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Isabel Cisneros
Martes, 7 de noviembre 2023, 10:05
La palabra cáncer asusta y el cáncer de mama azota la vida de las mujeres en varios aspectos. Es por ello que el equipo científico 'Análisis de datos en Psicología' de la Universidad de Málaga trabaja para entender el proceso de adaptación a nivel psicológico que viven las mujeres al conocer el diagnóstico. El objetivo es que exista una adaptación a esa nueva realidad, el cáncer de mama, de la mejor forma posible y perseguir el mayor bienestar psicológico.
Aunque existen muchos tipos de cáncer que afectan de diversas maneras al cuerpo humano, el cáncer de mama es el más extendido en el sexo femenino. Altera las glándulas mamarias y el impacto puede abarcar el ámbito psicológico, pero también el físico, ya que suele requerir cirugías como la mastectomía (extirpación de la mama) y tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia (que producen efectos secundarios como náuseas, pérdida de cabello, fatiga…). Todo esto unido a cómo afronta cada persona este tipo de situaciones puede provocar secuelas psicológicas. La coordinadora del grupo, María José Blanca, afirma que decidieron estudiar este cáncer porque «es el más frecuente en las mujeres y recibir un diagnóstico de cáncer de mama es uno de los eventos más difíciles que una mujer puede experimentar a lo largo de su vida y que produce un gran impacto emocional».
El equipo científico está formado por profesores de la Facultad de Psicología y Logopedia, como María Victoria Cerezo, Lorena Soria y Rafael Alarcón. Lorena Soria también es la psico-oncóloga de la asociación de mujeres operadas de cáncer de mama, ASAMMA. Cuentan, incluso, con la colaboración de oncólogos del Hospital Universitario Virgen de la Victoria, como Bella Pajares y Jaime Gómez-Millán. Llevan más de una década investigando sobre los aspectos psicológicos asociados a la experiencia del cáncer de mama en mujeres y Cerezo estima que «una de cada ocho mujeres pueden desarrollar esta enfermedad a lo largo de su vida» y que esto afecta a la parte emocional porque «es distinta en el sentido de que afecta a una parte muy significativa del cuerpo de la mujer, a su percepción de la imagen corporal y también a las relaciones interpersonales, especialmente a las de pareja».
El estudio abarca varias líneas de trabajo. María José Blanca explica que la primera es «la adaptación y elaboración de instrumentos de evaluación de distintas variables psicológicas (estrés, resiliencia, satisfacción vital, depresión, ansiedad, etc.) con el objetivo de poder evaluar y conocer de una manera precisa las características de esta población». En este sentido, Blanca considera que «es muy importante el contexto psicológico de cada mujer, ya que sin él no se puede describir o comprender cómo las personas viven e interpretan sus experiencias». La segunda línea de investigación es «la descripción de perfiles de personalidad que se asocian a un mejor ajuste o desajuste psicológico, para conocer cuáles son las características personales de las pacientes que tienen, o no, un afrontamiento adaptativo a la enfermedad», añade Blanca. En la actualidad se centran en la experiencia de la enfermedad, pero desde la perspectiva de la psicología positiva. El equipo científico 'Análisis de datos en Psicología' de la UMA ha optado por enfocar su trabajo en esa parte de la psicología que observa las virtudes y fortalezas de carácter que promueven el bienestar y que pueden hacer que una persona se enfrente a la adversidad de una forma más optimista. «Intentamos conocer las fortalezas que se asocian a un mayor bienestar y qué papel desarrollan al afrontar la enfermedad con el objetivo final de poder diseñar intervenciones psicológicas basadas en la psicología positiva eficaces y eficientes que ayuden a las pacientes», afirma María Victoria Cerezo.
Con 'factores positivos' se refieren a esos rasgos que refleja la personalidad de cada persona que expresan valores fundamentales y que se reflejan en pensamientos, sentimientos y comportamientos, y que se consideran «recursos psicosociales que intervienen en ese proceso de adaptación». Según María José Blanca, «se considera que son universales y que permanecen relativamente estables a lo largo del tiempo, pero susceptibles a cambio mediante intervenciones psicológicas. Desde la psicología positiva, se establecen 24 fortalezas: creatividad, curiosidad, apertura a la experiencia, deseo de aprender, perspectiva, valor, perseverancia, integridad, vitalidad, amor, amabilidad, inteligencia social, ciudadanía, imparcialidad, liderazgo, perdón, humildad, prudencia, autorregulación, belleza, gratitud, esperanza, humor, y espiritualidad». De todos esos conceptos mencionados, Blanca hace hincapié en que algunas se catalogan como «fortalezas del corazón» (esperanza, gratitud, vitalidad, curiosidad y amor) y que «son importantes predictores de la satisfacción con la vida y se asocian negativamente con depresión, ansiedad y estrés». La esperanza y la vitalidad son las fortalezas que Blanca menciona como «claves para predecir el bienestar psicológico en pacientes con cáncer de mama». En este contexto, la esperanza se define como esa «percepción optimista hacia el futuro» y la vitalidad como «la tendencia a participar en la vida con energía y entusiasmo».
La parte emocional y la salud mental juegan un papel esencial en una persona que convive con el cáncer de mama. Principalmente produce estrés, ansiedad y depresión. «Creemos que es muy importante evaluar estas variables psicológicas para detectar qué personas están en riesgo de desarrollar un desajuste psicológico que influya de forma negativa en todo el proceso del cáncer, desde el diagnóstico y tratamiento a la posterior recuperación», confirma Cerezo.
Aunque ya existen instrumentos para analizar estas variables en la población general, 'Análisis de datos en Psicología' ha elaborado la Escala de Estresores de Cáncer de Mama para afinar en el contexto de estar mujeres. «La escala evalúa 5 ámbitos, como son los relacionados con el aspecto físico y la sexualidad, salud y limitaciones en la vida cotidiana, relaciones sociales, atención sanitaria y preocupaciones hacia el futuro. Las personas que experimentan altos niveles de estrés tienden a presentar mayor niveles de malestar psicológico», desarrolla Blanca. Algo que hay que resaltar es que el grupo ha confirmado que la esperanza y la vitalidad «actúan como factores protectores frente al estrés que provoca la enfermedad. Esto indica que los factores causantes de estrés interfieren en menor medida en el bienestar psicológico en las personas que presentan niveles altos de estas dos fortalezas», comenta Blanca.
Algo que puede ser contraproducente para las pacientes es el miedo a la recaída después de haber pasado por la enfermedad. La coordinadora del grupo declara que este fenómeno se denomina 'Síndrome de Damocles', y que su trabajo demuestra que «las preocupaciones hacia el futuro (miedo a la recaída, a la muerte, a hacer planes de futuro, etc.) es el factor que más genera sintomatología de estrés, depresión, ansiedad y peor percepción subjetiva de calidad de vida».
En los tipos de personas que existen en cuanto a la personalidad y a cómo afecta a la visión que tengan sobre la enfermedad detectan dos grupos diferentes: uno que presenta un buen ajuste psicológico, con niveles bajos de malestar psicológico, y otro considerado como un grupo vulnerable, y que necesitaría de un apoyo psicológico para afrontar el proceso de enfermedad de manera adecuada. El último se caracteriza por presentar trastornos de ansiedad, y también por percibir menor bienestar psicológico.
María José Blanca explica que realizan estudios «de tipo transversal, en el que se comparan distintas variables psicológicas a una muestra de participantes voluntarias. Después, con los datos extraídos, se hacen diferentes análisis estadísticos que les permite obtener resultados para dar respuesta a las hipótesis planteadas y alcanzar los objetivos del estudio». Todo este trabajo saca a relucir que «es necesario ofrecer apoyo especializado a aquellas personas que perciban malestar psicológico, promoviendo sus recursos personales para que se adapte de forma adecuada a la nueva situación, desarrollando esas fortalezas psicológicas que pueden amortiguar las consecuencias negativas del estrés asociado al proceso de la enfermedad», aclara María José Blanca.
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