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Antonio Javier López
Viernes, 1 de mayo 2015, 00:41
La musculosa mercadotecnia que luce la pelea entre Floyd Mayweather y Manny Pacquiao ha definido el encuentro como 'el combate del siglo'. Y al menos los números parecen darle parte de la razón a los promotores de la cita prevista en la madrugada de este sábado al domingo en el MGM de Las Vegas: una bolsa de 300 millones de dólares, 16.000 espectadores a pie de 'ring' y una reventa de entradas que alcanza los 40.000 dólares para ver el combate del que saldrá el nuevo campeón unificado del peso 'welter'.
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Un ruido mediático que trae a la memoria el eco de las crónicas pugilísticas de Manuel Alcántara, contador de las hazañas -y de las sombras- de Muhammad Ali, José Legrá, Pedro Carrasco, Alfredo Evangelista o José Manuel Ibar 'Urtain'. Reseñas magistrales reunidas por Teodoro León Gross y Agustín Rivera en 'Manuel Alcántara. La edad de oro del boxeo. 15 asaltos de leyenda' (Libros del KO), que sirve de guía para recordar cinco 'combates del siglo' en palabras de Alcántara.
Legrá vs Winstone. Pothcawl (Gales), 25 de julio de 1968
José Legrá debe a Manuel Alcántara su apodo pugilístico: el 'Puma de Baracoa'. El niño cubano emigrado a Madrid inaugura la edad de oro del boxeo español con el primer título mundial después de 33 años. Legrá derrota sin paliativos a Winstone, una suerte de 'mini Clay' verborreico y fanfarrón, como recuerdan León Gross y Rivera.
Alcántara titula su crónica 'Había pasado hambre', en alusión a los orígenes humilde de Legrá y a la confesión que el púgil hizo al cronista y que este comparte con sus lectores: Usted no sabe el hambre que yo he pasado. Tengo que vencer. Una anécdota de cuyo hilo tira Alcántara para tejer su relato. Legrá le ha añadido un guarismo al clásico uno-dos. Genéricamente conecta los puños por tres veces. Salen como pedradas de sus brazos delgados y fuertes como cables. Las piernas, que son de gacela, ayudan al agresivo destino de los puños, escribe Alcántara. Pero el cronista tiene ojos para ir más allá del 'ring' y dedicar unas líneas a la proverbial flema británica: Una vez más, sorprende el silencio que puede guardar una colectividad británica. (Durante los asaltos de los combates celebrados anteriormente nadie entra ni sale, como sucede en España durante la lidia de un toro. Los acomodadores, todos de 'smoking', impiden que se moleste a los espectadores)....
Una serie de crochets, uppercuts y, sobre todo, los mortales swings de Legrá hacen que el árbitro pare la pelea. Llega la apoteosis de la que escribe Alcántara, que cierra: Treinta y tres años han transcurrido desde que Baltasar Sangchili se proclamara campeón del mundo. Otro español en España encontró patria le sucede en el tiempo. Ya es historia su boxeo. Tiene veinticinco años. Ha pasado mucha hambre.
Carrasco vs Velázquez. Madrid, 14 de junio de 1969
'Los dos son campeones' titula Alcántara su crónica sobre el cruento combate entre Pedro Carrasco y Miguel Velázquez. Fue quizá la pelea a quince asaltos más dura de la historia del pugilismo español, relatan León Gross y Rivera.
Destrozados y enteros, abatidos pero firmes, con tanta sangre por fuera como por dentro, Miguel y Pedro se abrazaron en el centro del ring. Empezaba el asalto número quince. No parecía un Campeonato de Europa, sino una lucha a muerte, arranca el cronista. Alcántara analiza la lucha entre la técnica de Velázquez y el poderío de Carrasco antes de abrochar este párrafo memorable:
Ha sido algo terrible. Carrasco es proclamado vencedor por puntos. Nadie olvidará este combate. Ni ellos. No quiero ser pesimista, pero si de algo me ha servido presenciar centenares de peleas es para saber cuándo un combate se queda «dentro» de un boxeador. Estas batallas son las que minan. Las que acortan las carreras. Las que hacen explicable la tartamudez y la mirada desvaída. Ha sido algo de una grandeza épica, pero también ha sido un disparate desde el punto de vista racional. Nosotros lo hemos querido.
Urtain vs Weinland. Madrid, 4 de abril de 1970
La historia del boxeo está llena de historias trágicas, de vidas sobre la lona. Pero pocas tan sobrecogedoras como la de José Miguel Ibar 'Urtain'. 'El Morrosko' sólo supo ganar -y perder- por KO. Alcántara narra su combate contra Peter Weiland por la corona europea. 'Safari a medianoche' presenta a un Urtain acorralado por su rival con frases certeras como 'jabs'. No sabe capear temporales, sino desencadenarlos, escribe el cronista sobre el malogrado campeón, que se lleva el título.
Un triunfo que no impide a Manuel Alcántara atisbar las sombras detrás de Urtain: Ha nacido José Manuel con signo polémico, y por eso fue figura desde aquel combate con Rodri en Villafranca. Está lleno de cheques al portador, y el portador es él. ¿Aprenderá? Si aprende, les juro que estamos ante Rocky Marciano. Si no aprende, nos hallamos ante un hombre que será machacado en los rings importantes del mundo, frente a los boxeadores importantes del mundo. Que los hay. Sobre todo, al otro lado del mar.
Carrasco vs Ramos. Madrid, 6 de noviembre de 1971
Pedro Carrasco y Mando Ramos pelearon en Madrid, Los Ángeles y de nuevo en Madrid. Alcántara cubrió los tres combates en un acontecimiento que paralizó un país entregado a la fiebre del boxeo. La portada de 'Marca' rezaba: 'Carrasco, campeón del mundo', pero ya en la primera plana se daba cuenta de la polémica descalificación de Ramos que había valido el título para el español.
Alcántara firma aquí una de sus crónicas más honestas y certeras. Un reportero capaz de afear un título mundial, de no anteponer el fondo a las formas. Ya lo resume en el título: 'Un boxeador: Mando; un título: Carrasco'.
Valiente la crónica de Alcántara, que escribe: Los héroes -y Pedro Carrasco lo es- no necesitan limosnas. Habla el cronista de la zurda de Mando Ramos como algo abrumador y certero, como un insulto merecido. Luego llegó el incidente, la zancadilla de Mando a Carrasco. Primero el árbitro amonesta al púgil californiano de origen mexicano, que tenía acorralado a Carrasco y, cuando muchos daban por perdido el combate, cae la descalificación de Ramos y, con ella, el título.
Entonces Alcántara no se esconde junto a las cueras. Más al contrario, zanja así su crónica: Las fisuras estratégicas de Carrasco han sido enormes desde el plano defensivo. Su agresividad, su pundonor y su denodado deseo de triunfo, aún mayores. Mando es un superclase, aunque esté medio loco y esta locura pueda aumentar cuando considere el veredicto. Un veredicto que me alegra en la misma medida que nos empobrece a todos los que amamos este deporte. En la misma medida que me avergüenza.
Ali vs Evangelista. Landover, Maryland (Estados Unidos), 18 de mayo de 1977
Para combatir con un icono del siglo xx, un rostro con páginas ya reservadas en los libros de historia, sin duda, el púgil más carismático de todos los tiempos, solo cabía ser un osado o alguien delirantemente muy seguro de sí mismo. Alfredo «el Lince de Montevideo» Evangelista era ese hombre. Así presentan León Gross y Rivera el combate entre el púgil más famoso de la historia y el torbellino Evangelista. Alí, 36 años y Evangelista, 22, juegan a ridiculizarse en la previa, aunque la pelea enfrenta al chulo guapo del barrio ante su propia decadencia.
'De lo ridículo a lo sublime' es el título elegido por Alcántara para relatar el combate entre dos 'showmen'. Increíble pero cierto. Estamos en el asalto número quince y Evangelista, que es como un enardecido guerrero apache, ataca y ataca al dueño y señor del territorio del boxeo, arranca el cronista.
Ganó Ali, pero la pelea sirve además al reportero para vislumbrar el crematístico futuro del deporte al que ha elevado a género literario: El 'match' ha ido de lo ridículo a lo sublime, de lo grotesco a lo dramático. Cuando subió al ring el aspirante, con su bata verde, con sus calzonazos verdes, nadie daba nada por él. Ahora vale mucho. ¿Habrá que entonar el réquiem por la seriedad del boxeo? Desde el desfile de personajes hasta la música selvática, desde el 'smoking' celeste y la camisa con chorreras del locutor hasta la presencia, entre 'round' y 'round,' de unas morenas y unas rubias, todas hijas del pueblo de Washington, que mostraban cimbreándose el cartelito que indicaba el número del asalto, todo es circense. El boxeo es cada vez más un espectáculo, y el negocio se traga al deporte.
Ahí está la cita entre Mayweather y Pacquiao para recordarlo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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