Medina Galeote también realiza varias intervenciones en muros y techos.

Vida y arte. Esas cosas

José Medina Galeote recapitula y traza nuevos caminos en su exposición en El Pacto Invisible, en cuyo espacio interviene pictóricamente para crear un marco que arrope sus convicciones en torno al arte y la vida

juan francisco rueda

Sábado, 26 de diciembre 2015, 00:23

Ir descubriendo las piezas que José Medina Galeote (Girona, 1970) ha creado para All my things, supone ir redescubriendo los espacios de la Galería El Pacto Invisible, donde expone por primera vez. Esto evidencia el inequívoco componente ambiental que posee la propuesta del artista malagueño, apoyado, en buena medida, en la apropiación del espacio mediante una pintura que lo coloniza, que cobra justo sentido al ser llamada «expandida» y que dialoga con los muy distintos ámbitos en los que se articula la galería (una casa del siglo XVIII). He aquí uno de los grandes aciertos: saber adaptarse a un espacio expositivo ciertamente singular, manteniendo diálogos con él en cada una de las estancias, incluido el patio, así como asumir y replicar pictóricamente elementos (las baldosas hidráulicas o la trama del solado) que condicionan la exhibición de las obras pero que, prodigiosamente, el artista acaba haciendo suyos. Es el caso de la pieza tridimensional Le grand tour, que al reflejar en su superficie metálica el pavimento del patio se camufla si es vista por su parte no pintada, o de Doble suelo, la intervención en un techo que, como si se tratase de un efecto espejo, replica el pavimento de colores, distorsionando el espacio. Es ésta, la intervención pictórica de la arquitectura, una de las cosas el título de la exposición se traduce como Todas mis cosas que caracteriza a Medina Galeote y que le han ayudado a cimentar una poética rotundamente personal e intransferible.

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Así, al ver All my things, se tiene la sensación de encontrarse ante «Todo Medina Galeote». Reconocemos al artista a través de multitud de elementos que, como si de un palimpsesto se tratara, vamos acumulando en la deriva por la galería. Hay, por tanto, una suerte de repaso de aquello que el artista asume como determinante e inequívocamente suyo. Pero, por otro lado, no se contenta con esa especie de revisión de sí mismo, sino que nos regala una serie de nuevos recursos y modos de exponer. Son, acaso, unos guiños que presumimos han de ser sendas de obligada experimentación: algo de lo mucho que está por-venir. Quizás el aspecto más trascendental de esas nuevas aportaciones sea la puntual inclusión de la figuración, si no de manera verista sí, al menos, perfectamente reconocible o distinguible. Este decidido paso a los referentes, que vemos en varias piezas, convive con el habitual ejercicio de camuflaje que ha definido a Medina Galeote como uno de los creadores que, desde la plástica, más y mejor ha reflexionado en torno a la ocultación y el mimetismo, asunto grueso en nuestros días un verdadero síntoma social. Otro aspecto a destacar es la vuelta a lo tridimensional, ya que en alguna muestra anterior se incorporó. El creador sitúa su trabajo en un terreno fronterizo entre la pintura y la escultura. En piezas como la peonza (Le grand tour) o la pareja de púgiles volumétricos (Vida negra), bascula entre lo escultórico y la pintura expandida. Tal vez «pintura tridimensional» o «escultopintura» sean definiciones que se ajustarían a estas propuestas mestizas.

Medina Galeote, asimismo, incorpora nuevos materiales; es el caso del esmalte sintético como materia pictórica, la madera que adquiere formas reconocibles, el metal como soporte y los lacados que recubren muchos de esos materiales como suerte de capa de imprimación sobre la que despliega su personalísima trama de curvas, líneas topográficas y cebreados. Algunas de las obras que nacen con estos materiales, como dos pequeñas pero exquisitas pinturas (Placa base y Placa juego), siguen jugando con lo resbaladizo. Situadas en una habitación con suelo de baldosas hidráulicas, que el artista replica en el techo, estas obras parecen ser, al modo de un trampantojo, azulejos. Ensaya también distintas formas de exponer, como ocurre en el díptico que da nombre a la muestra: un lienzo descansa en el suelo tapando parcialmente otro que se sitúa, colgado, tras de sí; de este modo, oculta parte, como una trascendental cita de Paul Auster sobre la generación de imágenes. Auster, autor entregado a la duda entre el azar y el destino tanto como entre la verdad y la ficción, es una de las fuentes recurrentes del pintor, como apreciamos en la serie Experimentos con la verdad (2009).

All my things es un auténtico ejercicio de madurez, dominado por ese afán por recapitular y dar unas pinceladas de nuevos desarrollos. La madurez, también, de manifestar la fe en un lenguaje y en un universo propios que ha ido decantando. Esas cosas a las que alude el título son, además de lo comentado, un relato en torno al arte y la vida que se intuye en muchas de las piezas. Arte y vida son indisolubles para Medina Galeote. De hecho, él siempre ha introducido lo vivencial y lo biográfico en sus piezas, aunque de manera camuflada, llegando a girar algunas exposiciones sobre ello. En esta ocasión vuelve a hacerlo. La pieza que nos da la bienvenida, The Hunter (El cazador), incorporada en una intervención pictórica en la pared, no sólo es un ejemplo de introducción de la figuración y nos ha de recordar el sentido de su exposición Artista invisible dispara en el CAC Málaga, sino que actúa como una suerte de autorretrato. Medina Galeote se ve a sí mismo como un francotirador, como un ser solitario en su práctica, al margen de corrientes, modas y grupos. Si el símil de lo bélico siempre animó la proyección metafórica de la figura del artista no sólo la suya, piensen en el término «vanguardia», la del boxeo también, ambos, sin duda, motivados por el riesgo y la puesta en peligro que acarreaban aquellas acciones. Así, el cambio de golpes y las onomatopeyas de dolor que vemos en la pareja de boxeadores, que responde al ilustrativo título de Vida negra, parece deslizar la idea del arte como un combate.

Ya ven, la vida y el arte, esas cosas.

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