![El arte que quiso bajar del pedestal al Marqués de Larios, en el CAAC de Sevilla](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/pre2017/multimedia/noticias/201601/29/media/cortadas/parejoschool--575x323.jpg)
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Lalia González
Sábado, 30 de enero 2016, 02:32
No se sabe cuántos eran, cuándo empezaron exactamente ni en qué momento decidieron acabar, pero todo ello forma parte de la originalidad de Agustín Parejo School (APS), el grupo de artistas malagueños que actuó, casi mejor que trabajó, entre los años 80 y 90 y que ahora, veinte años después, es objeto de una retrospectiva en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Un grupo «mítico», para el director del CAAC, Juan Antonio Álvarez Reyes, autor de una obra que mezcla «guasa, compromiso, crítica y una pizca de arte, porque no les interesaba mucho ser artistas», según les define el comisario, Jesús Alcaide.
La muestra abre el programa del CAAC para recuperar el arte andaluz de los 80 y su organización ha permitido recuperar obras, documentos y hasta una donación del crítico Jesús Reina. No es una cuestión menor, porque mucho de su trabajo se ha perdido, por su propia naturaleza o por los soportes utilizados.
Rogelio López Cuenca cree que la exposición Agustín Parejo School es un reto para cualquier museo, porque «¿cómo se cuentan cosas que no se hicieron para exponerse?». Cómo enmarcar y colgar, por ejemplo, una octavilla. El desafío, dice, es conseguir que no sea «una exhibición de reliquias de santos, una misa mortuoria. No hay nada más frustrante y estéril que la nostalgia. Quizá sí, la nostalgia institucionalizada». El artista malagueño reflexiona sobre esta retrospectiva «Recordar es buscar el hilo rojo que nos ata al presente y explica las cosas dentro de una genealogía». A su juicio la muestra ofrece un especial interés «para artistas jóvenes que trabajan en la actualidad, como nos pasó a nosotros, creyendo que caían del cielo y que no tenían pasado y que estaban inventando el mundo. Es muy importante enlazarnos con experiencias previas».
APS fue una experiencia «anónima, colectiva, activa y radical» que comenzó con pintadas callejeras, y una de ellas abre el recorrido de la exposición, y que se diluyó a mediados de los 90 de forma natural. Por ello Rogelio López Cuenca dijo que prefiere ser considerado «alguien que pasaba por allí, como tantos, que colaboraron en grado mayor o menor. No hay una nómina de miembros».
Pero sí un cierto punto de partida, la exposición realizada en el Ateneo de Málaga en 1982, que abre el recorrido. Utilizando la iconografía soviética, APS propone en Oktubre una lectura irónica de la victoria del PSOE en las elecciones generales de ese año, o hace un guiño, ahora visionario, al jugar con la idea Costa de la URSS/Costa del Sol. O cuelga dos grandes banderas, del Málaga y del Betis, con la hoz y el martillo.
Un segundo eje temático se refiere a la visión del sur en la obra de APS, con sus piezas de la serie Lenin Cumbe, realizada para el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla en 1992 y concebida como una crítica a la Expo y a las relaciones con los países latinoamericanos, en las que se recupera el trabajo manual, la pintura, y el primitivismo.
También se incluyen sus aventuras musicales. La primera fue UHP, una especie de red subterránea de intercambio de música política y experimental, postpunk, al margen del mercado, de la que participó Marcelo Expósito, hoy miembro de la Mesa del Congreso por Podemos. La otra se llamó Peña Wagneriana y se muestra su único disco, Hirno de Andalucía, cuyo gran éxito fue la canción Ojú que caló, sintonía durante años de un programa de Radio 3.
APS se adelantó también a su tiempo en la elección del ámbito local, como trasunto de lo global. Destaca su performance Vota a Moreno, llevada a cabo en Fuengirola, con un candidato ficticio, miembro del grupo que ahora vive «emigrado» en Nueva York, dijo López Cuenca.
Aún más actual resultan los vídeos que recogen la participación de APS en las manifestaciones semanales del colectivo malagueño que reclamaba el derecho a la vivienda, convertidas en acciones de arte y que resumen muy bien la esencia del grupo, entre la creatividad y la protesta.
La relectura de la historia, otro de los ejes temáticos de la exposición, tiene su punto culminante en Sin Larios, la pieza del proyecto Plus Ultra encargado para el 92, que el alcalde Pedro Aparicio no quiso instalar. Se trataba de sustituir el monumento del marques de Larios por la estatua del obrero a quien López Cuenca no gusta llamar Mazantini, «porque Aparicio se negó diciendo que la España cafre sustituye a un marqués por un torero, cuando no era esa la intención».
López Cuenca piensa ahora que «el fracaso del proyecto fue su éxito. El que no se llevara a cabo evidenció que realizar una obra no es tanto su materialización como el objetivo, que era recuperar un hecho de la memoria histórica». La imagen del obrero sustituyendo al marqués se va a utilizar en numerosas ocasiones, por sindicatos y colectivos, y «el símbolo que nace en un contexto artístico se reactiva».
Mirando a la Málaga de hoy, López Cuenca sigue siendo muy crítico: «Es mentira que sea una meca del arte, no está creando cultura. Se trata de una burbuja museística como lo fue la del ladrillo, vinculada al beneficio de las empresas de hostelería, que va a estallar de un momento a otro y que materializa los planes de privatización que el neoliberalismo aplica a las ciudades, convertidas en mercancía».
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