Lluvia de estrellas en el Rectorado.

La estrella fugaz de la Noche en Blanco

La velada cultural, con los astros como eje temático, celebra su novena edición en Málaga sin grandes reclamos

Antonio Javier López

Domingo, 15 de mayo 2016, 02:06

La Noche en Blanco encierra más de una paradoja. Para empezar, la Noche en Blanco empieza de día. De hecho, es nuestro Día de la Marmota. Para quienes no estén familiarizados con esto último, la expresión procede del método empleado por unos granjeros de Estados Unidos para predecir cuándo terminará el invierno según el comportamiento del animal.

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Aunque, en realidad, el Día de la Marmota ha venido a resumir la sensación de que algo se repite de manera casi idéntica a lo largo del tiempo. Le sucedía a un personaje interpretado por Bill Murray, que se levantaba cada mañana justo en el Día de la Marmota en la película de los años 90 Atrapado en el tiempo.

Y con el paso del tiempo, lo único que ha atrapado la ciudad de aquella candidatura para ser Capital Europea de la Cultura (justo) en 2016 ha sido la Noche en Blanco, que ayer celebraba su novena edición sin grandes reclamos en torno al tema, elegido por encuesta popular, de las estrellas. Una estrella fugaz, la Noche en Blanco, en el cielo de la realidad cotidiana de la cultura malagueña.

Porque aún no habían dado las ocho de la tarde, hora oficial del comienzo de la Noche en Blanco, y ya había cola para entrar a la Casa Natal de Picasso, a la que van menos de un 10% de malagueños. Sonaban las ocho en las campanas de la iglesia de San Agustín y pasaba de largo por su puerta la cola para acceder al Museo Picasso Málaga, con un 15% de visitantes locales. Cola en el Pompidou, con el promedio en el 37%. Cola en el Thyssen perdiéndose por la calle Mártires con el 40% de visitas malagueñas el resto del año. Casi lleno el Patio de los Naranjos para escuchar música clásica, con los abonos de la Orquesta Filarmónica reducidos en un 17% en las últimas siete temporadas.

O puede que la Noche en Blanco no tenga, en el fondo, mucho que ver con nada de todo eso. Si la velada lúdico-cultural ha pervivido en el tiempo ha sido porque pulsa una de las fibras más sensibles de la idiosincrasia local: la querencia a tomar la calle, sobre todo, el centro de la ciudad, de manera puntual, con un itinerario en la mano y el reclamo de lo gratuito como santo y seña. No en vano, el hecho de que cada año los lugares más concurridos en la Noche en Blanco sigan siendo los museos, con entrada libre pocas horas después, como cada domingo, plantea un enjundioso motivo para la reflexión colectiva y el estudio sociológico.

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Claro que quizá sólo se trate de socializar, de echar el sábado por la noche en la calle. Y la de ayer volvió a demostrar su tirón popular, aunque sin las aglomeraciones de ediciones pasadas. Al filo de las diez de la noche se podía cruzar la calle Larios, ver las actuaciones musicales en la plaza del Obispo e incluso hacerse un hueco en primera fila para ver a Chenoa en la plaza de la Constitución sin demasiados agobios más allá de momentos puntuales. Por poder, incluso se podía elegir el establecimiento donde hacer parada y fonda. Incluso sentado. Algo impensable en las Noches en Blanco de los últimos años.

A ese hecho ha podido contribuir que en esta edición se ha reducido el número de escenarios (de 143 en 2015 se ha pasado a 107), pero sobre todo que esa merma se ha visto de manera especial en las propuestas que tomaban la calle. A la postre, el aumento de actividades (250 citas gratuitas frente a las 183 del año pasado) no trajo, salvo en puntos muy concretos, las aglomeraciones que marcaron la pauta de ediciones anteriores de la velada.

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Claro que esa mayor y mejor libertad de movimientos no fue mucho consuelo para Juan Aguirre y Aurora Laso. «Venimos desde Granada y nos acaban de decir que no podemos ver la Alcazaba porque no tenemos invitación. No lo sabíamos, aunque, de haberlo sabido, tampoco podríamos haberla recogido porque nos han dicho que se repartieron el viernes», se lamentaba Juan a las puertas del monumento.

La pareja se decantó por el Teatro Romano, primero desde el graderío y después en el foso, al que se accedía a través del Centro de Interpretación, ese cubo marrón instalado entre el yacimiento y el cine Albéniz. Cruzaban mientras tanto la calle Alcazabilla los invitados a una boda (se vieron varios grupos anoche), ellos con chaqué, ellas con vestido largo. Una niña con el vestido de su primera comunión le pedía a sus padres un helado de chocolate a las puertas del palacio de la Aduana y los operarios iban colocando las sillas para la actuación de Concerto Málaga en el Patio delos Naranjos.

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Al otro lado de la Catedral, voces infantiles y juveniles sonaban de la mano de la Fundación Musical Málaga. El escenario cambiaba su orientación habitual y dejaba de ofrecer como telón de fondo la impresionante fachada del primer templo de la ciudad. Aunque no era la cuestión estética lo que preocupaba a Mario Porras, el director del OrfeónPreuniversitario, que se las vio y se las deseó para colocar sobre la tarima a los chicos y chicas que interpretaron temas incluidos en las bandas sonoras de Sister Act, La Misión, Frozen o Cabaret.

«Es el único coro de estas características que hay en Andalucía, con chavales de entre 16 y 18 años. Para muchos de ellos supone un esfuerzo notable, ya que tienen que compatibilizar los estudios con los ensayos, que se realizan los sábados por la mañana en Nuevo San Andrés», explicaba Pilar Rodríguez, madre de Javier Miranda, que todas las semanas hace ese trayecto desde La Cala del Moral para acudir a los ensayos.

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Más jovencitos los cantantes dirigidos por Manuel Sanchidrián, al frente del coro Ad Libitum del Conservatorio Martín Tenllado. «Son 38 chicos de entre 10 y 14 años y hemos interpretado seis canciones de ABBA», glosaba Sanchidrián, que precedió a la batuta a Mario Porras, quien no dudó en subirse a una caja de almacenaje, eso sí, sin ruedas, para poder dirigir el Orfeón Preuniversitario durante su apretada participación en la Noche en Blanco.

Como apretada fue la agenda del CAC Málaga, uno de los centros más activos de la velada en cuanto a programación de actividades. Danza, cuentacuentos, talleres didácticos para niños, un happening poético, la guitarra del Niño Caracola, un concierto acústico de Verónica Ferriani & Wagner Barbosa, otro concierto de The Jungle... Propuestas tanto en las salas de exposiciones, como en la explanada exterior y en el interior de la Librería Agapea hicieron del CAC Málaga uno de los puntos más activos de la noche.

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Sonaba The Jungle en el CAC Málaga y en el restaurante José Carlos García, el escultor Chico Repullo daba forma a un busto de Manuel Alcántara. Los alumnos de Arquitectura de la UMA volvían a ofrecer una de las actividades más cuidadas con una suerte de lluvia de estrellas en el interior del Rectorado. Otra exquisitez, esta en la Sala María Cristina, con la Orquesta de Cámara Promúsica interpretando piezas de Piazzola. Y un oasis en el Museo del Vidrio, muy concurrido.

También animada estuvo la actividad interactiva de SUR, en la que los malagueños se convertían en protagonistas de un singular Paseo de la Fama. Un millar de participantes acudieron a la cita. Una pareja y sus dos hijos se retrataron con la estrella y un rótulo escrito a mano por la madre. Familia Happy. La felicidad, otra estrella fugaz.

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