La Invisible okupa un edificio que el Ayuntamiento pensaba convertir en centro de emprendedores.

La Casa Invisible, en vías de ser legal

El gobierno local busca la fórmula para regularizar la iniciativa surgida hace más de siete años tras la okupación de un inmueble municipal

Antonio Javier López

Lunes, 2 de junio 2014, 23:33

Hasta los roces más intensos se acaban suavizando con el paso del tiempo. Sucede lo mismo con algunas incomodidades y ciertos dolores. Y ya han pasado más de siete años desde que al Ayuntamiento de Málaga le brotara uno de sus quebraderos de cabeza más intensos y complejos: La Casa Invisible, el colectivo nacido durante la okupación de un inmueble de titularidad municipal y que despliega una intensa agenda sociocultural desde un difuso limbo legal.

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Una indefinición que ahora encuentra una vía para la concreción a corto plazo. Y ha sido, también, cuestión de tiempo. Lejos de las tensiones de los primeros meses tras la okupación y de escenas como las vistas hace unos días en Barcelona a raíz de la demolición de Can Vies (de inspiración análoga a La Invisible), tanto el Ayuntamiento como el colectivo han bajado la intensidad de su confrontación pública y han esperado a que se cumplieran un plazo: los dos años de vida que debe tener cualquier entidad para firmar un convenio con una administración pública.

Un cumpleaños que ya ha celebrado la Fundación de Los Comunes, creada por los promotores de La Casa Invisible y que incluye entidades como Metrolab, la Universidad Nómada o Traficantes de Sueños. Así que la Fundación de los Comunes ya está en disposición de firmar con el Ayuntamiento de Málaga un convenio para la cesión del edificio okupado desde del 10 de marzo de 2007.

El primer escollo está solventado, pero todavía queda por delante una negociación entre el colectivo okupa y el gobierno municipal que ofrece varios frentes abiertos. El fundamental se refiere a la manera de articular el uso del inmueble en cuya expropiación el Ayuntamiento ha gastado 3,16 millones de euros. Desde La Invisible defienden una cesión directa, mientras que en el Ayuntamiento descartan por el momento esa opción.

«Los servicios de asesoría jurídica del Ayuntamiento establecen que la fórmula debe ser la convocatoria de un concurso público para que cualquier asociación o colectivo pueda optar a la gestión del inmueble. Está buscándose la fórmula legal más conveniente, aunque desde que la fundación de La Casa Invisible ha cumplido el plazo legal para poder firmar un convenio, el camino se ha hecho más sencillo», argumenta el concejal de Cultura, Turismo y Deportes Damián Caneda.

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Economía colaborativa

Un camino que pasaría por la cesión directa del inmueble, según los argumentos defendidos por parte de La Invisible. Eduardo Serrano, miembro del colectivo, esgrime que La Invisible ha acometido un proceso de «bioconstrucción» para reformar el inmueble okupado de la calle Nosquera. «Se trata de un trabajo lento, en el que se ha implicado mucha gente con mucho cariño», apostilla Serrano, quien añade que el inmueble ya ha superado la Inspección Técnica de Edificios.

«No tenemos subvenciones ni mecenas, existe una red de amigos y colaboradores que se está ampliando y que hace posible una economía pequeña, pero suficiente para mantener la casa», explica Serrano sobre el modelo de «economía colaborativa» basado en aportaciones voluntarias y en los ingresos obtenidos en las actividades promovidas por el centro. En este sentido, Serrano defiende: «Creemos que el gasto que ha acometido el Ayuntamiento en el inmueble está social y culturalmente amortizado. La densidad de actividades desarrolladas en este tiempo es inmensa».

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Junto con la manera de articular la cesión, otro asunto que deben concretar el Ayuntamiento y La Invisible se refiere al periodo de vigencia del posible acuerdo. El colectivo defendía un plazo de diez años, si bien parece que se va a imponer el criterio municipal de fijarlo en un lustro. Por su parte, La Invisible asumiría la regularización de su actividad, desde el pago de la luz y el agua, hasta el abono de los impuestos que hasta la fecha no ha realizado, como aclaran desde el colectivo.

Cabos sueltos que se van amarrando, asperezas que se van limando en negociaciones intermitentes que una y otra parte esperan retomar «en breve». Quizá la solución sea cuestión de tiempo.

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