Rosario González
Viernes, 4 de marzo 2016, 14:06
En la casa de Juan Tamariz (Madrid, 1942) la ilusión funciona 24 horas, como en uno de esos establecimientos que te solucionan una urgencia a horas intempestivas. El ilusionista comparte vida y profesión con su mujer, Consuelo Lorgia, y una de sus hijas, Ana, que regenta la Escuela Mágica de Madrid. Es casi una condición sine qua non para una profesión a la que, explica Tamariz, dedica entre diez y doce horas diarias desde que decidiera profesionalizar su vocación infantil hace ya más de medio siglo.
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Con 73 años cumplidos, el reputado ilusionista y cartomago sigue haciendo gala de una energía apabullante, con numerosas actuaciones alrededor del mundo, presentaciones en congresos y colaboraciones en eventos televisivos. Precisamente este viernes estrena en Madrid su último espectáculo: "Magia Potagia y más", con el que pretende "inundar de humor y alegría" el Teatro de la Luz Philips de la Gran Vía. Tamariz ofrecerá los mejores números de su carrera, en un renovado espectáculo cargado de humor, telepatía e improvisación en un montaje de dos horas de duración en el que contará con la participación de su mujer y prestigiosa maga colombiana, Consuelo Lorgia.
"Después de tantos años, la ilusión que genera la magia es la misma o incluso más que nunca", explica Tamariz, que rechaza que los avances tecnológicos hayan transformado el espectáculo de la ilusión. "Lo que aporta es que sea más posible que nunca, pero hace años ya poníamos una pantallita para que las últimas filas de un teatro grande pudieran ver bien las cartas".
El madrileño, que recibió en 2011 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, sigue derrochando pasión y esfuerzo para lograr su objetivo último, llegar al niño interior que, asegura, sigue habitando en todos los adultos. "Vas creciendo y se te pone una capa y luego otra capa coriácea, y otra más... y a veces ese niño interior pierde la capacidad de juego, de sorpresa, de asombro y de pasmo por lo que mi tarea es romper esas capas poquito a poco".
Para conseguirlo, Tamariz lleva medio siglo acompañando su experiencia con el humor y la alegría, la seña de identidad a lo largo de toda su carrera, aunque insiste en destacar el matiz. "Yo no soy cómico, no hago humor, no cuento chistes ni tengo líneas escritas; lo mío es la alegría y la diversión, y siempre tengo la esperanza de que me transmitan lo mismo para llegar yo también hasta ese niño".
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