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Regina Sotorrío
Lunes, 12 de octubre 2015, 23:59
Cuando una canción se cuenta y no se canta, se descubren mensajes ocultos en las letras y cobra otro sentido el drama de Cruz de navajas, el ansia por Volver, el dolor de Y sin embargo te quiero. Cuando una canción se toca sin cantarse, las melodías se crecen y gana intensidad En carne viva, se palpa la emoción de Cartas amarillas, se revive la nostalgia de Cómo hemos cambiado. Letras sin música, música sin palabras. Era el experimento que anoche proponían en el Teatro Cervantes los músicos de Málaga de Cámara y las voces de Antonio de la Torre y María Eloy-García. Y Desnúdame el alma, el título de esta aventura, funcionó. El público lo dejó claro con sus aplausos.
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Cada tema estaba ahí por algo. Cruz de navajas recitado por la poeta María Eloy-García marcaba el inicio de una historia de encuentros y desencuentros que podría haber vivido cualquier Mario y cualquier María. Letra tras letra se construía el argumento. Cómo él no puede olvidar como ella olvida (En carne viva de Raphael); cómo ella no debería querer más que a sus ojos, más que a la vida, «más que a la mare mía» a ese otro (Y sin embargo te quiero).Por carta ella se lamenta de haber olvidado aquella amistad (Cómo hemos cambiado); mientras él no puede evitar reconocer que siempre se vuelve al primer amor (Volver). Y, pase lo que pase, La vida sigue igual. Le pusieron alma a las letras con la entonación adecuada en el momento justo (resaltando De la Torre, por ejemplo, ese «Qué le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo»).
Y tras sus voces sentidas y entregadas a veces, las menos, solapándose con ellas la música. Verónica Vidal al piano, Rafael García al clarinete, Mario Navas y Sergio Martínez al violín, Mónica Jiménez a la viola, Alejandro Martínez al violonchelo y Javier Navas a la percusión dieron otra dimensión a las canciones populares. Se reconocían las originales, incluso era inevitable repasar mentalmente las letras mientras sonaban las notas; pero los acertados arreglos orquestales y la magistral interpretación de los instrumentistas hacía que los temas de Mecano, Carlos Gardel, Presuntos Implicados, Alejandro Sanz o Raphael parecieran diferentes. Ya no eran una canción pop o un bolero, se convertían en música de cámara gracias a las transcripciones de Rafael Cañete, Alberto Martín, Miquel Ortega, Francisco Javier Moreno, Michael Thomas, Diego Pereira y Ángel Campos.
El vibráfono de Javier Navas, que se sumó a la formación original de Málaga de Cámara, aportó un plus a la interpretación; pero el trabajo era de equipo y todos tuvieron su momento protagonista. De fondo, una escenografía sencilla pero elegante, cuidando las luces y las proyecciones que ambientaban cada situación.
Pasado el ecuador del concierto-recital, Olvídame tú, de Miguel Bosé, reencontró a Antonio de la Torre y María Eloy-García en el escenario. Hasta entonces, se alternaban en las tablas. La historia de amor daba así un giro. Algún tema se salía de ese argumento imaginario (como Sólo le pido a dios o Mediterráneo), pero se justificaba por el mensaje de su letra y la belleza de su partitura. Y al final, como sucede en todo cuento de amor que se precie, el romance acaba bien. Con Noche de bodas, él y ella sellaron esta aventura con un beso. Para celebrarlo un bis por Camarón con Como el agua. «¡Cántante una!», le gritaron a De la Torre desde el público. Pero eso, entonces, ya sería otra historia.
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