Regina Sotorrío
Lunes, 28 de septiembre 2015, 00:34
Está «sin parar». Sara Baras atiende al teléfono mientras ultima los preparativos de su inminente viaje a Tokio y Hong Kong. Hasta allí llevará Voces, su nuevo espectáculo en el que baila al toque y al cante de los maestros que le han marcado. A la vuelta no hay descanso: le esperan cuatro noches (8,9,10 y 11 de octubre) en el Teatro Cervantes. Al menos estará cerca de casa y de su pequeño, «que es sagrado». Le gusta hablar de su familia, de su trabajo, de sus viajes; de todo menos de política. Eso, dice, se lo deja a otros. Pero antes de despedir la entrevista, un mensaje «por si lo puedes poner»: un saludo «a los chicos que van debajo del manto» de la cofradía de los Estudiantes, con quienes hizo la gala solidaria VerbeRett, y a su Princesa Rett. «Les tengo un cariño bestial». Dicho queda.
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Voces nace de una necesidad, la de recordar a los maestros del cante y del toque: Paco de Lucía, Camarón, Antonio Gades, Morente, Moraíto y Carmen Amaya. ¿Sin ellos usted sería diferente?
Agradecerles todo lo que nos han dado era obligatorio. La influencia de ellos no es solo profesional, es también personal. Es el ejemplo que nos han dado de entrega; y ese hueco que han dejado nunca lo podrá llenar nadie. Pero uno intenta mostrar su propia voz a través de todo lo que ha aprendido. No sé hasta dónde uno puede influenciar... Cuando llevas muchos años en un escaparate, hay mucha gente que se fija, que te mira, sobre todo gente joven. Y eso da mucha responsabilidad, obliga a no bajar la guardia nunca, intentar dar el cien por cien de lo que tienes.
Quizás las generaciones futuras la incluyan a usted en esa lista de maestras a las que homenajear...
Yo sigo viendo a estos maestros con distancia, yo no me podría comparar con ellos. A lo mejor con los años habrá quien algún día haga un espectáculo y me dedique algo, pero para mí es surrealista pensarlo. Y si lo pienso así... ¡me muero de miedo! (risas)
Ahora se marcha a Tokio y Hong Kong. ¿Se siente una diferente cuando actúa fuera de casa?
La verdad es que llevamos tanto tiempo viajando y compartiendo lo que somos, que ya es parte de nosotros. Cuando el flamenco no estaba ni en la mitad de los sitios del mundo en los que está hoy, ya había llegado a Japón, con casi más escuelas de flamenco que aquí. Vas sabiendo que la gente culturalmente está muy preparada y sabe lo que ve. Y te confieso que una vez que el telón se levanta, a veces uno no sabe dónde está. Sales a entregarte y te da igual si sus ojitos son achinados o redonditos.
Pese a todo, es de las pocas artistas flamencas que tienen tantas fechas en España como en el extranjero, muchos no lo pueden decir. ¿Se siente profeta en su tierra?
Sí, me siento respetada, querida y no tengo nunca suficientes palabras de agradecimiento para el público. Ahora la compañía está a punto de cumplir 20 años, y es una compañía privada. Para poder mantener eso no puedes distraerte ni un momento del trabajo, tienes que estar siempre al pie del cañón. Pero la suerte también nos acompaña.
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¿Cómo sufre el cuerpo de una bailaora tras 20 años zapateando?
Es curioso, porque en realidad te notas diferente a la gente de tu generación que no hace este ejercicio tan fuerte. Yo me siento súper joven, con mucha agilidad. No soy bailaora de dolor. De repente tu vida se hace alrededor de algo y te acostumbras. Ahora soy más mayor y, sin embargo, tengo más fuerza y más velocidad. Alo mejor también la madurez hace que uno sea mucho más inteligente a la hora de no hacerte daño, de cuidarte. Y a José Serrano, que es el artista invitado de Voces y además mi marido, le pasa igual. Nos quedan años de fuerza. Además, yo desde que he sido mamá disfruto del baile el doble. No sé la fuerza que te da, pero me siento mucho mejor que antes.
Imagino que con tantas giras es una suerte trabajar con la familia.
Sí. Yo no puedo quejarme, sé la suerte que tengo, pero lo peor que llevo es separarme del peque. Ahora las giras son un poco más cortas, pero me tengo que ir. Después, cuando llego al teatro les digo a todos: No nos vamos a dejar ni una gota de sudor porque ya que estamos aquí, vamos a por todas. Nuestro hijo es sagrado.
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¿Lee las críticas tras una actuación?
Yo me acuerdo de lo que decía el maestro Carreras: Si no te crees las malas, no te crees las buenas. O sea, no leas ninguna. Yo siempre estoy dispuesta a aprender, pero se le tiene que dar la importancia justa.
¿Se encuentra con muchos políticos en sus espectáculos
La verdad es que me encuentro de todo. Tenemos la suerte de hacer un tipo de espectáculo que llega a todo tipo de público. Y llegarle a la gente que sabe es importante, pero llegarle a quien no sabe es un reto.
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¿Qué no se atreve a decirle a los políticos con los que se encuentra?
A mí lo que me toca es soñar y hacer soñar, bailar y disfrutar del teatro. De lo político no tengo ni idea. Si tuviera algo que decir, no estaría bailando; estaría en otro lugar. Una intenta defender la cultura y lo nuestro desde el escenario. No hace falta a veces palabras, sino esfuerzo y un trabajo honesto .
Entonces no le pregunto por el nuevo alcalde de Cádiz, Kichi.
No, no. Yo hablo de baile, de cultura, de música, del arte (risas).
¿Veremos pronto al pequeño en la compañía? ¿Le gustaría?
Nosotros queremos que conozca el mundo del arte con pasión. Pero que sea lo que él quiera, siempre con principios y entregándose al cien por cien.
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