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Olaya Suárez
Domingo, 2 de marzo 2025, 08:00
El intento de fuga de dos de los presos más peligrosos de España en 1995 en los juzgados de Gijón marcó un antes y un después en el tratamiento de los detenidos, puso en marcha el régimen Fies (fichero de internos de especial seguimiento) y sirvió para incrementar las medidas de seguridad en dependencias judiciales y también en las cárceles. Eso sí, se cobró una vida, la de Juan Andrés Arroyo Asensio, un policía nacional que custodiaba a los reos amotinados: Juan Redondo y Santiago Cobos. Este último inspiró al personaje 'Malamadre' en la película 'Celda 211', interpretado por el actor Luis Tosar. Pero como siempre, la realidad supera a la ficción y aquella mañana en Gijón, apenas unos días antes de que el estadio de El Molinón acogiese el antológico concierto de los Rolling Stone, se escribía uno de los más sangrientos capítulos de la crónica negra de la región. Se cumplen ahora 30 años.
Los dos delincuentes lo organizaron todo meticulosamente desde la cárcel de Villanubla, en Valladolid, en la que estaban presos. Durante meses le enviaron al juez Lino Rubio Mayo cartas amenazantes con la única intención de ser trasladados a Gijón para ser juzgados. «Con la venia, maldito cabrón. Nos dirigimos a usted a sabiendas de que es un puto perro y un torturador», le escribían por ejemplo en sus misivas intimidatorias. Pretendían escapar de unas instalaciones en las que consideraban que las medidas de seguridad podrían ser más laxas que en una ciudad más grande y con mayor índice de criminalidad.Ya lo habían intentado en otras ocasiones. En Gijón a punto estuvieron de conseguir su propósito, pero su intento de fuga quedó frustrado. Tras ellos dejaron un reguero de sangre, un agente asesinado a tiros y a varios de sus compañeros heridos de gravedad.
Entre los dos presos acumulaban 200 años de condenas de cárcel por delitos de sangre, varios intentos de fuga anteriores, agresiones y robos. Su última etapa la pasaron en el centro penitenciario de Villanubla (Valladolid). Desde allí, prepararon su plan. Otro más que acabaría torciéndose. Santiago Cobos había nacido en la localidad leonesa de San Andrés de Rabanedo en 1968. La primera vez que entró en prisión apenas había cumplido los 20. Fue condenado a seis años por robo y entre rejas, acumuló delitos y condenas que ascienden a 60 años de internamiento. Su compinche, Juan Redondo, catalán del 59, fue uno de los que 45 presos que en 1978 se fugaron de la Modelo de Barcelona. Murió en 2011 y pasó más tiempo en su vida entre rejas que en libertad.
A primera hora de la mañana del martes 13 de junio de 1995 los dos delincuentes llegaban desde la cárcel de Asturias (donde había dormido esa noche) a los juzgados de la calle Prendes Pando. Estaban esposados y custodiados por varios agentes de la Policía Nacional. Tiempo después se demostraría que no había ningún plan especial para ellos. Los policías creían que trataban con dos presos comunes y no con dos de los mayores sanguinarios de la historia que tenían a sus espaldas numerosos intentos de fuga, motines carcelarios y enfrentamientos con funcionarios. Los llevaron a los calabozos ubicados en el sótano, donde esperarían a que se celebrase el juicio por injurias y amenazas al magistrado.
Santiago Cobos, después de una media hora, pidió ir al baño y fue allí donde le quitaron las esposas para que pudiese orinar. De forma sorpresiva y sin apenas tiempo para reaccionar, el peligroso delincuente se echó encima de unos de los policías que le custodiaba y le arrebató la pistola, una 9 milímetros parabellum con la que de forma instantánea se giró bruscamente y disparó a la cabeza del otro policía, Juan Andrés Arroyo Asensio. Murió en el acto. Tenía 48 años, estaba casado y tenía un hijo de 20 que continuó los pasos profesionales de su padre.
Cobos no pudo seguir con su objetivo de matar a tiros al otro policía nacional que estaba en los aseos. La pistola se encasquilló , por lo que le machacó la cabeza a culatazos. Era Edelmiro Reboleiro. Cobos y Redondo lo cogieron como rehén junto a otros policías. Varios funcionarios consiguieron evacuar el edificio del Palacio de Justicia por una puerta trasera y ponerse a salvo, pero otros muchos quedaron atrapados en despachos, salas de vistas o zonas comunes, completamente atemorizados y a merced de cómo discurriesen los acontecimientos que habían hecho saltar por los aires una rutinaria mañana de trabajo.
Fuera, se empezaban a concentrar decenas de policías. La alerta era máxima. Por entonces no sabían que dentro yacía el cadáver de un compañero y que otro se debatía entre la vida y la muerte. Unos cien agentes participaron en el operativo. Se pidieron refuerzos a Oviedo y también policías que estaban de descanso acudieron al lugar en cuestión de minutos. Un ejército de agentes apuntaba con sus armas hacia el interior del juzgado y dentro, los presos amotinados hacían lo mismo con los rehenes. Se comunicaban con el exterior a través de un ventanuco, por donde los negociadores de las fuerzas de seguridad intentaban que los presos liberasen a los rehenes. Exigían un coche para poder huir y que les dejasen libre la entrada.
José Ramón fue uno de los policías que trató directamente con Santiago Cobos y Juan Redondo durante aquellas angustiosas e interminables horas que se prolongó . A día de hoy este policía que fue jefe de la Brigada de Extranjería está jubilado prefiere guardar su anonimato por seguridad. «Han pasado muchos años pero no me fio…», dice, a sabiendas de que Santiago Cobos lleva años en la calle disfrutando del tercer grado penitenciario.
José Ramón
Negociador de la Policía Nacional
El policía, curtido en incontables intervenciones durante su época como jefe del Grupo de Atracos de Barcelona, donde estuvo destinado muchos años, recuerda aquel día en Gijón como uno de los más complicados de su carrera policial. «Fue difícil porque eran dos hombres muy peligrosos y que no tenían nada que perder, ya habían intentado fugarse otras veces y tenían muchos delitos de sangre a sus espaldas, estábamos tratando con unos de los presos más peligrosos de España», dice. Estableció conversación directa con ellos a través de una ventana en una calle lateral del palacio de Justicia y desde ahí escuchó sus pretensiones y les intentó hacer ver que no iban a poder salir de allí, que liberasen a los rehenes y saliesen con las manos arriba. «Les decía que tirasen el 'fusco' y que no se buscasen la ruina porque estaban rodeados, el miedo que teniamos que es que matasen a alguien, por entonces no sabíamos que había un compañero muerto dentro y otro gravemente herido», rememora.
Las negociaciones fueron muy tensas y a eso se añadía la angustia de los familiares de todas las personas que se encontraban dentro de los juzgados y de las que no tenían ninguna noticia. Por aquella época no había teléfonos móviles y las escasas comunicaciones que llegaban al exterior del Palacio de Justicia era a través de los teléfonos fijos de algún despacho…
Era en torno a la 1 del mediodía cuando los dos presos por fin se acababan entregando. Estaban heridos. Durante el ataque a los policías ellos también se vieron afectados. Juan Redondo había recibido un disparo y tenía las fuerzas mermadas por la sangre que perdía. «Si no estuviese herido de bala, el resultado creo habría sido otro mucho más sangriento, habrían opuesto más resistencia…», rememora ahora el policía.
Los presos fueron detenidos y los policías descubrieron el horror: un compañero muerto y el otro, a punto de morir. El balance del intento frustrado de los dos presos provocó una gran conmoción en Asturias y saltó a las portadas de prácticamente todos los periódicos nacionales.
Juan Andres Arroyo Asensio, el agente fallecido era extremeño, se había casado con una asturiana y llevaba 19 años en la Policía Nacional. Era uno de los encargados de la custodia de los detenidos en la Comisaría y en los juzgados. «Un gran compañero, muy tranquilo y con mucha experiencia, lo que le ocurrió fue una desgracia tremenda», dicen los que compartieron Comisaría con él.
Ahora, echando la vista atrás, sus compañeros creen que «fallaron los mecanismos de seguridad, no había constancia de que fueran presos tan peligrosos y que hubiese que tenerlos aislados. La muerte se podría haber evitado».
José Ramón
Negociador de la Policía Nacional
El motin en Gijon sirvió para cambiar los protocolos de traslado de presos. A partir de ese momento, los policías que custodiaban no podían llevar armas en los calabozos y en 1996 se empezó a aplicar la Ley Corcuera, impulsada ministro de Interior del Gobierno de Felipe Gonzalez, que recoge y aplica mecanismos especiales a los reclusos considerados considerados muy peligrosos: con medidas de aislamiento, intervención de las comunicaciones escritas, normas específicas y reforzadas en las salida de prisión, registros con frecuencia en su celda, imposibilidad de aplicar el tercer grado o permisos carcelarios… Los controvertidos Ficheros de Especial Seguimiento (Fies), esto es, una cárcel dentro de la cárcel en un régimen particular en el que se encuentran por ejemplo Igor 'el Ruso', el exmilitar serbio que en 2017 asesinó a dos guardia civiles y a un ganadero en Teruel; Fernando Vazquez, el 'Hannibal Lecter gallego' o Fabrizio Joao Silva, entre otros muchos…
Santiago Cobos salió de prisión en 2019 en régimen de tercer grado. Durante una época trabajó en una librería en Vitoria. Por el asesinato del policía en Gijon él y su compinche fueron condenados a 20 de años de prisión. Juan Redondo murió hace años. Ninguno de los dos ha mostrado su arrepentimiento por el asesinato del policía. Se consideran víctimas del sistema. Ni un atisbo de pesar.
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