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Francisco Griñán
Domingo, 6 de septiembre 2015, 00:05
«No hay duda, Picasso es una marca y nuestro líder en ventas». Lo dice deteniéndose en medio de la tienda-librería del Museo Picasso Málaga (MPM) y mirando alrededor como para (de)mostrar sus palabras. Y desde luego, el omnipresente Pablo rodea a Ana Sancho, responsable de merchandising de la pinacoteca. Si en lo artístico fue capaz de reinventar el arte del siglo XX, en los comercial Picasso es capaz de adoptar los formatos más variopintos. Desde las tradicionales láminas, postales, lápices o populares imanes para el frigorífico a diseños más particulares, como posavasos, cuencos, bandejas, neceseres, monederos, pulseras, pañuelos, relojes, carcasas para el móvil, juguetes y un sinfín de productos que amplían hasta límites insospechados el área de influencia del souvenir. Con arte, pero souvenir. Los museos malagueños han encontrado una excelente fuente de financiación en sus tiendas oficiales, donde el malagueño Pablo Picasso es también el gran reclamo de la Casa Natal y del recién estrenado Centre Pompidou. En este último comparte protagonismo con otros de los iconos de la colección, como Frida Kahlo y Francis Bacon, mientras que en el Museo Carmen Thyssen los trazos luminosos de Sorolla ganan en la caja registradora. Con permiso estos últimos meses de Edward Hopper y su icónica obra El Martha Mckeen de Wellfleet, que se ha convertido en el gran reclamo de la exposición temporal Días de verano.
En el Museo Picasso pasa algo parecido. Nada más cruzar bajo la monumental araña de Louise Bourgeois que esta temporada eleva sus patas en el patio del Palacio de Buenavista, se llega a la tienda y allí te atrapa un gran plato de cerámica inspirado en el arácnido. Un visitante algo sonrosado por el sol y de indudable aspecto nórdico lo mira y lo remira. Al final se decide por un catálogo de la muestra de Bourgeois, He estado en el infierno y he vuelto. «¿Lo tiene en sueco?», pregunta a la dependienta que tuerce el gesto y le contesta en inglés que se han agotado. Entonces, coge el plato de la araña. Siempre es bueno tener un plan B. «55 euros. ¿Tarjeta o al contado?», le preguntan.
«Del catálogo se han vendido más de 200 ejemplares en inglés y sueco en apenas tres semanas y hemos tenido que pedir más urgentemente a la editorial que está en Alemania», explica Ana Sancho, que declara que el perfil del visitante es mayoritariamente «guiri». «Yo también, porque pese a mi nombre soy francesa», se apresura a aclarar con cierto acento y metiéndose en el saco del 80% de extranjeros que pasan mayoritariamente por la tienda del museo. Un comercio muy concurrido si tenemos en cuenta que en 2014 un total de 410.568 personas pasaron por este museo, el más visitado de Andalucía.
«Me encanta el Museo Thyssen y me encanta Sorolla», comenta en un acentuado español Ulrika Sundstrom, una vecina de Álora que cada verano abandona su Suecia natal por el campo malagueño. «Aunque viendo esta exposición temporal se refiere a Días de verano, lo que dan ganas ahora es de irse a la playa», bromea la visitante mientras espera que le impresionen sobre un lienzo dos de las obras que acaba de ver en su visita. A su admirado Sorolla ya lo tiene colgado en su casa desde su anterior paseo por el Thyssen, así que ahora ha elegido la pieza impresionista del catalán Eliseu Meifrèn Veleros y la colorista Vista de la Bahía de Palma de Mallorca, con la firma de Muñoz Degraín. «Es malagueño», le dice el dependiente en referencia a este último pintor de la escuela local del XIX, a lo que la coleccionista responde: «¡Ah, que bien. No lo sabía!». Al lote añade un abanico, muy de temporada. Total: 161,65 euros. «Montados en marcos, estas telas quedan perfectas», admite Ulrika para cerrar su compra.
La impresión a la carta de obras de la colección permanente es una de las ofertas singulares de la tienda del Museo Thyssen que, como la del Picasso, se gestiona desde el propio centro artístico. Y se nota. Sobre todo en la especialización de los artículos. «Desarrollamos nuestros propios productos a partir de la colección y nuestros visitantes lo aprecian», explica Mª de los Ángeles Díaz, jefa del Área de Tienda-Librería, que rápidamente señala en una doble dirección. «Nuestras estrella es Sorolla y, este verano, también Hopper», asegura mientras señala toda una línea de piezas inspiradas en ambos pintores. Por un lado, una camiseta con mucho estilo que reproduce la obra del artista valenciano Al agua y, por otro, una coqueta bolsa de tela plegable con los azules del pintor norteamericano que resulta muy práctica para ir de compras.
«El souvenir ha cambiado mucho y ya se busca no solo el recuerdo, sino sobre todo el producto práctico que te sirve en el día a día», explica Ana Sancho, del MPM, que destaca productos al alza que denomina el «arte de la mesa» que ha traspasado la tradicional taza mug para personalizar con arte bandejas, salvamanteles, cuencos, platos, cuberterías y hasta saleros. «Hay que sorprender y seducir porque para comprar productos básicos ya están las tiendas de la calle», apostilla la responsable del merchandising del Picasso que añade que, por contra, un mundo tan vinculado al pintor malagueño como es el de la tauromaquia tiene cada vez menos venta. «A los visitantes extranjeros les gusta la iconografía del toro, pero en los últimos años también lo asocian al maltrato animal y lo rechazan», manifiesta.
Lo ven distinto en la tienda del Centro de Arte de la Tauromaquia-Colección Juan Barco (CAT). Allí, el astado lo es todo. Y el torero. Y la gitana. Solo que estas tradicionales piezas de souvenirs son ahora estilizadas obras de diseño con firma: Luis del Castillo, Nadal, Estudio Arte Moreno... También se han convertido en juguetes que son los que Andrés, de 8 años, está mirando. Le han sacado sangre y, cuando su madre le ha preguntado si quería un regalo por portarse como un toro bravo, él la llevo a la tienda del CAT. «Es que vi mi primera corrida al año y medio», expone este joven que lleva la afición en las venas seguro que le sale en el análisis clínico y se encapricha de un camión para el transporte de reses que se pasa del presupuesto: 43 euros. Su madre no saca el pañuelo blanco y Andrés acepta sin rechistar la negativa. Finalmente se lleva un par de conseguidos toros de plástico que vienen a ser como un premio de vuelta al ruedo. Ya va penando en lidiar con ellos porque lleva una sonrisa de oreja a oreja.
«Tenemos desde clientes aficionados a los toros a numerosos extranjeros que visitan el museo y prefieren piezas taurinas pero exclusivas», manifiesta la responsable de la tienda, María José Podadera, que destaca el interés del turista ruso por la tauromaquia. Tras ella asoma un traje de luces. Amarillo y oro. 870 euros. «Claro que se los llevan y el cliente árabe incluso se los hace a medida», señala la encargada de esta tienda gestionada por Toroshopping, que también tiene la concesión del local de la plaza de toros de Las Ventas.
En el CAC Málaga, la tienda, como casi todas, está situada a la salida del recorrido museístico. Aunque también tiene fachada y entrada desde el exterior, ya que tiene una particularidad: es solo librería. «Tenemos títulos de arte que no tienen en otras tiendas de libros», explica Lucía Gil, de Agapea, que gestiona este local, donde también presumen de exclusividad. De hecho, los más vendidos son los catálogos de las respectivas exposiciones en el CAC de tres grandes del arte urbano: D*Face, Obey y JR.
«Los días de más venta son los del fin de semana, especialmente los domingos por la tarde cuando la entrada es gratuita», señala Juan de Haro, dependiente de la tienda del Centro Pompidou, que ve una relación directa entre la entrada libre y una mayor predisposición a llevarse un recuerdo. «En cuanto a los clientes, los tenemos de todo tipo, desde el que busca un souvenir al especializado que se interesa por piezas únicas, como un libro numerado de láminas de Dalí que el otro día vendimos por 600 euros», señala este empleado de Laie, uno de los principales grupos españoles especializados en comercios de museos, que se ha hecho cargo de las tiendas del Centro Pompidou y de la Colección Museo Ruso. La de este último espacio expositivo se reinauguró a finales de julio con el doble de superficie. Y lo llamativo es que cada una tiene su propia personalidad. La del Cubo del puerto está centrada en el arte contemporáneo y la de Tabacalera posee un catálogo de merchandising de arte ruso difícil de encontrar en otros museos del país.
La nueva pinacoteca rusa será precisamente la próxima parada del vallisoletano José Antonio Fernández, que acaba de visitar el Pompidou con su mujer y lleva en la mano una postal con el autorretrato de Frida Kahlo. «Fui a México y conocí su casa. Por eso me ha encantado encontrármela aquí», señala este visitante que no se va sin apostillar que «Málaga se ha convertido en una ciudad de museos». «Frida es uno de nuestros grandes autores, junto a Francis Bacon y, por supuesto, Picasso», explica Juan de Haro, mientras recompone un peluche que reproduce al mítico pintor malagueño que ha quedado un poco traspuesto tras el paso de un par de gemelos. Cerca están unos exclusivos cojines picassianos q se cotizan a 69,90 euros. Más baratas y comunes son las inevitables tazas con cuadros del pintor. De hecho son las misma que se pueden encontrar en la Fundación Picasso-Casa Natal. Y al mismo precio: 9,70 euros. Aquí no hay posibilidad de ahorrar unos céntimos. «Todo son productos oficiales y los precios vienen marcados», afirma María del Carmen Cabezas, que lleva cinco años en la pequeña tienda de la que fue residencia infantil del artista en la plaza de la Merced.
«Esta tienda engaña porque hay muchos más productos de los que parecen. Ya tengo un nivel avanzado de tetris para colocarlo todo y que sea muy visual», señala con humor la dependienta de este comercio que también es una concesión. «Picasso siempre tiene venta, aunque la atracción que tiene para el cliente chino es espectacular», confiesa Cabezas, que también se prepara y bien los días de desembarco de grandes cruceros en el puerto de Málaga. «Siempre incluyen esta visita, porque museos hay muchos pero Casa Natal solo hay una», recita con una sonrisa este mensaje que los convierte en únicos. Aunque en la ciudad de Picasso, es difícil visitar un museo y no encontrar algún recuerdo del pintor más influyente del siglo XX. Por algo es el rey. Del arte... y del souvenir.
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