María Donoso
Viernes, 13 de diciembre 2024, 17:42
El día de una joven que divide su tiempo entre la universidad y el conservatorio comienza antes del amanecer y rara vez termina antes de la medianoche. Entre clases, ensayos, tareas y exámenes, un puñado de estudiantes apasionados intenta mantener viva la música en su vida sin renunciar a una carrera universitaria. Para ellas, el arte no es un pasatiempo ni un capricho, sino una vocación profunda que las ha acompañado durante años, impulsándolas a multiplicarse en dos disciplinas que pocos se atreven a combinar.
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María Ríos, estudiante de Periodismo y violinista, comenta cómo llegó a esta encrucijada. Para ella, no hubo un momento específico en el que decidiera compaginar ambas trayectorias; simplemente no podía abandonar la música después de una década dedicada a estudiar en el conservatorio. «Si abandonaba el conservatorio, era como abandonar la música en sí, algo que ha sido fundamental en mi vida», explica María Ríos. «Sabía que las oportunidades laborales en la música clásica eran limitadas, así que decidí continuar con ambas carreras: estudiar lo que me apasiona y tener un plan alternativo que me garantizara un futuro laboral estable.»
Natalia Jiménez, estudiante de Administración y Dirección de Empresas (ADE) y contrabajista, comparte un sentimiento similar de compromiso y necesidad de equilibrio. Para ella, el conservatorio es una «vía de escape» en momentos de estrés universitario. Sin embargo, compaginar ambas disciplinas no es tarea fácil. «Es agotador, porque se requieren horas de ensayo diarias para mantener el nivel en el conservatorio, pero cuando veo los resultados, todo vale la pena», expresa, quien intenta organizar su vida entre aulas y salas de ensayo.
Una agenda que mide cada segundo
La organización es, sin duda, el eje que sostiene este delicado equilibrio. «Sin una agenda, no sería posible», asegura María Ríos, quien desde pequeña ha aprendido a dividir su tiempo entre la escuela y el conservatorio. Y para muchos, este aprendizaje es algo que adquieren por ensayo y error, como reconoce Charo Fernández, violinista y estudiante de Psicología. «Si quieres tener tiempo libre, tienes que sacrificar alguna asignatura en la universidad», explica. «No hay margen para ponerse al día en la música solo durante las épocas de exámenes; es algo que demanda atención diaria, y la práctica no se puede acumular ni posponer».
Julia Bootello, flautista y estudiante de Magisterio, conoce muy bien las limitaciones del tiempo cuando se trata de equilibrar sus estudios con el perfeccionamiento musical. «No paras en todo el día, y día tras día, semana tras semana, el cansancio se acumula. Pero también es gratificante, porque te das cuenta de todo lo que eres capaz de hacer y conseguir», señala. Para estos estudiantes, el tiempo libre es una utopía que se reduce al mínimo y que obliga a un sacrificio constante de la vida social, el descanso y el ocio.
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María Ríos, estudiante de Periodismo y violinista
Entre mundos paralelos
Uno de los mayores desafíos que enfrentan estos jóvenes músicos es la falta de apoyo institucional. «No te dan ninguna facilidad para llevarlo», declara Julia Bootello, quien lamenta que las universidades y los conservatorios no ofrezcan opciones para facilitar la doble formación. Natalia Jiméneztambién menciona la falta de flexibilidad en las instituciones, mientras que María Ríos observa que el sistema actual parece estar diseñado para hacer que los estudiantes «lleven una doble vida, sin espacio para integrar ambas disciplinas». Aunque en algunos casos se permite la convalidación de ciertas materias, los beneficios suelen ser mínimos en comparación con la carga horaria que enfrentan en el conservatorio.
Por otro lado, algunos estudiantes han encontrado maneras de adaptarse a estas dificultades. Charo, por ejemplo, optó por estudiar a tiempo parcial y reducir la cantidad de asignaturas para equilibrar mejor sus estudios universitarios y la práctica instrumental. «Al matricularme en menos asignaturas, tengo un mayor control sobre mis notas y puedo dedicarle más tiempo a tocar».
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El papel del arte en el futuro profesional
El arte y su formación académica en la universidad no son caminos opuestos, sino partes complementarias de su identidad profesional. María Ríos, por ejemplo, sueña con especializarse en periodismo cultural, particularmente en música clásica, y encuentra en su formación musical una herramienta valiosa para destacar en el ámbito comunicativo. «La música y el periodismo están conectados de una forma que va más allá de lo obvio. Creo que podría encontrar en el periodismo cultural el espacio ideal para unir ambas pasiones», asegura.
Por su parte, Úrsula Ávila, guitarrista y estudiante de Turismo, espera poder dedicarse a la docencia y gestión: «Me imagino siendo profesora en alguna escuela de música y trabajando en el sector de la hostelería». Para Natalia, la música siempre será una parte fundamental de su vida, aunque su futuro profesional esté más ligado al ámbito empresarial.
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El esfuerzo vale la pena, aunque sean conscientes de los sacrificios que esta doble vida les ha impuesto. La música, lejos de ser solo un hobby o un añadido, es una parte esencial de quienes son y de lo que esperan para su futuro. Como concluye María Ríos, «sé que hay quienes se arrepienten de no haber dedicado más tiempo a la vida personal, pero para mí, cada sacrificio ha valido la pena porque la música me llena de una forma que nada más podría». Entre partituras y libros de texto, ensayos y trabajos, estas jóvenes muestran que el arte y la educación pueden coexistir, aunque no sin esfuerzo.
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