Alex Dorgo / Carlos Durán
Martes, 28 de noviembre 2023, 10:21
Cuanto más cómodo estás, más complicado parece abandonar tu hogar para entrar en una nueva aventura. Salir de tu zona de confort implica arriesgarse y tomar decisiones cuyas consecuencias están en paradero desconocido, con el aliciente de vivir la adrenalina en estado puro (o su máximo esplendor). Y si no que se lo digan a los miles de estudiantes de la Universidad de Málaga que confirman su inscripción para el Erasmus.
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El proyecto lleva en funcionamiento desde 1987, mismo año en el que se implantó en España, y se define a sí mismo como «el programa de la UE que respalda la educación, la formación, la juventud y el deporte en Europa». Actualmente se encuentra en un período de seis años (2021-2027) que «hace especial hincapié en la inclusión social, las transiciones ecológicas y digitales y el fomento de la participación de las personas jóvenes en la vida democrática».
La UMA es uno de los puntos que permite la entrada del Erasmus e integra a nuevos alumnos y viceversa. Su estructura se divide en tres partes: movilidad de individuos, cooperación entre organizaciones e instituciones y respaldo al desarrollo de políticas. Los universitarios parten entre 2 y 12 meses al extranjero, dejando atrás a sus familias y amigos, pero con la certeza de que será una oportunidad única en sus vidas.
Muchos de los estudiantes que vuelven tras un tiempo fuera de casa llegan con una concepción de la vida completamente distinta. «Lo mejor que saco es el crecimiento personal que he tenido», confiesa Nuria Mena, estudiante de Periodismo en la Universidad de Málaga que residió el curso pasado en Lisboa. «Hay diferentes situaciones a las que te enfrentas prácticamente sola, porque aunque tienes a gente allí no son tus personas de toda la vida y como lo haces desde tan lejos te obliga a madurar», continúa.
Para Mena, esta experiencia es muy recomendable: «Se dan todos los factores oportunos para que sea mayormente disfrutada». Porque al cambiar de país cambian tus costumbres. Ya no sólo por las diferentes culturas que existen globalmente, sino por las formas de enseñanza, que son muy distintas a las de España.
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La normalidad se altera desde el primer minuto. Los amigos, lugares o planes de siempre se reemplazan por un hábitat nuevo. En muchos casos, llegas a un país desconocido totalmente solo y ahí es donde te ves obligado a reajustar tu rutina. Personas con las que nunca pensarías que ibas a intercambiar un simple 'Hola, ¿qué tal?' forman parte de tu día a día y visitas sitios que te sorprenden y se convierten en tus favoritos.
«Recomiendo ir de Erasmus porque es una experiencia que sólo se comprende al vivirla, es muy intensa», aclara Mena. Además, para todos aquellos universitarios que estén pensando en comenzar una andadura similar, añade: «Todo pasa muy rápido y vives diferentes situaciones con gente muy diversa en un contexto totalmente nuevo. Es algo que te ayuda a madurar y crecer como persona».
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Marchar de casa, quizás algo que muchos estudiantes no se han planteado aún, puede y seguramente sea un miedo que frena la curiosidad por descubrir mundo. Muchos se aferran a su familia y amigos y tratan de tener un futuro laboral cerca de ellos: «Antes no quería salir de España, pero ahora quiero viajar mucho más y trabajar en otros países y otros lugares», reconoce Mena.
Para muchos jóvenes, esta transición no supone un problema, mientras que otros presentan más dificultades. Todo en función de las experiencias pasadas que hayan vivido, de la capacidad para adaptarse a una vida completamente nueva. Para el malagueño Alejandro Peláez, alumno de Matemáticas en la Universidad de Sevilla y que actualmente está en Milán (Italia), este cambio ha sido fácil gracias a la actitud de sus compañeros de Erasmus: «Llegué un poco más tarde que la mayoría de estudiantes y me ha sido muy fácil incluirme en los grupos. Todo el mundo te acoge genial».
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La elección del destino viene dada por la experiencia pasada de otros compañeros. Laura Romero, estudiante de Derecho y ADE en la UMA, reconoce haber seleccionado Praga (República Checa) por su buena situación geográfica y por su interconexión para viajar: «Mucha gente me recomendó esta ciudad, es muy bonita y tiene muy buen ambiente universitario».
El tema de las convalidaciones se convierte en un paso importante para cualquier alumno, ya que pretenden garantizar que el año que pasen fuera no sea en vano y que al volver a casa tengan los créditos necesarios para pasar al siguiente curso. «Aquí me van a convalidar muchas asignaturas en un año», apunta Romero. Aunque la metodología o sistema de trabajo es diferente en otros países como Italia o República Checa, muchos estudiantes pueden avanzar en su aprendizaje de forma distinta y con el mismo objetivo.
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El principio nunca ha sido fácil, pero un día te plantas en un contexto totalmente paralelo, obligado a reconducir tus estilos de vida y familiarizarte con unas costumbres: «Te ayuda a espabilar y apañártelas en otra ciudad en la que estás sólo, a otro idioma y otras circunstancias totalmente distintas», señala Peláez. Sin embargo, y en comparación con Andalucía, los gastos en el continente europeo son mayores y esto se convierte en la principal desventaja: «Es un destino bastante caro», añade.
Dentro de los inconvenientes o preocupaciones, el idioma se sitúa en la cúspide o, al menos, dentro del ranking. Algunos deciden practicar meses antes de aventurarse para llegar con algún conocimiento, mientras que otros se tiran al charco sin pensarlo. Como si hubiera examen y la fe fuera el mejor aliado de los viajeros Erasmus. ¿Pero qué sucede al contrario? ¿Piensan igual aquellos que llegan a España? Son situaciones diferentes, no obstante, siempre prevalece la experiencia antes que cualquier otro factor, sin importar qué vía tomar porque el camino es el mismo.
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Juan Pablo Ortega Portillo es un estudiante procedente de Morelia, ciudad del Estado de Michoacán (México) y que actualmente cursa Periodismo en Málaga. No está de Erasmus, programa que incluye sólo el continente europeo, sino de Movilidad Internacional puesto que viene de Latinoamérica. En su país de origen comenta que la carrera no se llama así, sino simplemente Comunicación. Por tanto, es como si tuviera que cursar hasta un triple grado en uno: «Tengo cinco materias, pero sólo tres en Periodismo y las otras dos son de Publicidad y Comunicación Audiovisual», comenta con total tranquilidad.
Aterrizó en España casi sin quererlo, mucho menos en Málaga: «Vine porque era el único lugar que me daban de intercambio en mi universidad». Su único destino en Europa era este y se atrevió a cambiar de continente pese a no ser su idea en aquel momento. Más de nueve mil kilómetros de distancia lo separan de su entorno. Entre 14 y 16 horas de avión. Aunque reconoce que las personas que conoció «son realmente muy buenas» y «valen la pena» pese a los prejuicios que le implantaron con los españoles: «Decían que eran muy secos».
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El contraste entre países es grande en materia académica. La metodología utilizada no es ni mucho menos similar: «Aquí supongo que la educación es más importante que allá en México». En España hay un total de 83 universidades, de las cuales 50 son públicas. Allí, la mayoría son privadas y, por tanto, tienen un coste más alto: «Una escuela como esta allá sería privada», declara Ortega con seguridad en el rostro.
Alumnos como Ortega Portillo permiten observar cómo tratar que otros alumnos no europeos puedan optar también a programas similares al Erasmus, pero que se ofrece en este caso en Iberoamérica, Asia, Oceanía o Norteamérica. Es cierto que requiere mucha información y una serie de documentos que pueden parecer infinitos. Además, para la mayoría de los estudiantes es la primera toma de contacto con experiencias de este tipo. Para facilitarles el proceso, existe la figura del coordinador de movilidad. Este cargo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Málaga lo ocupa Natalia Meléndez Malavé, profesora titular de Periodismo.
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La docente se encarga de ayudar a los estudiantes a la hora de elaborar todos los trámites, pero también de resolver todas sus dudas y acompañarlos durante su estancia en el extranjero: «Yo soy quien le tiene que explicar a las personas exactamente cómo se hace todo este procedimiento», afirma. Es el nexo entre los universitarios y Relaciones Internacionales. En situaciones donde ellos mismos no saben salir adelante es cuando acuden a su mano derecha.
«Genera mucho trabajo, pero lo principal es atender al alumnado», señala Meléndez. El principal objetivo es poner a su alcance todas las herramientas para que se puedan informar. No obstante, siempre existen trabas y en este caso están relacionados con la inexperiencia: «Aún así, algunas veces les cuesta trabajo leer la convocatoria, es la primera vez en su vida», continúa.
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También hay otros factores que pueden afectar negativamente a los alumnos. Uno de ellos es el idioma, ya no sólo dominar el lenguaje del destino al que vayan a ir, sino organizar el certificado para que llegue y se adjunte a tiempo. La decisión final también tiene mucho que ver con las posibilidades de convalidación, ya que los alumnos tratan de marchar a un país en el que las asignaturas que cursen puedan sustituir a las materias que impartirían en España. Pero el condicionante más importante es el económico: «Hay destinos donde sabemos que el tren de vida es más alto y cuesta más trabajo vivir allí y va a suponer un gran desembolso», confiesa Meléndez.
Es una experiencia que requiere mucho trabajo, pero las personas que tienen la suerte de vivirla la recomiendan siempre. Es un paso que hay que dar en la vida para desarrollar conocimientos y habilidades sociales, el alumno que marcha y sabe combinar el proceso de aprendizaje con el social se va muy beneficiado. Y es que, además de adquirir competencias tanto técnicas como prácticas, aprenden de una cultura completamente nueva y se llevan amistades que empiezan a formar parte de su vida.
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