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Roca Rey, que salió a hombros al cortar tres orejas, entra a matar en el festejo de ayer. ::
Roca Rey deslumbra en Valencia

Roca Rey deslumbra en Valencia

Exhibición de poder, valor y cabeza del torero limeño, que se presenta en la feria de Fallas como un terremoto

BARQUERITO

Viernes, 18 de marzo 2016, 00:49

Sin contar el duelo menor del 5 de marzo en Castellón -López Simón y Roca Rey de protagonistas emergentes- el primer mano a mano del año fue este de Valencia. Mano a mano de verdad. Talavante, en su trono libertario, y Roca Rey, aspirante. Aspirante de aspirar a todo: a destronar al primero que se ponga por delante. El primero fue Talavante. Nada más y nada menos.

EL FESTEJO

  • uLugar. Valencia. 7ª de Fallas.

  • uGanadería. Seis toros de Victoriano del Río. Primero, cuarto y quinto, con el hierro de Toros de Cortés.

  • uToreros. Mano a mano. Alejandro Talavante, saludos tras un aviso, silencio y una oreja. Roca Rey. Saludos tras petición, dos orejas y una oreja.

Antes de soltarse el cuarto toro, a mitad de corrida, ya llevaba ganada Roca Rey la pelea con claridad. El primer toro fue un cinqueño de finas puntas del hierro de Toros de Cortés. El segundo toro, engatillado y astifino, salió abanto y frío. No fue fácil sujetarlo ni fijarlo. No se confió Talavante en el recibo del tercero, que se soltaba, pero quiso lucirse en un quite por chicuelinas. Muy pocos se esperaban que, tras un segundo puyazo trasero, Roca Rey fuera a salir como lo hizo: a quitar en los medios por saltilleras, que fueron cuatro y cosidas las cuatro, de ajuste mayúsculo y suave vuelo, y dejándose en todas llegar el toro sin mover una pestaña. El broche fue de revolera y brionesa y a Talavante no le pareció oportuno replicar. Una fiera el aspirante.

La primera faena de Roca Rey, al toro hueso, de formidable arrojo seco, aguante más que relevante y manejo más que por encima de las circunstancias, no fue valorada en todos sus méritos. En los momentos de gravitación se asustó la mayoría, pero, tras una estocada ligeramente desprendida, no cuajó la petición de oreja. Se había celebrado más la primera faena de Talavante, abierta con el cartucho de pescado desde el platillo y dos tandas de naturales rapidillos pero muy gobernados. Fue faena declinante.

Los estatuarios sin enmienda con que Roca Rey abrió faena con el segundo fueron tremendos. Los cosió con tres impecables trincheras y el de pecho. Todavía por verse claro el toro, cuatro cambiados por la espalda y una tanda de cinco en redondo que fueron pura sutileza porque quiso ya irse a tablas el toro y hubo que sujetarlo con toques precisos. Espléndido el final: manoletinas a puro huevo, un cambio de mano, la trinchera y el de la firma. Recursos, encaje natural. Parecía hasta sencillo.

Por estatuarios

Talavante abrió por estatuarios también la faena del tercero y se echó la muleta a su mano mayor, la zurda, solo en la segunda tanda. No siempre vino el toro, algo brusco, metido en el engaño. Sonrisas de Talavante para la galería, pero paseos para refrescar ideas, que no fluían en catarata precisamente. Se acabó parando el toro. No entró la espada. Silencio.

Y se soltó el cuarto, que iba a decidir la partida. Un toro colorado muy cabezón que salió apagadote. A pies juntos Roca Rey en la toma primera, una revolera superior. Dos picotazos, apenas marcados, de los dos escupido el toro. Tras el segundo, quite de Talavante. Era obligado. Por delantales, pero se le soltó el toro, y media discreta para rematar. Y entonces salió Roca Rey a replicar: el quite mixto por tafalleras y caleserinas que El Juli desempolvó un día del repertorio mexicano, sacado el quite a pulso casi y media verónica antológica. Ahora cayó toda la gente en la cuenta.

De pie la inmensa mayoría al cabo de solo tres muletazos. Cambiados por la espalda los tres, muletazos templados a pesar de ser por arriba y, de imposible más cerca. La mecha prendida y la faena en vuelo constante desde entonces. Muletazos enroscados, larguísimos, de dominio apabullante.Rugía tanto la gente que hasta tapaba la música. Un sopapo monumental soltando el engaño. Dos orejas de golpe, pidieron el rabo. Fantástico.

El quinto, grandullón, gruesas mazorcas, atigrado, chorreadito, cara de bueno, desarmó a Talavante en el saludo, romaneó y derribó en la primera vara, empujó en la segunda. Roca Rey salió a quitar: a la verónica y despacito, solo dos, y la media. Talavante lo vio desde la boca de la tronera. Toro de mano derecha y un Talavante algo nervioso y embarcado en uno de esos trabajos desordenados de su marca pero aquí inconvenientes. Una estocada caída. Una oreja.

Por si quedaba alguna duda, Roca le pegó en el recibo al sexto hasta siete lances variados, cuatro de ellas capote a la espalda. Un galleo de frente por detrás. Y ahora se animó Talavante con un quite cortito al lance. Tras una bandera, Roca abrió faena de rodillas y en redondo, cinco muletazos templadísimos, uno de ellos de trinchera, y, en pie, el natural y el de pecho. Se vino abajo la plaza. Deslumbrados el toro y el público. Toro rajado, escarbador, muy de no pelear. El manso de la tarde. Estuvo Roca Rey por montarse encima. Muchos sustos. Otra estocada. A hombros. ¡El rey Roca!

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