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Fernando Arrabal, ayer en Málaga.
Pánico en el Picasso

Pánico en el Picasso

Arrabal protagoniza la presentación del nuevo número de la revista del Ateneo

Txema Martín

Sábado, 13 de diciembre 2014, 01:21

Máxima expectación en el auditorio del Museo Picasso de Málaga, que acogía anoche la presentación del nuevo número de la revista del Ateneo con un invitado extraordinario. El escritor, cineasta, dramaturgo y, en fin, uno de los intelectuales más desconcertantes y singulares de la época contemporánea, Fernando Arrabal, actuó como una auténtica estrella de desconcierto, destrozando con su anti-discurso el boato de las actividades ateneístas. La introducción de un dueto de clarinetes sirvió para trasladarnos hacia un acto cultural casi solemne, la presentación de un nuevo artefacto para el pensamiento: el ejemplar número 19 de la interesante y profusa revista Ateneo del Nuevo Siglo. En la mesa, los responsables de esta edición, el representante del Ateneo y él, que atraía nuestra atención de una forma extraña.

Entre los inevitables discursos de presentación, una hilera de agradecimientos ante un Arrabal impávido, quizás incluso inmóvil, ataviado con dos pares de gafas y con una chaqueta y una mochila de las que no se desprendió en ningún momento. Diego Rodríguez Vargas, emocionado presidente de la asociación cultural, agradeció a todos los que habían hecho posible la generosa llegada arrabalesca, desde el piloto de avión hasta el taxista. Antonio Abad, el nuevo director del magazine, se colocó tres gafas al principio de su discurso como un simpático guiño, para pasar a enumerar las excelencias de los textos que componen la revista. Con un inconfundible aroma a Wikipedia, relató algunos de los hitos de la biografía y los premios internacionales del cofundador del movimiento Pánico, al que no le costó mucho atiborrar el auditorio con su patafísica.

El primer gesto de su intervención fue un minuto de silencio, de reloj, y luego agarró el micro inalámbrico que seguramente exigió, conocedor de una personalidad tan inquieta como su cuerpo mínimo y curioso. Es llamativa la manera en la que la figura de Picasso abdujo buena parte de sus palabras. «Me gusta mucho estar aquí, aunque no sé muy bien para qué. Yo no sé nada, o casi nada, de Picasso». Mintió, porque sabe mucho, y no sólo de lo que haya podido leer o escuchar, sino porque Picasso formó parte de su círculo brutal, una sinuosa nómina de amistades que le han acompañado en una trayectoria rara y apasionante. Por supuesto, Arrabal no pronunció ni de lejos un discurso normal. De pie, caminando sobre las tablas del auditorio, también lanzaba preguntas a un público absorto sobre la creación del Guernica o las afinidades políticas del pintor a su juicio, detestables. «A ustedes no les interesa esto, a nadie le puede interesar lo que estoy diciendo», frases que repetía una y otra vez, trufando un relato automático, en plena deconstrucción. Radical e imprevisible, como él.

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