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Antonio Javier López
Miércoles, 16 de marzo 2016, 14:40
A fuerza de repetirlas, algunas palabras y las ideas que inoculan acaban obteniendo la pátina de la certeza compartida, del lugar común reconocible y confortable para la pereza mental. Ha sucedido con aquel eslogan acuñado en la década de 1960 por el ministerio en manos de Manuel Fraga: Spain is different. España es diferente. Y puede que lo sea, pero no de un modo tan absoluto como pregonaba el reclamo.
Para recordarlo, bastó escuchar ayer durante cinco minutos mal contados a Simón Marchán, catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Filosofía de la UNED y asesor científico de Reflejos del pop, la nueva exposición temporal del Museo Carmen Thyssen. La muestra se aproxima a esta tendencia desde las propuestas de Eduardo Arroyo, Luis Gordillo), Equipo Crónica y Equipo Realidad.
Para Marchán, el proyecto de la pinacoteca malagueña pretende «iniciar una revisión que no se ha hecho todavía», ya que, en su opinión, «la presencia del pop español ha sido siempre marginal porque no estaba en el guión». Pero, ¿qué guión? Marchán explicaba ayer, en una suerte de pequeña clase magistral, que el arte pop español no tuvo la «cohesión» vista en otros países anglosajones, ya que «todo estaba filtrado a través de la perspectiva del realismo social». Eso crea una «óptica deformada» en el pop español respecto al realizado en Estados Unidos e Inglaterra. La España de los años 60 y 70 participaba del éxodo del campo a las ciudades, de la explosión de los medios de comunicación de masas y del nacimiento de la sociedad de consumo... pero lo había desde la asfixia política de una dictadura. Y esa batalla, en el terreno artístico, se libraba entre el realismo social y la cultura pop.
Por eso resulta paradigmático, ya desde su propio título, la combinación iconográfica de ambas corrientes que ofrece El realismo socialista y el pop art en el campo de batalla (1969) de Equipo Crónica, incluido en la exposición que ofrece el Thyssen malagueño hasta el próximo 4 de septiembre. La pieza procede del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que figura en una lista de prestadores que incluye a La Fundación La Caixa, el IVAM, el Museo de Bellas Artes de Bilbao y el Thyssen-Bornemisza de Madrid, entre otras instituciones.
Dado el número de obras (41) y de autores (4), Marchán planteó ayer la muestra como «una aproximación» al pop español, de ahí los reflejos a los que alude el título del montaje. El paseo se abre con Luis Gordillo, en cuya sección sobresalen El cochecito (1970) y La familia (1972). «Hemos intentado mantener el equilibrio en la representación de los autores», apostillaba ayer la directora artística del Thyssen malagueño, Lourdes Moreno.
Goya, Hulk y Thor
Colocado frente a Gordillo, Eduardo Arroyo, irónico y torrencial en Diferentes tipos de bigote reaccionario español o varios aspectos del Sindicato de Actividades Diversas (1970) o barroco solitario en su autorretrato como Robinson Crusoe (1965). Y, pese a todo lo anterior, en este punto reina la crítica descreída de Oui, oui, nous rentrerons dans le marché commun (Sí, sí, entraremos en el mercado común) (1971), tan vigente después de 45 años.
El Guerrero del Antifaz en medio del Guernica, aquel Felipe IV de Velázquez con fondo a modo de Lichtenstein, las pinturas negras de Goya debajo de Hulk y Thor y las máscaras de Guitérrez Solana entre carteles de anuncios de espectáculos de variedades llegan desde las propuestas de Equipo Crónica.
Y otro equipo, Realidad, para terminar el paseo con la Anunciación (1966-67) de un Superman que trae detergente a un ama de casa... Y una media sonrisa. Al fin y al cabo, éramos diferentes, pero no tanto.
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