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Francisco Griñán
Jueves, 5 de febrero 2015, 22:09
Antonio Gala (Brazatortas, Ciudad Real, 1930) siempre ha sabido hablar del amor con una personalidad tan inconfundible como compartida. Ayer, anoche, se esperaba que hiciera una de esas declaraciones de hombre enamorado de la vida al recibir la Medalla de la Ciudad y el título del Hijo Adoptivo de Málaga. Y no solo lo hizo, sino que dejó a más de uno con la boca abierta y una sonrisa cómplice cuando anunció que tenía dos buenas noticias: la que todos los presentes esperaban, la condición oficial de malagueño, y la que le habían dado «los doctores Carmen Gálvez y Ángel González, del hospital cordobés Reina Sofía, que me han declarado libre del cáncer de colon». Una lucha contra la enfermedad que ha tenido al escritor de El manuscrito carmesí y La pasión turca casi cinco años en guardia. Sin esconder nada y despidiéndose ya que le daban la oportunidad. Pero ayer, con esa medalla que agradeció emocionado pese a sus más de 500 premios y reconocimientos, comenzaba una nueva vida para la que pidió compañía a sus nuevos paisanos.
Estuvieron muchos, pero todavía fueron más lo que querían estar. Así, lo reflejó el propio alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que aseguró que el salón de plenos del Ayuntamiento «se había quedado pequeño» ante las peticiones de asistencia. Además, el regidor destacó el mensaje de los Reyes, Don Felipe y Doña Letizia, que felicitaron por escrito a Antonio Gala por la concesión de la Medalla de la Ciudad y el título de Hijo Adoptivo de Málaga. «Nos unimos a este reconocimiento con nuestros mejores deseos y el afecto de siempre», señalaba textualmente la misiva de la Casa Real.
De la Torre leyó en segundo lugar la carta remitida por el poeta y articulista de SUR Manuel Alcántara que, con su inconfundible estilo, se hizo presente en la ceremonia «Querido Antonio
Entre los asistentes estuvieron la vicepresidenta del Congreso y anterior alcaldesa de Málaga, Celia Villalobos; el delegado del Gobierno andaluz, José Luis Ruiz Espejo; el presidente de la Diputación Provincial, Elías Bendodo; la diputada nacional Carolina España; el parlamentario andaluz Antonio Garrido Moraga; el alcalde de Alhaurín el Grande, Juan Martín Serón, o la rectora de la Universidad de Málaga (UMA), Adelaida de la Calle.
El mundo de la cultura y las letras también estuvo presente con los escritores Alfredo Taján, Guillermo Busutil o José Infante; el presidente de la Fundación Manuel Alcántara, Antonio Pedraza; la directora de la Fundación José Manuel Lara, Ana Gavín; la directora del Museo Carmen Thyssen, Lourdes Moreno; el director del MUPAM y el Museo Revello de Toro, Elías de Mateo; el presidente del Ateneo de Málaga, Diego Rodríguez; el presidente de la Academia de Bellas Artes de San Telmo, Manuel del Campo, o el propietario de la Bodega El Pimpi, José Cobos.
Tras recibir la Medalla de la Ciudad y el título de Hijo Adoptivo de manos del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, Antonio Gala comenzaba su discurso con algo de humor tras escuchar los repetidos halagos por su compromiso vital y su referencia como intelectual: «No sé si ponerme las gafas de cerca para leer su plática, las de lejos para ver a los presentes o echarme agua por la cabeza». Y lo cierto es que algo de bautismo tuvo el acto de reconocimiento de ayer que no fue el punto y final de nada, sino más bien el comienzo de lo que queda de vida.
Las palabras del poeta no escondían anoche la alegría contenida por librarse de una enfermedad que le ha acompañado «más tiempo del debido» y contrastaban además con las que pronunció diez meses antes al recibir la Medalla del Ateneo. «Me siento absolutamente malagueño. He venido aquí, a Málaga, a decirle adiós a la vida», comentó entonces en un discurso también sentido que motivó precisamente que el alcalde promoviera el nombramiento de Antonio Gala como hijo adoptivo.
Un título que el poeta y novelista recibió definitivamente anoche en un acto en el que confesó que la «duplicidad» entre Málaga y Córdoba ha «alegrado mi vida» y, por esa razón, «ahora procuro devolvérsela a ellas». Su vida en Madrid; su condición de Hijo Predilecto de Andalucía y Adoptivo de la provincia de Málaga; los lectores, «la familia elegida, siempre han sido mi guía y mi camino»; y La Baltasara, «mi casita en el campo de Alhaurín el Grande», no faltaron en su breve repaso sentimental y personal por los momentos elegidos de su propia memoria.
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También se refirió a a su legado, la Fundación para Jóvenes Creadores, «de Córdoba y del mundo», comentó, aunque previamente los portavoces de los diferentes grupos municipales y el propio alcalde se refirieron también este iniciativa de apoyo a artistas que pudo haber tenido Málaga como su sede, aunque la apuesta más decidida de la capital cordobesa fue la que finalmente convenció al autor de las obras teatrales Los verdes campos del Edén e Inés desabrochada.
La poesía de Antonio Gala también tuvo su protagonismo por boca del propio autor, que rescató los versos del poema Playa de El Palo para recitar con su inconfundible voz y su no menos personal estilo: «Fue a la vera del mar, a medianoche. / Supe que estaba dios, / y que la arena y tú / y el mar y yo y la luna / éramos dios. Y lo adoré».
«Creo que está bien claro con cuanto gozo asumo ser de Málaga», aseguró Gala ante todos los presentes, a los que también hizo una petición: «No me dejéis ni cuando esté caído, os quiero».
Troylo y el compromiso
El acto de concesión de la Medalla de la Ciudad arrancó con la intervención de los diferentes portavoces de los grupos municipales. Así, Eduardo Zorrilla, de IU, llevó su discurso a la experiencia personal y recordó la influencia que el escritor tuvo en su juventud como «referente cultural y ético». El concejal se refirió a su «compromiso humano» y aseguró que, más que la propia ciudad, «fue usted quien adoptó a una Málaga huérfana ya que eligió vivir en esta tierra».
Por su parte, la portavoz del PSOE, María Gámez, tomó la propia obra de Antonio Gala, concretamente sus Charlas con Troylo el nombre de su carismático perro, para homenajear al escritor y rescatar su trayectoria de la mano de esas conversaciones tan lúcidas como agudas con su «mejor amigo». Y entre otras, Gámez rescató esa frase que Gala dijo sobre Málaga, «el anticipo del paraíso que no voy a tener», para agradecerle que encontrase aquí «el lugar con el que soñaste y el lugar para escribir poesía en esa finca con nombre de bruja buena».
Por su parte, la concejala de Cultura e instructora del expediente, Gemma del Corral, apeló a la «ironía, pasión y persuasión» con la que Gala «seduce y cautiva» a través de la poesía, el teatro, el ensayo o la novela. Un retrato intelectual que completó con la imagen del escritor, al que siempre le acompaña «el bastón, el pañuelo, el jersey de cashmere y una elegancia inata». Una visión que compartió la portavoz adjunta del PP en el Ayuntamiento, Elisa Pérez de Siles, gran lectora de Antonio Gala y que pidió al portavoz de su grupo, Mario Cortés, dar el discurso para expresarle «sobre todo, gracias» al autor.
El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, con la voz afectada por un resfriado, tomó la palabra para referirse a Gala como «nexo de unión entre Córdoba y Málaga» y para asegurarle que la Medalla «es el abrazo de esta ciudad que, tomando prestadas tus palabras, es un abrazo perpetuo».
El acto tuvo un final muy diferente a otras imposiciones, ya que la cantante Clara Montes, acompañada del guitarrista José Losada, le puso voz y sentimiento a los poemas de Antonio Gala: «Esta es la hora más difícil, /es la hora del silencio, / Esta es la hora del adiós». Un adiós que ayer marcó también un principio.
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