Mery Carmona
Lunes, 11 de noviembre 2024, 12:09
El debate tecnológico en la Universidad de Málaga es un tema recurrente que permea entre diferentes perfiles de la comunidad universitaria. Las Jornadas de STEAM-H de la Universidad de Málaga, un espacio de origen académico pensado para avivar la discusión de diversos puntos de vista, aspiran a integrar perspectivas como el arte, la filosofía o las ciencias en el análisis de las nuevas tecnologías.
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La comunidad universitaria representada en diversos roles pone día tras día la discusión a otro nivel. En el debate se conecta con el lado más emocional, usando el ejemplo de la película 'Eva': «Hay un momento de la película en la que él necesita un abrazo y le pide a la niña que suba la emotividad a un 8». Lejos de cerrar el punto de si es ético o no utilizar la Inteligencia Artificial en los trabajos escolares, se plantea cómo de beneficiosa podría ser su implementación en la cotidianidad de las personas mayores.
«A lo mejor es una máquina, pero te ha dado las gracias», sostienen en la sala, sin abandonar la postura emocional que podrían llegar a tener los robots en un día a día, en ocasiones más próximo que en otras. Es algo que comparten los estudiantes que participan: «Me doy cuenta de que la idea más primitiva del ser humano son los sentimientos y precisamente de eso se nutren las inteligencias artificiales».
El debate pronto se cierne sobre el hecho de poder aprender a sentir. Si bien una inteligencia artificial se alimenta en un proceso conocido como 'Machine Learning', sería hipotéticamente posible, según Juan José Arjona, doctorando de educación y comunicación social, que la Inteligencia Artificial llegase a emocionarnos. Sus preguntas van más allá: «¿Serán capaces de transmitir calor en un abrazo?».
Las voces universitarias parecen ir en un mismo sentido aunque recaigan en temas diversos, si bien continúan siendo máquinas, apuestan por aprender a utilizarlas de forma consciente: «Las máquinas que nos parecen tan poderosas tienen precisamente un carácter bastante servil y son incapaces de rebatirnos». Ya no se trata de la cuestión de usar generadores de contenido en las aulas, la trama que se debate asciende a la integración de robótica y surgen cuestiones relacionadas con películas como 'Yo, Robot'. «La decisión que se toma es deshacernos de este ser, lo apagamos y justamente es lo que hacemos con las relaciones humanas», unas palabras que buscan el trasfondo psicológico detrás del rechazo a una vida robótica.
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Pedro Plaza, filólogo e investigador, por otro lado, sugiere que la cuestión no radica siquiera en que los robots puedan parecerse a los humanos porque eso sería «asumir que todos tenemos empatía y sabemos dar un abrazo», algo que comenta con humor. Sí que recuerda con cariño una anécdota del aula de mayores de la universidad, donde se encontró con un señor que disponía de un asistente personal a través de Inteligencia Artificial en su WhatsApp: «Me sorprendió que se pasó toda la tarde pidiéndole cosas». En esta misma línea, hay quienes afirman en el debate que sería muy positivo para los momentos de soledad de esas personas mayores que, con unas palabras al día, se sentirían mejor.
Nuria Rodríguez, catedrática de Historia del Arte y quien ha empujado las iniciativas de las Jornadas de Debate STEAM-H junto con la Cátedra Telefónica, recalca que la cuestión de la IA trasciende al «sí o no». Con una sonrisa, afirma que debemos fijarnos en cómo formarnos para entender y controlar los sistemas para que, en lugar de sustituir, sumen. «Es una tarea que incumbe a todas las disciplinas». Para ella la importancia está, sobre todo, en que no haya pasividad desde ninguna rama y que todos intentemos aportar herramientas intelectuales. Lo interesante de esta problemática lleva a más de un asistente a repetir, recalca, con una participación muy heterogénea.
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Encaminados a Fancine con su 34 edición 'Artifigencia Intelicial', estos espacios de reflexión están fomentando una visión crítica desde todas las ramas del saber. Según las propias palabras de Nuria Rodríguez: «IA sí, seguro», porque, de lo contrario, nos estaríamos situando fuera de nuestra sociedad y renunciaríamos a una tecnología que podría ser «muy beneficiosa».
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