Un mapa de riesgo para prevenir los contagios por Fiebre del Nilo
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El catedrático y profesor de la Facultad de Ciencias, Raimundo Real, ha desarrollado junto a un equipo de investigadores una solución para evitar las muertes en humanosCristina Jiménez
Martes, 16 de enero 2024, 10:17
Cómo se puede saber que un virus o enfermedad circula por el aire que respiramos. Actos tan naturales como inhalar y exhalar o la picadura de un mosquito pueden llevar a desarrollar unos síntomas muy comunes como dolor de cabeza o fiebre, pero a su ... vez pueden desencadenar en un destino poco esperado por muchos.
El cielo es la autovía por la que circulan las aves, viajan y migran de un país a otro, trasladando con ellas virus y enfermedades, y la Fiebre del Nilo Occidental es una de ellas. Conocida por pocos es una de las grandes incógnitas dentro del ámbito de la investigación y la medicina. Fiebre, dolor de cabeza o mareos son algunos de los síntomas más comunes que suele presentar en los humanos esta enfermedad, pero tal y como explica uno de los investigadores en esta materia, el catedrático Raimundo Real, «la sintomatología es inespecífica, es decir, no siempre es la misma».
Con un rápido y pequeño picotazo de un mosquito una persona puede infectarse de este virus, el cual no puede transmitirse entre humanos. La verdadera problemática que este asunto presenta es su difícil diagnóstico y tratamiento, un dolor de cabeza ligado a fiebres altas puede significar muchas cosas, desde un resfriado típico por el cambio de estación a una enfermedad que puede concluir con la muerte por encefalitis, una inflamación cerebral grave.
Para los casos en los que el médico sí es capaz de detectar el virus, a través de un análisis de sangre, para el paciente que tenga la enfermedad muy desarrollada el destino final no tiene cambio de rumbo, a día de hoy no existe tratamiento que pueda combatirlo y curarlo. «No tiene cura, solo hay tratamiento para reducir algunos síntomas», explica Raimundo Real.
Ante este difícil escenario, un grupo de investigadores, entre los que se encuentra el profesor de la Facultad de Ciencias Raimundo Real, se plantearon la incógnita de «¿cómo se puede luchar contra esto?», la respuesta fue clara: «Mediante la prevención». Con la idea de que este virus se puede contraer, pero no se puede desarrollar, tomaron el camino de intentar ver el riesgo que había de infectarse. Dado que los síntomas son los comunes de cualquier resfriado, los médicos para detectar la Fiebre del Nilo necesitan un mapa de riesgo que les diga qué zonas con las que más casos o probabilidad tiene de contagiarse. «Decidimos poner todo el énfasis en la prevención», confirma Real.
«La mayoría de virus nos llegan por los animales, las más comunes son las aves», explica Real. Todos los seres vivos conviven conjuntamente a diario, y uno de los puntos en común son las infecciones, por ello, para poder estudiar el riesgo de contraer enfermedades es de vital importancia el papel de los expertos en zoología. «Hay que investigar la distribución de los animales en el espacio y tiempo», recalca Real.
Ante esto, el equipo de trabajo desarrolló un mapa de toda España con las distintas zonas de riesgo, como base tuvieron el ciclo que favorece que las aves puedan portar el virus, pero realmente con esos datos no les bastaba para desarrollar unos resultados efectivos. El trabajo en equipo es importante y los miembros de esta investigación lo tenían claro. Raimundo Real, a través de un foro que se hizo para hablar acerca del virus del Nilo Occidental, dio con la clave de toda la situación y lo explica: «Yo presenté mis opiniones pero también lo hicieron los veterinarios, y ahí me di cuenta de que ellos centraban el foco en los caballos», un animal que forma parte de la vida de muchas familias y que contrae fácilmente el virus del Nilo.
Con síntomas muy claros como la descoordinación en las patas traseras y un movimiento específico de la boca, genera la alarma entre los dueños y los veterinarios, para ellos esto es un problema gordo por cómo les afecta. «Otros animales no desarrollan el virus de forma tan grave, los caballos llegan a morir», aclara Real. Con esta información sobre la mesa encaminaron la investigación; con los datos que se tenían en humanos sobre la infección y con los de los caballos, consiguieron explicar de forma más clara la distribución geográfica de la enfermedad. La clave, tal y como explica Real, era que «los humanos pasaban más desapercibidos, bien porque son asintomáticos o porque presentan síntomas menos específicos, en los caballos era muy claro».
Con un modelo de estudio biogeográfico, el resultado final de todo un año de trabajo se ve en un mapa de riesgo de toda la Península Ibérica, en el que hay zonas que nunca han tenido casos en humanos como puede ser Levante o Cataluña, pero sí los hubo en caballos. «Si estos animales han muerto o han contraído la enfermedad es porque el virus está en el aire», aclara Real.
Una médica de Sanidad Exterior de Málaga, un equipo de veterinarios de la Universidad de Córdoba, geógrafos, zoólogos y médicos, todos ellos han formado un grupo multidisciplinar en el que han puesto en común datos, opiniones y conocimientos. «Es una enfermedad compleja, no se puede medir desde un único punto de vista, teníamos que crear un equipo grande para producir algo que se pudiera llevar a cabo», explica Real.
La visión ambiental es muy importante, y así lo han demostrado desde el grupo de trabajo. Con las enfermedades que no tienen tratamiento, crear una alerta temprana es esencial para prevenir el mayor número de muertes. Teniendo claro que los caballos no pueden propagar el virus, se convierten en el indicador clave para saber por dónde está y en la zona en la que hay que tomar medidas, como llevar manga larga o tener protectores activos.
El conocimiento científico no es absoluto, está en constante progreso, teniendo claro esto y que la convivencia en la tierra es de los seres humanos con los seres vivos, el equipo sigue estudiando esta enfermedad en profundidad. «Estamos viendo cómo afecta la migración de las aves en todo esto, además de los eventos clave en su reproducción», recalca Real. Todos unidos para evitar el peor de los finales, tanto para los animales como para los humanos.
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