TERESA R. DEL SOL
Martes, 29 de marzo 2022, 00:01
Algunos cuadros te invitan a pararte unos minutos frente a ellos, cruzar a otra dimensión y sumergirte, viajar en el tiempo o alterarlo, imaginar diálogos, pensar qué pasa por la mente del artista al pintar la obra, perderte en los colores o sentir qué ya has vivido lo que ves ante tus ojos. Los de Mona Guerra (Madrid, 1942) te empujan a sentarte, deslizarte y jugar sobre las líneas rectas y curvas que traza en sus lienzos. La Sala de Exposiciones del Rectorado inauguró el jueves un pedazo de su obra, 'Retratos esenciales', y ni el cielo marciano ni la lluvia de barro que caía sobre las calles de Málaga impidieron que numerosos curiosos se acercaran a detenerse observar sus «retratos». Un conjunto de 100 cuadros que la artista ha elaborado entre 2019 y 2022 a partir de sucesivos apuntes y estudios, inspirados en familiares, amigos y conocidos.
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Los 80 años de Mona Guerra son solo el reflejo de un número, su mirada es vivaz, su mente siempre está activa y sus manos no paran de crear. A los 16 años comenzó a pintar y fue cuando su profesor de arte, el escultor Martín Chirino, reconoció por primera vez su talento y le recomendó que estudiara Bellas Artes. «No fui a Bellas Artes pero empecé yendo a una academia en Madrid, estuve un año o dos y luego conocí a un pintor que fue el que más me ha influido, Juan Manuel Díaz-Caneja, que tiene un museo en Palencia. Un día me dijo su mujer que vivía en el mismo bloque: 'sube lo que pintas que te lo vea mi marido'. Se lo subí y comenzó a alabarme: '¡pero si es buenísima la obra que has hecho! ¡Pero si eres Picasso' y yo no sabía ni quién era Picasso ni nada», cuenta la artista.
A pesar de no conocer por entonces a uno de los pintores más reconocidos de España y el creador junto a Georges Braque del cubismo, su tendencia artística era clara desde muy joven. Sus cuadros construyen retratos, algunos más simples y otros más complejos, viajan entre la figuración y un cubismo más abstracto, una explosión de colores que se mezclan y unos sencillos trazos negros sobre el lienzo blanco. Retratos colocados uno al lado del otro que se miran a los ojos, miradas infinitas, retratos que desprenden energía, llenos de expresividad y gestualidad que expresan el mundo interior o captan los sentimientos en el momento del retratado. Esto lo consigue a través de diferentes técnicas como el dibujo a carboncillo, pastel o acrílico.
Los 'Retratos esenciales' de Mona Guerra son para contemplarlos, son esas obras que te hacen dar dos pasos atrás para visualizarlos mejor y a continuación acercarte a escasos centímetros para observar el relieve de la pintura.
Los inicios de la artista madrileña donde consolidó los rasgos de su arte fueron primero en la academia de Eduardo Peña y después en el estudio del catedrático de Bellas Artes, Pedro Mozos, recomendado por Díaz-Caneja para que aprendiera el oficio, sin embargo, fue su vecino quién más le enseñó.
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Cada viernes subía hasta la puerta de su casa y lo visitaba en su estudio. «Ahí cogí muchas cosas hablando, no pintando pero yo hablaba sobre las obras de arte y aprendí mucho de todo lo que me decía, las tengo ahora mismo aquí presentes como si me las hubiera dicho ayer», afirma Guerra.
Pablo Picasso decía que el objeto del arte es quitar el polvo de la vida diaria de nuestras vidas, Mona Guerra ha desempolvado algunos de sus cuadros que pintó hace años y los ha corregido, ahora cuelgan sobre las paredes rojas y negras de la sala. Y aunque nunca ha dejado de pintar recupera el tiempo perdido cada día trabajando sin descanso.
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«El pintor es pintor siempre, pintes más o pintes menos. Ahora lo que pasa es que le estoy dando más caña porque tengo 80 años y no tengo ya tantas historias que hacer. Además, lo veo más claro. Ahora es cuando de repente he entrado en un momento en el que lo tengo todo más claro porque sé muy bien ya que es lo que quiero hacer. He hecho alguna que otra exposición en distintos sitios, un poco sin pena ni gloria pero siempre tenía eso ahí, aunque las circunstancias a veces son más complicadas y como ahora llevo un tiempo que no lo tengo tan complicado...Ya llevo unos cuantos años que he empezado y ya a muerte», cuenta la artista.
Sin pena pero con mucha gloria ha inaugurado esta exposición en el Paseo del Parque con una sala repleta de gente donde se han aglutinado desde las generaciones más jóvenes a los que lucen su pelo ya con canas. No hubo quien no se le acercara para charlar y ella no había con quien no se detuviera.
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En realidad más que inspiración, los rostros de su familia, amigos o conocidos le han servido de pretexto para dibujar. «Yo lo veo todo un poco en abstracto aunque a veces aparezca una cara pero no me interesa, es un motivo para pintar, lo figurativo ya lo he hecho y yo prácticamente casi soy abstracto. He partido del cubismo, muchos dibujos acaban desembocando en una boca, pero en realidad es abstracto, lo que pasa que si tengo que hacer un dibujo de líneas de una cara pues bueno, lo mantengo pero hay muchos que si lo fragmentas ves que a lo mejor un trozo es totalmente cubista y es abstracto», explica Mona Guerra.
Entre los cuadros que cuelgan de la sala también se pueden encontrar autorretratos suyos de cuando era joven. Otros de los trabajos que ha realizado ha sido a partir de apuntes. Ahora tiene mucho material antiguo que está revisando, y darle forma de nuevo le divierte.
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Guerra nació en Madrid y pasó gran parte de su juventud allí, pero con 28 años se vino a la provincia malagueña buscando el sol. Su primer marido era catedrático de Bellas Artes y tuvo varios destinos en el norte, «allí llueve mucho, entonces me vine para Málaga», cuenta. Desde entonces pasó primero por Marbella y ahora se encuentra en la zona de Manilva.
Su casa está a un cuarto de hora de la nave donde tiene el taller, tiene una rutina y todas las mañana va andando hasta allí para trabajar, por las tardes prepara la comida, se echa una siesta y luego va a pasear, aunque confiesa que muchas de ellas se lleva documentación de lo que ha trabajado a casa y lo estudia.
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«Hay tardes que pinto y otras que no, pero no estoy presionada por nada, yo puedo estar a lo mejor una hora, tres horas, según me encuentre y según lo vea pero sí procuro dedicarle tiempo, eso es como la gimnasia tienes que dedicarle horas. Vivo con mi hijo, pero muy en solitario. Estoy muy cerrada en el tema, en lo que estoy haciendo. Tampoco me queda mucha energía para hacer otras cosas porque con la edad que tengo...No tengo nada programado, yo voy haciendo lo que me apetece. O a lo mejor viene mi hijo a la nave y estoy hasta las nueve de la noche, depende», cuenta Mona Guerra.
Para ella la inspiración aparece currando cada día. «Esto no es por una cuestión sublime de nada, aquí se trata de trabajar y de diez cuadros te pueden salir a lo mejor dos bien o uno y para hacer un retrato de línea como los que hay ahí a lo mejor me he hecho 20 o 10 porque muchos no los corrijo, entonces a lo mejor el primero me puede salir o no me puede salir o el segundo tampoco, o el tercero tampoco y a base de trabajarlo te sale. Surge el tema y lo ves claro pero es cuestión de trabajar», asegura la artista.
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A sus 80 años tiene claro que no va a dejar de pintar, su lucidez está más viva que nunca y si quisiera no podría hacerlo. Su cabeza dibuja continuamente a partir de todo lo que observa a su alrededor trazando líneas, llenando el espacio de trazos de colores, aunque no lo haga sobre un papel o lienzo.
«Es una cuestión de que estás viendo toda la estética, los movimientos, cualquier objeto que ves, estás visualizando ya las proporciones, el volumen. Yo muchas veces cuando empiezo a pintar no pienso lo que voy hacer, de repente veo este dibujo y digo; ¡uy pues aquí me gusta el amarillo y el verde!', pero lo mismo que me viene se me puede ir en otro momento y luego me viene de otra manera. Tengo muchos fogonazos, no me propongo lo que voy hacer, nunca lo sé, hago un movimiento y después vienen todos los demás. El primer movimiento que haces en el espacio, en el papel te está condicionando los siguientes y tienen que estar perfectamente equilibrados del primero al último. Es matemático, entonces si no está equilibrado lo borro y vuelvo a empezar», explica la artista madrileña.
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Después de toda una vida sin poder dedicarle todo el tiempo que le hubiera gustado a pintar, Mona Guerra exprime los segundos del reloj pero sin presiones, recoge en su memoria todo lo que sus maestros le han enseñado, lo aplica en cada trazo, corrige, estudia, trabaja horas pero se divierte y disfruta como cuando era joven. Está dispuesta a aprovechar su vida y lo dice sin rodeos: «en estos momentos para mí un mes, es un año, quiero meter mucha caña»,
La exposición, comisariada por el profesor de la UMA Pepo Pérez y por Regina Pérez Castillo, se podrá visitar hasta el 7 de mayo.
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