Regina Sotorrío
Viernes, 9 de octubre 2015, 00:58
En la teoría, Voces era un homenaje a los grandes del flamenco que le han marcado. Entre baile y baile, resonaban en el teatro las palabras de Paco de Lucía, Camarón de la Isla, Antonio Gades, Enrique Morente... En la práctica, lo de anoche fue una reivindicación de su propia voz, la que tienen sus manos y sus pies, que hipnotizaron a un Cervantes lleno en la primera de sus cuatro noches en Málaga (con todo agotado). Aquí la maestra era ella, Sara Baras.
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Fue pura elegancia y emoción en el movimiento, delicado cuando quería y racial cuando se arrancaba desde dentro. La artista gaditana, recién llegada de una gira por Japón, construyó sobre las tablas bellas imágenes con los gestos de su cuerpo y con una efectista puesta en escena. El punto de luz adecuado en el momento justo y con el golpe de música preciso. De fondo, los retratos de aquellos a los que rendía tributo y que le servían de inspiración.
A Camarón le bailaba por taranta, con un largo vestido de vuelo que parecía multiplicarse en unos giros imposibles que clavaba a la perfección en la tarima. Sus pies cobraban vida propia en la recta final de la farruca que anticipaba a la voz de Enrique Morente. Primero lentos, marcando el ritmo de la percusión que le acompañaba o rompiendo el silencio. Después, violentos, intensos, sin pausa. Sin palabras. Un espectáculo. El teatro los seguía embrujado, sin quitar ojo a sus zapatos. Solo cuando se detuvo en seco un segundo, el auditorio aplaudió como si no hubiera un mañana. Tanto es así que Sara Baras no tuvo otra que recibir la ovación de rodillas y con la mano en el pecho. Porque ella se luce en el baile de las manos, pero se sale en el zapateado.
Se atrevió con el traje largo, los pantalones, el mantón... Bailó sola y también, bien acompañada. Con José Serrano, su pareja en el flamenco y en la vida, se marcó una seguirilla al comenzar y una bulería en el fin de fiesta. Duelo de grandes: ella tocaba las palmas mientras él pisaba con fuerza las tablas; después ella se movería al compás de él. Les arropaban además un completo cuerpo de baile, con el malagueño David Martín entre otros; el cante de Rubio de Pruna, Miguel Rosendo e Israel Fernández; la percusión de Antonio Suárez y Manuel Muñoz Pájaro; y las guitarras de Andrés Martínez y Keko Baldomero (director musical). Y todos tuvieron su momento de gloria en Voces.
Se le notaba a gusto tan cerca de su tierra, regalando más de una sonrisa al público. «A dejarnos el alma en el Teatro Cervantes. Me encanta Málaga», escribía horas antes en su cuenta de Twitter. Y no defraudó. Sara Baras puso a Málaga, literalmente, a sus pies.
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