Antonio Javier López
Viernes, 13 de mayo 2016, 01:07
Pablo Aranda no está muy seguro de si iban en el Seat 127 amarillo o en el Simca 1200 verde; tampoco tiene claro si tenía nueve, diez, once o doce años. Lo que sí recuerda como si le acabara de suceder es el fogonazo, la impresión de verse frente al edificio del Centro Georges Pompidou de París junto a su padre, su madre y sus dos hermanos en una de las escalas del viaje que emprendieron por Europa a bordo de aquel coche ahora difuso.
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Aranda volvió al Pompidou, ya por su cuenta: a los 19 años «con mis amigos y mis melenas» y en 2014, para realizar una serie de reportajes. Y el escritor regresó ayer a otro Pompidou, el de Málaga, para hablar dentro del ciclo A pie de obra de viajes, de arte, de vidas cruzadas en torno a la instalación Ghost (Fantasma) de Kader Attia.
Y aquí los primeros puentes. Los lazos tejidos por Pablo Aranda, que pasó un año en Argelia, país de origen de Attia, niño extranjero en el país galo como Fleur Pellerin, la ministra francesa de Cultura que casi debutó en el cargo hace un año en la inauguración del Pompidou malagueño, donde coincidió con Aranda, que se quedó con las ganas de hacerse un selfie con ella, rompiendo así su timidez y su costumbre.
Centro Pompidou Málaga
El Centro Pompidou Málaga y Unicaja han consensuado un nuevo convenio de patrocinio que ayer recibió la aprobación de la Junta de Gobierno Local. El acuerdo tiene una duración de un año y establece una aportación de 250.000 euros por parte de la entidad financiera. Fuentes municipales explicaron ayer que se tratan de las mismas condiciones del convenio de patrocinio firmado entre ambas entidades el año pasado, que ahora encuentra continuidad con este nuevo acuerdo. En este sentido, el alcalde Francisco de la Torre anunció antes de la inauguración del Pompidou un acuerdo con Unicaja por el que la entidad financiera aportaría a la franquicia 1,25 millones de euros entre 2015 y 2019.
Aranda, que durante su estancia de un año en Argelia visitó Gardaya, la milenaria ciudad con edificios de adobe que sirvió de inspiración a Kader Attia, como antes le pasó a Le Corbusier, el arquitecto elevado a la categoría de artista total en una ambiciosa exposición organizada por el Centro Georges Pompidou casi al mismo tiempo que el museo galo estrenaba su filial malagueña en la que ayer hablaba Pablo Aranda sobre todo esto y más.
Sobre las esculturas de Kader Attia realizadas con papel de aluminio, como esas mantas que entregan a los refugiados cuando llegan a tierra en busca de un futuro que merezca ese nombre. Suelen llegar los condenados de la Tierra a una isla Lampedusa, Lesbos... como la que parecen formar las esculturas de Attia en la sala principal del Pompidou malagueño, que acordona la instalación con una línea pintada en el suelo.
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La obra de Attia, donde Aranda percibe «un pellizco para hacer pensar». Pensar en la chiripa de haber nacido a este lado del Mediterráneo, en la suerte de que tu historia no se haya cruzado con la tragedia.
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