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Cristina Jiménez
Martes, 12 de marzo 2024, 10:08
Llegan a un nuevo país y a una nueva ciudad, sin conocer la lengua y la cultura, con una mochila a la espalda y arrastrando una maleta de veinte kilos. Málaga y la UMA reciben con los brazos abiertos cada año a todos los alumnos ... Erasmus, sus vuelos llegan desde Italia, de Alemania, de Bélgica o de Francia, todos aterrizan con ganas de empezar un nuevo curso. Una nueva vida y rutina se abre camino ante ellos, les toca partir desde cero y sin conocer nada de esta nueva ciudad, y a nadie. Para muchos, adentrarse en esta aventura no es fácil, ya que adaptarse a este cambio requiere de tiempo y ayuda; el idioma, además, es una gran barrera, a pesar de que hoy en día la gran mayoría de personas hablan inglés. Poder entender el funcionamiento de la universidad, el papeleo que tienen que rellenar o todos los procesos administrativos que tienen que seguir se suman a la lista de problemas y de agobios.
Para intentar luchar contra todas estas dificultades nace el Buddy Program, formado por alumnos voluntarios que quieren colaborar, lo que se convierte en una efectiva ayuda. Sus bases versan sobre la integración del alumnado extranjero dentro de la vida universitaria malagueña, de esta forma, a cada estudiante internacional se le asigna un estudiante local de la UMA.
La idea de formar estas parejas es para conseguir introducir al alumnado extranjero dentro de los estilos de vida de la ciudad, ayudando en cualquier aspecto que requiera. Los que formen parte del equipo de Buddys, además de colaborar con la causa de forma voluntaria, recibirán una compensación en forma de cuatro créditos universitarios.
La UMA está llena de estudiantes extranjeros, y muchos de ellos cuentan con su Buddy, como es el caso de Thomas Brockmeyer, que procede de Alemania para estudiar lo que en su país sería Ingeniería. Antes de llegar a España no conocía a nadie, y pensó que para poder tener un primer contacto con la sociedad española, contar con un Buddy sería de gran ayuda. Brockmeyer cree que el tener una persona, que como él, es estudiante le beneficia, ya que «puedo preguntar si tengo problemas con los estudios», explica. Su Buddy se llama Antonio Luis Pozo y está muy contento con él, recuerda que «cuando llevaba poco tiempo en Málaga me invitó a cenar con sus amigos y su primo, eso fue fantástico».
Más adelante han jugado juntos al pádel y tomado café para perfeccionar su español, lo que más le gusta de Antonio Luis Pozo es que «sus respuestas a mis dudas son más rápidas que las de la oficina de la universidad». Él recomienda a todos los extranjeros que soliciten su Buddy para vivir mejor la experiencia del Erasmus.
Pozo conoció el programa por la recompensa académica que tiene, pensó que era una buena opción para conseguir algunos créditos que le faltaban, lo que él no se imaginó fue que, tras vivir la experiencia, su pensamiento sería que «es algo más que conseguir unos créditos, conoces una nueva cultura, una nueva persona y es algo que te transmite mucho más».
Él cree que ha tenido mucha suerte con Brockmeyer porque «se parece mucho a mí, siempre hemos estado muy cómodos y tiene gustos parecidos a los míos, nos tratamos como si fuéramos amigos desde siempre», cuenta Pozo.
Las actividades son de obligatorio cumplimiento para que los créditos se asignen, y como contaba Brockmeyer han hecho todo tipo de quedadas, desde deporte a cultura. Pozo coincide con el alemán a la hora de definir la necesidad de que los extranjeros tengan un Buddy, ya que «es mejor que te ayude una persona que tiene el mismo rango, es decir, estudiante, porque tienes más cercanía», recalca. Para ambos ha sido una experiencia muy gratificante: Brockmeyer repetiría en caso de ir a otro lugar para estudiar y Pozo lo solicitaría para conocer mejor la cultura y adaptarse más fácil.
Zeynep Elci llegó a España desde Turquía sin ninguno de sus amigos, era la primera vez que hacía un viaje al extranjero, y le tocó hacerlo sola. No sabía cómo funcionaba la UMA, hasta el punto de no saber cuál era su horario de clase; sus primeros momentos fueron complicados, pero gracias a su Buddy consiguió entender cómo eran todos los procesos administrativos y acostumbrarse al país que se convertiría en su casa los próximos meses. «Estaba muy preocupada porque estaba sola y todo era nuevo para mí», recuerda Elci. No es nada fácil enfrentarse a estas primeras experiencias en una nueva ciudad con una cultura diferente, pero como cuenta, «con el tiempo todo se arregla y disfrutas del lugar».
Para Elci, que la universidad cuente con el programa de los Buddys ha marcado el rumbo de su historia en Málaga, gracias a él ha encontrado a su mejor amiga, Julia Ramírez. «Es muy amable y comprensiva, somos muy compatibles y siempre será mi gran apoyo aquí en España», cuenta. Entre todas las actividades que ha hecho Elci con Julia Ramírez, recordará para siempre la degustación de platos locales, su viaje a Cádiz, e incluso el gran número de películas españolas que ha visto.
Entre las dudas más comunes con las que llegan los estudiantes extranjeros, las más recurrentes son el papeleo de matriculación y los procesos administrativos, y Karla Castillo lo vivió con Ariane. «Poder ayudarles y tener créditos a cambio es muy buena idea», confirma Castillo. Ariane llegó desde Alemania para estudiar Informática en la Facultad de Telecomunicaciones y Karla Castillo se convirtió en su apoyo vital. Castillo se atrevió a formar parte del programa para, además de conseguir créditos, «practicar el idioma y conocer a gente nueva», explica.
Ambas estudian en la misma facultad, lo que permitió que Ariane tuviera a Castillo lo más cerca posible, y como recuerda, «le enseñé nuestra universidad e incluso le ayudé con temas de secretaría, porque tenía mucho lío al principio». A pesar de que Karla Castillo no cree que todos los alumnos de Erasmus necesiten contar con un Buddy, ella está muy contenta con la experiencia que ha vivido, siempre recordará a Ariane como «una persona con la que tenía muchas cosas en común, tanto la música como otras aficiones, nos llevamos muy bien».
Aprender inglés se encuentra entre otras de las razones por las que los estudiantes de la UMA deciden formar parte del programa de los Buddys, así lo explica María Teresa Camino: «Decidí formar parte porque quería aprender inglés y enseñar español a los internacionales». Camino estudia Educación Infantil, y al principio tuvo una mala experiencia con el programa al recordar que «se equivocaron al asignarme el internacional, él tenía una carrera diferente a la mía, pero le caí bien y decidió quedarse conmigo». Sam fue el Buddy con el que estuvo Camino, al inicio estaba nerviosa por conocer a alguien nuevo, pero cuando empezaron a quedar, ambos se dieron cuenta de que estaban muy cómodos juntos. «Sam se adapta a todo tipo de personas y es muy simpático, se ha convertido en un gran amigo para mí», cuenta Camino.
Gracias a esta experiencia, Sam ha podido conocer un poco más sobre la historia y la gastronomía malagueña, al final, la iniciativa de este programa es la integración de todos los alumnos internacionales que llegan a la ciudad, pero Camino también ha sacado beneficio de todo esto. «También ellos nos ayudan a nosotros, nos cuentan cosas sobre sus hogares, yo incluso conocí a parte de su familia», recuerda Camino.
Es cierto que la principal función de los locales es ayudar a los internacionales en todo lo que necesiten, pero como le ocurrió a Camino, «en mi caso no le pude ayudar en el ámbito académico, porque no estudiamos lo mismo, pero lo hubiera hecho sin falta sin lo hubiera necesitado».
La gran mayoría de estudiantes, en caso de irse de Erasmus, coinciden en que les gustaría tener a su disposición un Buddy para que les ayudara en cosas tan básicas como el papeleo o para descubrir los rincones escondidos entre las ciudades. Muchos de ellos entran en el programa para conseguir los cuatro créditos o para aprender inglés, pero al final de la experiencia se dan cuenta de que han conseguido mucho más que eso, un nuevo amigo o amiga con el que han vivido momentos inolvidables y que perdurará para siempre entre sus recuerdos.
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