La playa de La Carihuela, uno de los rincones que más proyecta la imagen de Torremolinos, recupera, uno de sus símbolos, el chiringuito El Canarias, renacido, literalmente, de sus escombros. No ha sido por catástrofe natural alguna, si no por visión empresarial de sus responsables, ... los hermanos José, Miguel, Ana María y Pepi Pérez, hijos de José Pérez y Ana Soler el matrimonio que, en 1962, inauguró este restaurante junto a un fiel socio, Miguel León. «Renovamos la licencia hace dos años y decidimos que era buen momento para tener visión de futuro, para una reforma que aportara valor», explica José.
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Así, con este espíritu, y tras solventar los correspondientes trámites, hace 8 meses comenzó la transformación de El Canarias, del que no quedaron «ni los cimientos». Hoy, con autorización de Costas para los próximos «quince, más quince años», reabrimos apunta José, reproduciendo los términos exactos del permiso. Mármol, aluminio, maderas, un techo alto en el comedor y placas solares, además de una apuesta por la «sostenibilidad, la durabilidad y el diseño» están en el actualizado chiringuito. Se ha invertido en esta proceso un millón de euros, precisa José Pérez, que reconoce que, tanto él como sus hermanos, cuando emprendieron esta aventura, estaban pensando en la «tercera generación», los hijos y sobrinos, los nietos y nietas de José Pérez y Ana Soler.
Miguel Pérez destaca que, a pesar de que El Canarias muta por dentro y por fuera, todo sigue igual. «Más allá de alguna innovación en los platos, pequeña, la esencia es la misma, el pescaíto y tener claro que, desde que abrimos, a las diez de la mañana, hasta que cerramos, a las doce de la noche, todo el que se siente en una mesa, va a comer», sostiene.
Con estas ideas claras, El Canarias, que da trabajo a una plantilla de 35 personas, se ha mantenido, con la misma familia al frente, desde hace ya 62 años Y eso, a pesar de sus distintos emplazamientos, ya que, aunque abrió allí, no siempre estuvo en El Remo; por ejemplo, entre 1988 y 1996, se ubicó frente al Pez Espada, otro de los esenciales de la costa torremolinense.
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Encarna Chiquero, jefa de obra de este proyecto, ejecutado por firma malagueña Comoli, destaca que, precisamente, el mayor reto fue cumplir los plazos, ajustarse a los tiempos, desde la plena consciencia de que la obra afectaba a un negocio que iba a dejar de generar ingresos. Pero, a pesar de las modificaciones, que las ha habido, y de los problemas, como estar tan cerca del mar, se ha cumplido, conforme a la planificación del arquitecto Alfonso Heredia, y el diseño de Rafael Ráez. «Hemos tenido que meter mucha gente, con cuadrillas de hasta 20 personas trabajando al mismo tiempo, pero la empresa está acostumbrada a obras de este tipo, de gran montante y poco plazo», resume.
De no ser así, El Canarias no podría recomenzar su temporada, con la vista puesta en llegar al siglo de atención al público.
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