La expedición de una investigadora de la UMA al paralelo 79 Norte

Una investigadora de la Facultad de Ciencias retorna del Ártico, dónde la UMA ha iniciado una nueva colaboración en el campo de ecología polar enmarcada en un proyecto de la institución alemana 'Alfred Wegener Institute' (AWI), con el fin de descifrar los efectos de las variaciones estacionales de temperatura en relación con el cambio climático como factor estresante sobre los microorganismos marinos.

Librada Ramírez, investigadora predoctoral del Programa de Biotecnología Avanzada de la UMA, bajo la supervisión de la catedrática de Ecología María Segovia, realiza sus estancias en el archipiélago de Svalbard, en el paralelo 79 Norte, apenas a 1000 kilómetros del Polo Norte geográfico. Allí es donde ha pasado el último mes de noviembre, y es también a donde volverá el próximo enero. Esta participación de la científica se da en el proyecto 'YESSS' (Year Round Ecosystem Study On Svalbard), dirigido por la doctora Clara Hoppe e impulsado por AWI, la institución alemana líder en investigación polar.

Las actividades científicas son realizadas en el poblado Ny-Alesund, el enclave humano más septentrional del planeta, donde se exige registro previo de entrada además de imponer otras normas restrictivas como la obligación de contar con un permiso de portación de armas ante la posibilidad de encuentros con osos polares en caso de abandonar el núcleo del mismo. En invierno, su población total es de unas 35 personas. El día a día, cuenta Librada, «es por y para la ciencia».

Este proyecto interdisciplinario que reúne a científicos de siete universidades e institutos de I+D, abarca gran parte del ecosistema, desde microorganismos como las bacterias o el plancton, hasta especies como el bacalao ártico. En concreto, la colaboración con la Universidad de Málaga se centra en estudiar el comportamiento de las algas microscópicas, el fitoplancton, y comprender los mecanismos que se ponen en juego a nivel molecular al incrementar la temperatura, con especial atención durante la estación oscura, en los meses de octubre a marzo. Esto último es de gran interés para los científicos que se encuentran allí trabajando, ya que la supervivencia de estas formas de vida sin la incidencia de la luz solar, y, en consecuencia, sin la posibilidad de realizar la fotosíntesis, que es su principal fuente energética, constituye una gran incógnita. Además, el fitoplancton es el elemento base de la cadena alimentaria de los ecosistemas acuáticos ya que sirve de nutriente a especies de mayor tamaño, y es a la vez un gran agente de absorción de dióxido de carbono, por lo que su estado de conservación es determinante.

Combinando experimentos estacionales con medidas semanales y valores recogidos por muestreo in situ en el fiordo Konsgfjorden, se busca evaluar las consecuencias ecológicas del cambio climático en el ecosistema del Ártico, ya que, tal y como señalan Ramírez y Segovia, esta zona se considera un punto caliente, es decir, un sistema de alerta temprana de cambios globales inminentes. Los análisis, realizados en los laboratorios, deben respetar las condiciones de la intemperie, por lo que los científicos trabajan a muy bajas temperaturas y en oscuridad, con frontales de luz infrarroja. El estudio del comportamiento de los organismos bajo las condiciones actuales, permitirá realizar predicciones de las consecuencias a largo plazo.

A pesar de estar en invierno, además del retroceso evidente de los glaciares, Librada Ramírez observa que el fiordo ya no se congela más que en una capa superficial sin el grosor suficiente. En este sentido, un estudio de la investigadora de la Universidad de Colorado Alexandra Jahn publicado recientemente en la revista 'Nature Communications', advierte que el primer día sin hielo en el ártico podría llegar antes de 2030.

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