El Playamar, un instituto con «32 idiomas» en Torremolinos

«Estamos creciendo mucho en los últimos años, imagínate que hemos pasado de tener 700 a tener casi 1.300 alumnos. El buen clima que hay en Málaga y las posibilidades que ofrece la provincia para muchas personas y lo 'bien que se vive', hacen que muchas familias extranjeras den el paso de trasladarse aquí a vivir y a teletrabajar», apunta el responsable educativo. «Esto hace que tengamos muchos alumnos y alumnas que son extranjeros, combinado a otros muchos que, aunque tengan nacionalidad española, por haber nacido aquí sus padres, también proceden de otros países. Esto implica que, en ocasiones, necesiten una ayuda temporal con el idioma, al mismo tiempo que brinda muchas posibilidades de enriquecimiento cultural», apunta Lozano.

Es entonces cuándo entra en escena el profesor Jesús Relinque, del Aula Temporal de Adaptación Lingüística (ATAL). «El Playamar de Torremolinos es un instituto muy diverso que tiene, actualmente, 32 nacionalidades diferentes. Imagina lo que significa esto para el enriquecimiento cultural e idiomático. Es un sinfín de posibilidades, de tradiciones, de creencias religiosas, de pensamientos que tienen los muy diversos alumnos y alumnas que cursan sus estudios y están matriculados en nuestro centro», apunta el maestro.

La clave para gestionar esta realidad es que la matrícula se puede realizar en cualquier momento del curso, ya que la educación en España es obligatoria hasta los 16 años. «Cuando llegan aquí un estudiante, se le acoge, se le matricula, se le brinda unos materiales para que ellos y ellas trabajen y, además, se le ayuda con la adaptación lingüística», apunta Relinque.

¿Cómo se logra? La clave son los proyectos educativos, por ejemplo, de algo tan básico como la gastronomía española o de las fiestas, para ver cómo en cada casa se celebra la Navidad o el Día de Todos los Santos; también son importantes cuestiones, desvela Relinque, que pueden parecer poco relevantes, pero que tienen un gran rendimiento para el aprendizaje o la integración, como es poner el nombre de los muebles de la casa en castellano. «Solemos hacer proyectos de trabajo bilingüe, que luego se exponen en la entrada del instituto, para que el resto de los alumnos puedan compartir ese trabajo, que han hecho el alumnado extranjero y el profesorado», ejemplifica.

Esta forma de trabajar implica que el contacto con los encargados de dar las clases es constante, para solventar las muchas dudas que surgen a unos alumnos que, como principal reto, tienen el de lograr el dominio suficiente del castellano.

«La clave es lograr que la adaptación sea temporal, que se incorporen a su aula lo antes posible. Hay que tener en cuenta que estos chicos y chicas llegan a un país nuevo, donde todo es extraño para ellos, y lo que hacemos en un centro como este, donde hay decenas de nacionalidades, es integrarlos del primer momento. En este proceso es clave que se propicie también el encuentro con otros compañeros, que están en sus mismas circunstancias, además de la empatía del resto», resume el director del instituto.