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Antonio Javier López
Viernes, 26 de junio 2015, 00:29
Tenía 14 años la primera vez que pisó uno. Y no fue en Málaga ni en su Marbella natal, sino en Quesada (Jaén). Allí vio, junto a su padre, el museo dedicado al pintor Rafael Zabaleta. Luego la vida y la profesión le han llevado a muchos, muchos museos, hasta el punto de estar al frente de la agencia que gestiona no uno ni dos, sino tres: la Fundación Picasso, el Pompidou Málaga y la Colección Museo Ruso. Un bagaje con el que ayer comparecía José María Luna para ingresar en la Academia de Bellas Artes de San Telmo. Y lo hizo, Luna, con un discurso que fue, en realidad, una carta de amor nada ciego a los museos.
«Abandónense, déjense llevar y paseen por nuestros museos, sorpréndanse, abran su mente y su espíritu, vivan la experiencia. Vívanla, que no se lo cuenten. Prepárense, háganlo, sin prisa, sin agobios, sin angustias ni obsesiones, sin otro ánimo que el de disfrutar, de pasear y dejarse llevar, dejarse seducir. Porque hay que ir a los museos, que no son lugares muertos, ni de muerte. A los museos se puede ir a pasar el tiempo, sí; pero nunca se pierde el tiempo en los museos», sostuvo Luna en su intervención.
El Salón de los Espejos del Ayuntamiento de Málaga acogió a una nutrida representación de la escena cultural malagueña. El artista Evaristo Guerra, el director del Festival de Cine de Málaga Juan Antonio Vigar, la galerista Isabel Hurley, el diseñador Antonio Herráiz y el gestor Pedro Pizarro fueron algunos de los asistentes a una ceremonia que también contó con la presencia del alcalde de la capital Francisco de la Torre, que cerró la cita.
El nuevo presidente de la Academia de San Telmo, José Manuel Cabra de Luna, fue el encargado de abrir el acto de ingreso como académico de Luna. El nuevo académico, cuya trayectoria fue glosada por el arquitecto Ángel Asenjo, dedicó buena parte de su discurso a reflexionar sobre el actual escenario de las instituciones museísticas, convertidas en reclamos turísticos y, por tanto, en lugares más que concurridos en muchas ocasiones.
De la necesidad, virtud
Ante esa situación, el gestor propuso: «Pero, ¿por qué no hacer de la necesidad virtud? Ya que vienen, ya que están aquí, en los museos, quizás en los nuestros, en los malagueños, ¿por qué no intentamos que miren más que vean, que escuchen más que oigan? (...) Ese probablemente sea el reto, lo difícil. ¿Por qué despreciar a tantos visitantes? ¿Por qué subestimarles y considerarles meramente unos snobs?».
«Ofrezcamos información, facilitemos las cosas, facilitemos la visita pero nunca en detrimento por supuesto de las obras, pero tampoco de la excelencia. Porque la cultura no es con o sin mayúsculas», abogó Luna en su discurso.
El director de la agencia municipal rompió una lanza a favor de la mesura en la visita a los museos: «No hay que verlo todo, no es necesario. Me atrevería a decir que incluso es contraproducente. O es que no es preferible economizar energías y esfuerzo y guardarse, como los deportistas, para el esfuerzo, en este caso el goce final».
Y así, frente al ruido y la furia del ritmo frenético de la contemporaneidad, Luna concluyó con la defensa de los museos «como lugares de encuentro». Quizá, de un encuentro con una manera de ver el mundo desde los 14 años. Y Luna quedó en un hilo de voz al traer a la memoria aquel día junto a su padre, que ya no está, pero permanece en sus recuerdos vividos en un museo.
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