En Málaga se le conoce como el manto de la maharaní de Kapurthala, Anita Delgado, y su historia está a la altura de la intensa vida de esta figura fascinante.

En realidad, el origen de esta donación es una promesa. Dicen que en los momentos límite de la vida cada uno de aferra a lo más sagrado que tiene, y ese momento le sobrevino a Anita Delgado en el parto de su primer hijo. Las complicaciones comprometieron seriamente su vida y la de su bebé, por eso la maharaní, que nunca olvidó sus raíces malagueñas, le prometió a su Virgen de la Victoria que si salía de ese trance le regalaría el manto de ceremonia más bonito que jamás se hubiera visto. La historia la cuenta la historiadora Mar Rubio, responsable de la empresa de gestión cultural Cultopia (www.cultopia.es) y de una ruta por la cripta, el camarín y el oratorio de la Victoria que desvela éste y otros secretos.

Anita y su hijo Ajit Singh se salvaron de milagro. Y la malagueña cumplió su promesa con la Virgen en el año 1927 a pesar de que en aquella época había ciertos recelos hacia su figura: su boda con el maharajá de Kapurthala en la India por el rito sij era interpretado por la sociedad de principios de siglo XX como una traición a la fe católica, un estigma que la acompañó hasta la muerte, ya que incluso a su fallecimiento hubo pegas para que fuera enterrada en un 'camposanto'.

El hecho es que el manto con el que la maharaní cumplía su promesa con la Virgen también fue guardado en un cajón durante años, ya que las camareras de la época no veían con buenos ojos aquella donación 'pagana'. Otros ilustres varones de la cofradía quisieron tirarlo al mar, de hecho fue el obispo de la época el que tuvo que rescatarlo, consciente del valor de la prenda. Desde ese momento quedó guardado en un arca, por esa razón la Virgen de la Victoria nunca pudo estrenarlo. Pero en este punto de la historia asalta una pregunta: ¿por qué Anita Delgado le regaló un manto a una Virgen que no lleva esa prenda?

La respuesta la aporta Mar Rubio: Porque antes sí los llevaba. Y explica la razón: la imagen original era una virgen de oratorio, es decir, para ser colocada justo delante de un retablo o un lienzo, de ahí que la parte de atrás fuera hueca. Para que no quedara nada a la vista eran cubiertas con mantos. Y la Virgen de la Victoria fue así hasta que en los años cuarenta la restauraron: la imagen, del siglo XV, había acusado el paso del tiempo y el cambio constante de los mantos, de hecho toda la parte trasera estaba agujereada, pero con la recuperación la convirtieron en una pieza exenta con los ropajes incorporados a la talla. Y eso implicaba que ya no hacía falta manto, por eso la patrona no llegó a estrenar la prenda que le regaló la maharaní. Sí lo hicieron, sin embargo, otras dolorosas como la Virgen de la Expiración o la Dolorosa del Rico por petición de sus cofradías para celebrar el dogma concepcionista.

La Virgen fue también un regalo

Pero además de la del manto de Anita existen muchas otras historias curiosas en el recorrido que descubre la Cripta de la Victoria. Por ejemplo que la construcción de la torre donde se integra la propia cripta, el oratorio y el camarín de la Virgen fue financiada por el conde de Buenavista. De hecho él está enterrado allí con su mujer. Como noble -un título que le otorgó Carlos II en 1691- estaba 'obligado' a buscar un enterramiento a la altura del rango que le había sido concedido, de ahí la iniciativa de sufragar una torre en la iglesia donde estaba la Virgen de la Victoria.

La imagen de la patrona también tiene su propia leyenda. Unos dicen que viene de la Escuela de Escultura Sevillana, pero otros muchos historiadores (entre ellos Mar Rubio) defienden una historia mucho más 'romántica': en realidad la imagen fue un regalo de Maximiliano de Austria a Fernando el Católico con motivo de la boda de sus hijos: Felipe el Hermoso y Juana la Loca. Es decir, una especie de intercambio entre consuegros. Entre los presentes del padre de Felipe el Hermoso había multitud de objetos de guerra, con los que quiso contribuir a la conquista que Fernando el Católico estaba librando en los territorios del sur de España. Las crónicas cuentan incluso que entre los regalos había unas campanitas que el rey de Aragón colocaba en los territorios a medida que los iba ganando para la causa cristiana.

El presente, con la imagen de aquella virgen de oratorio incluída, llegó justo al campamento que el rey había levantado en la zona de la Victoria para ganar Málaga. Su mujer, Isabel la Católica, se incorporó más tarde a la lucha y decidió levantar su campamento en la zona de La Trinidad, y tras la victoria el monarca decidió que aquella imagen quedara para siempre en Málaga como patrona de la ciudad. El resto ya es historia. También la de su manto.

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