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María Eugenia Merelo
Domingo, 1 de junio 2014, 12:09
Su primer artículo
Más de 9.000 días y sus artículos correspondientes. Manuel Alcántara (Málaga, 1928) cumple hoy 25 años de puntualidad y fidelidad diaria en la última página de SUR. En este tiempo, se ha convertido en un clásico de la contraportada del diario con una columna enmarcada en la lucidez, el humor y la sabiduría, con la que ha cosechado una legión de lectores fieles y con la que ha seguido sumando a su enorme prestigio. «Todo un récord», celebra con sus 86 años de travesía por el mundo, «que es cualquier cosa menos aburrido».
«Escribir una columna diaria es una forma de esclavitud de la que aún no se ha ocupado Amnistía Internacional, pero esa esclavitud me ha permitido ser mi propio amo y ya es tarde para cambiar. Además no sé hacer otra cosa». Alcántara tecleó en su Olivetti esta reflexión sobre el articulismo en su primera columna publicada en la contra del periódico. Aquel día, y en la misma página, se incluía la noticia de la concesión del Premio Nacional de Literatura, en la modalidad de Ensayo, a José Luis Aranguren. Ese mismo premio, en la modalidad de Poesía, lo había ganado el maestro por Ciudad de entonces veintisiete años antes.
Un cuarto de siglo después, reconoce que «ahora siento cariño por esa cadena esclava de la columna diaria». Una cadena que empezó a forjarse en las tertulias poéticas del café Varela a finales de los 40, cuando descubrió que el mundo bohemio de la poesía y el periodismo era más divertido que el formalismo del Derecho. De ese semillero se nutrió para empezar a llenar folios que, con el tiempo, le han convertido en firma de referencia en la prensa y en decano del columnismo en España, títulos avalados por los más prestigiosos galardones del periodismo: Mariano de Cavia, González Ruano o Luca de Tena.
Desde que los tiempos de las tertulias marcaron su profesión, ha vivido siempre en alerta. «Profesión viene de fe, por eso se dice eso de profesar en una orden religiosa. Pero esta es una orden que te obliga a estar alerta. No te puedes descuidar», comenta después de leer la prensa en su casa de Rincón de la Victoria. Sus artículos permiten rastrear 25 años de historia de España y del mundo. No le ha entristecido escribir de algunos temas más que de otros. «Lo que me entristece es saber que el ser humano no tiene remedio y que cuando se acaba una guerra, empieza otra. La humanidad nunca ha gozado de una paz unánime. En un sitio o en otro, siempre hay gente que se está matando mutuamente. Y eso es verdaderamente entristecedor».
Buen lector
Pone palabras y música a los acontecimientos de cada día con su máquina Olivetti. «Soy un cantor de lo cotidiano que aspira a salvar instantes». Así sigue definiéndose, evocando a Gerardo Diego. Y desde esa mirada, día a día, ha ido pariendo una familia con miles de hijos en la que no hay favoritos. «Todos mis artículos se confunden en el conjunto. No puedo decir a éste artículo lo quiero más que a otro. Nunca he intervenido en la selecciones o en las publicaciones que han recopilado artículos míos. Siempre he dicho: buscar los que os gusten, los que os parezcan menos malos».
Los siete días de la semana repite la misma ceremonia. «Nada más levantarme me quedo tranquilo cuando tengo el título y sé de que voy a escribir, después de leerme tres, cuatro o cinco periódicos. Soy muy buen lector de prensa y de libros. Ocupo más tiempo en leer que en dormir, y me gusta dormir ampliamente, porque ese es el secreto de la buena memoria. Hasta mi extrema vejez, que es lo que tengo yo, siempre he dormido como un niño».
Hay días buenos y muchos malos. Para escribir todos los días hace falta tener una sólida escafandra. Y Alcántara la tiene. «He escrito agobiado por la tristeza cuando se ha muerto algún querido amigo. A mi edad ya quedan pocos viejos amigos. Un amigo no se improvisa, necesita un proceso. Y siempre me ha entristecido cuando he hecho, no exactamente el género necrológico, pero cuando he dedicado un artículo a amigos que me han mutilado con su ausencia».
Ha leído con admiración a Pemán, Foxá o González Ruano. Y a Millás, Vicent o Raúl del Pozo. «Aprendo de todos. Sobre todo, procuro aprender de los más jóvenes, no solo de los clásicos. A aprender hay que estar dispuesto siempre». La curiosidad ha sido el pulmón de su vida y de sus 9.000 columnas diarias. «Me gustaría poner en mi DNI: de profesión, estudiante. El que no aprende cada día, no aprende nunca. Y quiero aprovechar el tiempo que me queda para seguir aprendiendo».
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