Antonio Contreras
Martes, 12 de diciembre 2023, 11:35
¿Hace cuánto que no ve la mítica L enmarcada sobre un fondo verde sobre la luneta trasera de un vehículo? Las nuevas formas de movilidad, el caos de las 'etiquetas' en el parabrisas, los precios cada vez más altos en el mercado automovilístico o el lastre económico de mantener un coche. Estas son algunas de las razones que, cada vez más, desaniman a los jóvenes a sacarse el carné de conducir, que se muestran cada vez menos propensos e interesados en tener su propio vehículo. Ese romanticismo e imagen de libertad que englobaba al vehículo algunos años atrás ha quedado obsoleta entre una buena parte de los jóvenes que, lejos de la imagen idílica, ven la adquisición de un vehículo como un lastre más que como un beneficio.
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María Fernández, estudiante de Historia en la UMA, tiene claro que por el momento el carné se quedará en la estantería, aunque no descarta sacárselo más adelante. «Me pilla todo muy cerca, no me hace falta. Además, si necesito hacer un trayecto más largo siempre existe el transporte público», declara. Como ella existen cientos de estudiantes en todo el campus universitario que han decidido optar por otras movilidades de transporte, aunque no siempre por las mismas razones. Claudia Manzano, estudiante de Magisterio, ha tenido que renunciar a las cuatro ruedas debido a la situación económica de su familia. «Actualmente mi familia no está pasando el mejor momento», reconoce la estudiante.
Durante las últimas generaciones los porcentajes de jóvenes que adquieren el permiso de circulación caen en picado. Así, entre la generación de los 'Millenials' (aquellos nacidos entre 1985 y 1995) el porcentaje de personas que tienen el carné asciende hasta el 74 por ciento, mientras que en la generación 'Z', la cifra desciende drásticamente hasta el 58 por ciento.
Para muchos estudiantes no es cuestión de no querer tener coche propio, sino que simplemente prefieren centrarse en su carrera y obtener el carné cuando lo necesiten. «Muchos compañeros aprovechan el verano después de selectividad que es cuando están libres para sacarse el carné, pero yo estaba muy quemado y decidí tomármelo completamente libre», comenta Hugo Ramírez al respecto.
De hecho, un gran número de los entrevistados declaran tener intención de conducir, aunque por diversas razones y excusas de lo más variopintas acaban retrasando la llegada de ponerse al volante. Javier Cerezuela, estudiante de Magisterio, reconoce que la pereza es superior a las ganas de dejar de ser el copiloto. «Estoy apuntado en la academia, pero me da mucha pereza hacer test», confiesa.
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Desiré Martínez, estudiante de Educación Social, lo está intentando. De hecho, ya ha suspendido en alguna ocasión. Para ella la razón de que aún no lo tenga reside en su profesor que, según ella, le tiene manía. «Me llevo muy mal con el profesor, me habla fatal. Se piensa que tengo que saberlo todo ya», apunta indignada.
También existen aquellas personas a la que les gustaría poder conducir y tener su propio vehículo, aunque el simple hecho de imaginarse al control de una máquina de más de mil kilos, con miles de piezas susceptibles al desgaste y la rotura, a velocidades que mandarían a sus ocupantes a un plano algo más astral, hace que el miedo se apodere de ellas… y con razón.
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Ana Belén, estudiante de Educación Social, es de esas personas a las que el hecho de conducir es superior a ellas. Prefieren no conducir por cuestiones elementales e instintivas. «Me da miedo conducir. Me apunté hace casi tres años al teórico y aún nada». De hecho, tiene claro que no quiere conducir. Si está apuntada es por sus padres que, según comenta, la han obligado.
«Me da mal rollo», confiesa Carmen Ortega, estudiante de Educación Primaria, quien ha tomado la decisión de retrasarlo hasta que no le quede alternativa. «Ahora mismo no me hace falta, ya me lo sacaré cuando tenga que trabajar», agrega.
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A todos estos supuestos se suman las largas listas de espera a la que han de hacer frente los alumnos que quieran presentarse examen. Tanto es así que, en los últimos años, se comienza a destilar la estrategia de apuntarse a la cola en cuanto uno toca la autoescuela y, mientras llega el turno, aprender lo necesario para poder volver a casa con el preciado trofeo verdiblanco.
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