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MÓNICA BERGÓS
Sábado, 19 de marzo 2016, 01:13
El actor español de comedia más cotizado del momento, el malagueño Dani Rovira, cambia de registro en su nueva película, 100 metros, que rueda estos días en Barcelona. Una historia dramática, de superación personal, dirigida por el catalán Marcel Barrena y basada en el caso real de Ramón Arroyo, un joven diagnosticado con esclerosis múltiple al que los médicos le dicen que no será capaz de caminar ni 100 metros, y que decide poner a prueba su fuerza de voluntad y participar en una dura competición de triatlón, la Ironman de Calella.
Rovira atendió ayer a los periodistas desde el set de rodaje de la película, en los estudios de grabación de Gestmusic Endemol, visiblemente transformado desde su última aparición pública, como presentador en la pasada gala de los Goya. Sin barba y mucho más delgado, para ajustarse a las exigencias del guion, el actor malagueño confesó que la transformación está siendo no sólo física, también está ocurriendo en el plano más interno. «Estar en contacto con personas que sufren una enfermedad como la esclerosis múltiples te ayuda a situarte. Aprendes a dar importancia a lo que realmente la tiene. Aprendes a brindar siempre por la salud. Intentas ser feliz con lo que tienes y a no quejarte».
Este aprendizaje vital también le ha ayudado a pasar página a la amarga experiencia que significó recibir la avalancha de críticas que le llovieron tras presentar la gala de los Goya. «Al final, ves que no ha sido más que una oportunidad para reflexionar. Te das cuenta de cómo funcionan las redes sociales, entiendes en qué momento te encuentras como actor, y en qué momento se encuentra este país», explicó el protagonista de Ocho apellidos vascos, quien añadió que el mal trago le ha posibilitado tomar conciencia de que «somos humanos, y por tanto somos vulnerables». Encontrarse en un dulce momento de su carrera no le ha permitido estar a salvo de un «inmenso sentimiento de tristeza ante tanto odio gratuito», pero ha decidido tomar distancia y poner perspectiva al asunto. «Lo que ves es que hay gente muy infeliz que desahoga sus frustraciones a través de las redes sociales, por eso hay que intentar no tomarse tan a pecho lo que se publica en estos medios, no hacerles tanto caso».
Durante el rodaje, Rovira ha estado trabajando codo con codo con Ramón Arroyo, a quien define como un auténtico «superhéroe». Los lazos de amistad que están construyendo han hecho que se hayan decidido a presentarse juntos a correr la media Ironman de Calella este próximo mes de mayo de manera paralela, lo que está suponiendo todo un reto también para el actor. Tras las duras horas de intenso rodaje ha estado metido en el mar en pleno invierno durante una semana y ha recorrido kilómetros en bicicleta en plena montaña con condiciones climatológicas adversas, el actor se está sometiendo a tres horas diarias de entrenamiento junto a Arroyo. «La verdad es que estoy haciendo vida monacal».
Karra enfadado
Rovira espera que 100 metros pueda servir para dar a conocer la esclerosis múltiple, también conocida como enfermedad de las mil caras. Este trastorno neurodegenerativo que daña el organismo de manera lenta y persistente todavía no tiene cura y afecta a 50.000 personas en España. «Muchas de ellas tienen que batallar en el plano administrativo y legal para que su dolencia adquiera el reconocimiento que merece», incidió el actor.
En la película también participa Karra Elejalde, quien volverá a hacer de suegro (y entrenador) del personaje de Rovira, como ya hizo en Ocho apellidos vascos y en su secuela. A pesar de este claro paralelismo, el actor alavés negó que existieran otras similitudes con la taquillera saga, y se mostró incomprensiblemente molesto al ser preguntado por los periodistas. «Yo no quiero reeditar esos roles. Lo que a mí me gusta de esta profesión es crear nuevos personajes. Eso no lo tuve en Ocho apellidos catalanes. Fue goloso para el bolsillo, nada más», reconoció en un arrebato de sinceridad. Y atacó, enérgico: «Sed más inteligentes y no me preguntéis este tipo de cosas». Más tarde confesó que todavía no había comido, tras horas de rodaje. La explicación para esos malos humos podría encontrarse en su estómago vacío.
Mientras, el director Marcel Barrena, explicaba que aspira a que su película pueda «transmitir cosas buenas». La enmarca en el género del drama con pinceladas cómicas, lo que también se conoce como dramedia o una feel good movie. La francesa Intocable podría ser su referente más cercano, aunque el cineasta aspira a que el público reconozca en su primer largometraje de ficción su objetivo de parecerse «a Woody Allen en cuanto a los diálogos, ágiles y chispeantes, y a Spielberg en cuanto a la emoción». Barrena es autor del premiado documental Mundo pequeño, basado en la historia de superación de Albert Casals, un joven que viaja por el mundo en silla de ruedas. 100 metros está producida por Filmax y podría estrenarse este mismo año.
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