María Donoso
Lunes, 17 de febrero 2025, 12:39
Las prácticas universitarias, ese primer contacto tangible con el mundo laboral, no solo suponen un complemento a la formación teórica, sino una prueba de fuego para los estudiantes que, entre horarios ajustados y exigencias académicas, descubren su verdadera vocación. Un paso más cerca de la realidad que, para muchos, es un punto clave para responder a la pregunta que ronda en sus cabezas: ¿Es a esto a lo que me quiero dedicar?
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«Al final lo más importante es no perder la rutina, ni tampoco perdernos en ella», reflexiona Sofía Salido, estudiante de Magisterio, que combina sus clases con prácticas en un colegio. «Hay que mentalizarse previamente de que, por un periodo de tiempo, voy a un centro a hacer prácticas. Para mí no supone un esfuerzo porque voy con toda la ilusión, pero es verdad que llego más cansada y el cuerpo lo nota».
Salido no solo dedica sus mañanas al colegio, sino que luego se enfrenta a la preparación de portafolios donde recoge sus diarios semanales, análisis del centro y una investigación final. Todo ello bajo la supervisión de su tutora universitaria, que guía su evolución. «La peor parte es cuando se junta el práctico con las recuperaciones, ahí sí que no da tiempo a nada», confiesa. Pese a ello, reconoce que las prácticas son cruciales para confirmar si Magisterio es la carrera de su vida. «Si no existieran prácticas, creo que mucha gente se quitaría. No nos hacemos a la idea hasta que lo vivimos, y ese acercamiento temprano a la realidad laboral es lo que mantiene a muchas personas en la carrera».
Sin embargo, no todas las carreras tienen un esquema práctico tan temprano, y ahí surge el desafío de adaptarse. Pablo Lupiáñez, estudiante de Química, señala que la planificación es clave para aprovechar al máximo esta etapa. «Es importante que las prácticas estén integradas en el curso, porque sin experimentarlas no tendría sentido acabar la carrera. Más que al final, deberían hacerse durante varios años». Lupiáñez también señala la necesidad de ajustar los calendarios académicos. «Si estamos realizando las prácticas, no deberíamos tener exámenes justo después, porque para dar el 100% es fundamental no tener esa presión extra».
Conciliar el tiempo entre las prácticas, las clases y la vida personal es un reto que todos los estudiantes destacan. Carmen Ramírez, compañera de Salido, coincide en esta idea. «Las prácticas desde el principio son fundamentales para acercarnos a lo que realmente nos enfrentaremos. En cambio, en la universidad, estas experiencias nos mantienen motivados». Ramírez, por ejemplo, se organiza el fin de semana haciendo un esquema con horarios y tiempos libres para asegurarse de que tiene descansos. «El truco está en encontrar un ritmo que te permita cumplir con todo sin agotarte». Y aunque la carga puede ser pesada, los estudiantes reconocen que lo aprendido va mucho más allá de los conocimientos teóricos. Las prácticas son el momento de descubrir habilidades ocultas, de establecer contactos que podrían ser clave en el futuro, y, sobre todo, de decidir si el camino elegido es realmente el adecuado.
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«Justamente esta mañana lo pensaba en el colegio. Si no fuera por estas experiencias, quizás no sabría si esta es mi vocación», concluye Salido. Porque, al final, las prácticas no son solo una tarea más en el calendario académico: son un vistazo al futuro, un puente entre el estudiante y el profesional que está llamado a ser. Y aunque el cansancio se acumule, la recompensa, aseguran, lo vale.
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