Julio Portabales
Martes, 12 de diciembre 2023, 11:45
Recibir un reconocimiento nacional es el sueño de cualquier persona que realiza con esfuerzo y pasión su labor. Ese sentimiento de trabajo bien hecho e incluso, en algunos casos, de satisfacción por haber conseguido crear un impacto en la sociedad, son sensaciones que permanecen en el recuerdo de la mente humana.
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En el caso de Elizabeth García Gil (Málaga, 1988), su reacción al abrir el ordenador, acceder a su correo electrónico y comprobar cómo en un mensaje le comunicaban que había sido galardonada con el premio a artículos de investigación en Historia de las Mujeres fue la más simple y humana de las formas: llorar. «Una amiga mía que es psicóloga tuvo que decirme que respirara», decía la joven investigadora malagueña, recordando aquel momento que quedará en su retina para toda la vida. «Cuando me llega el correo yo leí en mi mente que sentían comunicarme que no me lo habían dado, y pensé que eran muy majos por haberme escrito a pesar de no haberlo recibido», contaba entre risas la académica.
Las cosas del destino quiso que hasta el último día, en el último momento, no se decidiera a entregarlo; tanto es así que en un momento determinado llegó a «darlo por perdido». Entre las clases, la corrección de los exámenes de selectividad y otro ciento de cosas se encontraba, cómo ella muy bien define, «con la soga al cuello», sin embargo finalmente consiguió terminarlo.
'La actividad de las mujeres en el comercio y el crédito rural en el sur de la península (ss. XVIII-XIX)', la tesis con la que consiguió esta mención, es solo una pequeña pincelada de todo el arduo y duro camino que ha tenido que recorrer Elizabeth en su vida académica. De hecho, la investigadora postdoctoral Margarita Salas, en el Departamento de Historias Moderna y Contemporánea de la Universidad de Málaga, deja entrever que su primer año al frente de este proyecto fue «muy duro», ya que la información sobre el tema era escasa. Aunque también reconoce, que a pesar de lo trabajoso que puede llegar a ser este mundo, a veces puedes recibir «estos regalos», como lo definió Elizabeth.
Cómo casi todo en esta vida, su primera idea no tuvo nada que ver con la ejecución final. En un principio el proyecto iba a estar enfocado alrededor del concepto de 'las mujeres prestamistas'; sin embargo, la investigación tuvo un vuelco inesperado. «Una vez que empecé a analizar a mujeres prestamistas, me doy cuenta de que hay una conexión con el comercio y ahí empieza realmente mi investigación», precisa Elizabeth Gil. Ese punto de inflexión le permite acceder a otras nuevas vías con la que poder relanzar el proyecto y llevarlo a un nuevo nivel.
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El premio, que ha sido entregado por la Asociación Española de Investigación en Historia de las Mujeres, AEIHM, le fue otorgado durante el IX Seminario Internacional de AEIHM: 'Violencias de género: historia y memoria'. La académica habla del proceso como una «toma de conciencia paulatina», donde es consciente de que esta asociación ha galardonado a grandes investigadoras y qué además esto supone una «responsabilidad» que recae sobre ella por el simple hecho de tener que «mantener un nivel» en sus próximos trabajos.
Para ella, este galardón no es un simple reconocimiento a un trabajo particular, sino que es una síntesis de «toda la evolución que he tenido como investigadora». Su logro es responsabilidad de dos grandes núcleos de personas; por una parte, sus compañeras científicas y académicas y, por otra, a la que ella califica como su «red de apoyo cercana».
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De los segundos incluye en ese grupo tan selecto a sus amigas, de quienes reconoce han sido las principales encargadas de «comerse sus marrones» y que el tenerlas a su lado es comparable a conseguir «un tesoro». «Al final eso es lo que vale, gente como tus amigos que te regalan cosas caras, como lealtad, honestidad y tiempo, que es una cosa que a día de hoy escasea», aseguraba la malagueña.
Con todo y con eso, Elizabeth Gil rompe una lanza a favor del área de la investigación, donde confirma que es complicado su dedicación debido a la imposición personal y moral de estar dando «resultados constantes», sin embargo, defiende la idea de «llegar hasta el final» como lema de vida, e intentarlo a pesar de las dificultades que se pueda encontrar uno por el camino. El ser «apoyado desde dentro» es otro de los pilares en los que edifica también sus logros académicos, y que han servido para poder ir construyendo su propio camino dentro de este área.
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Pilares que también ha intentado inculcar a su alumnado en su etapa de docencia, de quien reconoce «echa en falta» en este nuevo ciclo de su vida en el que se encuentra. A su vez, defiende la idea de que hay mucho que «aprender del alumnado» y que «su cercanía» con ellos le ha permitido poder comprenderlos un poco más.
«El precio de abandonar duele más que el de quedarme ahí», frase por bandera que lleva en todas las facetas de su vida y que le ha servido para conseguir alcanzar todas la metas que se ha ido proponiendo hasta llegar al galardón. Porque para Elizabeth Gil no es solo un premio a su trabajo sino a su «evolución».
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