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La exposición cuenta con un extenso de vídeo, talleres y proyecciones.
Tiempos revueltos

Tiempos revueltos

El conflicto, indisociable de las sociedades humanas, es un motor para éstas. ‘Hors Pistes’ atiende a los últimos movimientos sociales y a paradigmas y estrategias como lo asambleario y lo horizontal. Resistencia y transformación, actitudes irrenunciables

juan francisco rueda

Sábado, 20 de febrero 2016, 00:00

La celebración del festival Hors Pistes en el Centre Pompidou Málaga, sirve para observar una nueva y afortunada dimensión de la institución. Con el desarrollo de Hors Pistes, ésta avanza hacia una consideración más próxima a la de centro de arte, ya que atiende a la creación estrictamente contemporánea y articula y produce una serie de acciones artísticas y debates que se engloban en el tema al que se consagra el festival. He aquí otro de los asuntos a considerar: Hors Pistes se viene desarrollando en París desde hace más de una década y, en esta ocasión, nuestra ciudad sirve de antesala a la edición que ocupará el parisino Centre Pompidou en abril; debido a esto, la presencia de artistas nacionales ha adquirido gran importancia y la extraordinaria performance concebida por Pedro G. Romero para esta cita, Las procesiones (La calebarroca), celebrada el sábado 13, se representará en Francia ésta requeriría para sí una crítica aparte, dada su potencia conceptual y acertada puesta en escena a través del flamenco. Subyace en esto un ejercicio menor o no de internacionalización de la creación patria.

Hors Pistes está conformado por una exposición que funciona como un extensísimo programa de vídeo, talleres participativos que toman el espacio público, proyecciones de películas en el Cine Albéniz, mesas de debate y varias performances (a la de Romero se le une la de Anne Collod que hoy se realiza). La institución se ramifica y proyecta en el entorno, interactuando con los ciudadanos, alumbrando, en muchos casos, experiencias de arte relacional, volcadas a la generación de situaciones, como las de Collod o el taller de Iván Argote en torno a la protesta.

En su afán por interrogarnos por el presente, Hors Pistes dedica cada edición a un tema de actualidad. En esta ocasión ha sido El arte de la revuelta, centrándose en los movimientos sociales que se desencadenaron en distintas partes del mundo en los últimos años (15-M, Occupy Wall Street o la ateniense Plaza Syntagma). Estos ejes se amplían con otras cuestiones propositivas en torno a nuevos modelos de sociedad y de organización ciudadana, que sirven tanto para frenar erráticas y sordas para con el individuo actuaciones públicas, como para solucionar, desde abajo y en horizontal, la inoperancia de las administraciones en problemas acuciantes. La programación tiene la virtud de escapar de cierta estetización vacua y de una perniciosa cosificación en las que se puede incurrir al hacer museables estas situaciones y síntomas sociales con ansias de transformación. Es lo que pudo suceder con la inclusión de una acampada en la 7ª Bienal de Berlín (2012): movimientos de indignados que ocuparon lugares en todo el planeta se daban cita allí para mostrar una suerte de repertorio estético y demostrar en qué consistía la actividad asamblearia y cómo era la vida en las acampadas. El afán por dar visibilidad puede desembocar en inane curiosidad y en reducir a los activistas a objetos de museo antropológico o de etnografía, en los que se descubría, con distancia etnocéntrica, exóticas formas de vida.

Tono documental

La propuesta del Pompidou sortea esta situación debido a su evidente tono documental y a lo metafórico y simbólico de algunos de los vídeos, como el poético y contundente de Mel OCallagham: una persona que resiste, hasta vencer, el poderoso caudal de una manguera que intenta reducirlo un autor tan atento a lo político como Fernando Sánchez Castillo ha empleado camiones-manguera de la policía como esculturas y como motivos para sus vídeos. En cualquier caso, la incorporación del arte político a los museos es una cuestión conflictiva que bascula entre la posible desactivación de las demandas, tanto como el uso interesado de la institución que las viene a fagocitar bajo la figura de la «legitimación», y, por contra, la capacidad de infiltración y saber aprovechar el altavoz y el poder simbólico que suponen las instituciones museísticas, donde se genera sentido. No obstante, parece que los lugares más oportunos para ejercitar una «crítica institucional» son las propias instituciones. De hecho, no podemos dejar de recordar una exposición como Principio Potosí, que tuvo lugar en el Reina Sofía (2010), como tampoco obviamos ciertas similitudes entre Hors Pistes y otra muestra del Reina como fue Playgrounds. Reinventar la plaza (2014), en la que la malagueña Leonor Serrano desarrolló un taller infantil en torno a la construcción colaborativa y horizontal, asunto que vemos aquí, a otra escala, en los vídeos del arquitecto Santiago Cirugeda.

Los vídeos, además, enlazan con la preocupación que tiene la sede malagueña por atender al cuerpo como escenario y constructo privilegiado como campo de batalla para el arte de los siglos XX y XXI (la primera temporal, Vidéodanse, se dedicó al arte del movimiento corporal, así como una de las secciones de la colección responde a El cuerpo político. Y, ciertamente, son los cuerpos, unas veces en individual, como el vídeo de OCallagham o el del bailaor Israel Galván filmado por Pedro G., y otras en masa, articulados como unidad que se opone al poder, los que centran la mayoría de cintas.

Aunque muchas otras piezas fílmicas hubieran tenido cabida resulta imposible no recordar las acciones del colectivo Flo6x8 en sucursales bancarias y en el Parlamento de Andalucía, en las que se usa el flamenco como arma, creando letras incisivas, la selección es brillante y expande los conceptos de revuelta y revolución a muchas situaciones y estrategias de la sociedad actual. Es desternillante y posee algo de Rebelión en la granja de Orwell el Baby Marx de Pedro Reyes. Rond de jambe, de Aimee Zito Lema, recupera la oposición ciudadana en los ochenta a la construcción de la Ópera de Ámsterdam, lo que sirve para que el ejemplo burgalés de Gamonal acuda a nuestra mente. Los vídeos de Adrián Melis, en los que juega con la paradoja, son de una lucidez aplastante, poniendo en evidencia las contradicciones de los sistemas. Las acciones de Recetas urbanas (entre ellas los barracones de Teatinos), de Cirugeda, evidencian modelos de recuperación, autoconstrucción y de sostenibilidad, en ocasiones retando a la legalidad, y que hoy cuentan con el refrendo de las instituciones piensen en los últimos premios Turner y Pritzker, concedidos a los comprometidos colectivo Assemble y a Alejandro Aravena. Los vídeos de Oliver Ressler y Jem Cohen nos acercan a las tomas de las plazas: síntomas de tiempos revueltos, de tiempos de cambio.

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