Alicia duplicada

Coinciden el cuarto centenario de la segunda parte del ‘Quijote’ y los 150 años del primer libro de ‘Alicia’ de Carroll

juan francisco ferré

Sábado, 28 de noviembre 2015, 01:43

Los centenarios se acumulan y los fans no damos abasto a tanta celebración. Pero dos coinciden felizmente. El cuarto centenario de la segunda parte del Quijote y los 150 años del primer libro de Alicia de Carroll, las célebres Aventuras en el País de las Maravillas. Podríamos considerar las dos Alicias con la misma relevancia en la literatura infantil y juvenil con que en la literatura llamada para adultos ponderamos El Quijote.

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Un estudio de Carroll a través del prisma cervantino tampoco sería impensable. Como el Quijote de 1615 refleja en un espejo deformante (la imprenta) el de 1605, así mismo la Alicia de 1871 (titulada A través del espejo) tiende un espejo siniestro a la de 1865, trastornándola en sus fundamentos.

Es una excelente iniciativa, por tanto, reeditar con esta excusa el volumen que recoge las versiones (obra de Ramón Buckley) que más se han esforzado en la ardua tarea de adaptar creativamente las dos Alicias al español. Por si fuera poco, la edición viene acompañada de una rigurosa introducción a cargo del filósofo Manuel Garrido, donde se abordan de manera exhaustiva las cuestiones literarias y biográficas relacionadas con ambas obras, así como también la problemática lingüística, lógica o matemática que confiere a la creación carrolliana ese aura de enigma intelectual o jeroglífico demente que tanto ha fascinado a los cerebros más despiertos (literarios o científicos) desde su aparición.

Carroll declaró que sus libros no tenían intención didáctica y, sin embargo, las dos Alicias, consideradas como un díptico narrativo con idéntico protagonista, fueron concebidas para servir de guía a la niña curiosa e inquieta en su entrada en el mundo adulto. Carroll asienta así las bases de una literatura que puede ser leída en la infancia como fantasía liberadora de la prisión mental de la realidad, conforme a las peculiaridades psicológicas y culturales de esa edad, y recuperada con pleno sentido crítico en la madurez, cuando los poderes imaginativos se hayan debilitado al extremo, como medio de transmisión a los niños y a las niñas, sobre todo, de una visión intransigente de la vida.

El País de las Maravillas es un mundo insoportable para Alicia por su carencia de lógica, un mundo literalmente irracional, una realidad producto de la sinrazón, los errores y falacias del lenguaje ordinario y las opiniones comunes, mientras el Mundo del Espejo es un mundo igualmente insoportable, pero por todo lo contrario, por el exceso de cordura, el rigor moral y la literalidad aplastante de la lógica y la razón.

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Uno de los portavoces más elocuentes del mundo supuestamente maravilloso es el inefable Gato de Cheshire, cuya sonrisa de dibujo animado sigue flotando en el aire una vez ha desaparecido su cuerpo como una burla de la naturaleza a las pretensiones del saber y cuya convicción es un signo irónico de realismo: «Aquí estamos todos locos». En el orbe especular, en cambio, el amo y señor de las palabras es un huevo gigante de nombre folclórico (Humpty Dumpty) que enseña a Alicia la arbitrariedad de las reglas que rigen la conducta y el lenguaje.

Alicia escapa de ambos mundos oníricos mediante un gesto de rebeldía o de rechazo. En un caso, enfrentándose y venciendo a las cartas de la baraja comandadas por la Reina despótica que pretende decapitar a todo el que se opone a su poder irracional; en el otro, despertando del sueño transformada en una Reina interior, esto es, en una mujer plenamente consciente de su poderío individual frente a las entelequias simbólicas del poder real y la locura de la racionalidad extrema.

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