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Cuesta creerlo, pero es cierto, hubo un momento en el que el Hotel Pez Espada era, a la par que alojamiento, faro de la costa ... de Torremolinos. El arquitecto Luis Ruiz Padrón invita a evocar ese momento: «Imagina cuando no había nada en La Carihuela y estuvieran las luces encendidas por la noche». El establecimiento, obra de Manuel Muñoz Monasterio y Juan Jáuregui Briales, abrió sus puertas hace 65 años y comenzó a hacer historia, tanto que, en 2006, fue declarado Bien de Interés Cultural; entró en la lista del patrimonio que merece ser conservado.
No estaba el litoral tan virgen, pero cuando el metre del actual MedPlaya Hotel Pez Espada, Ángel Bazaga Pérez-Villamil, entró a formar parte de la plantilla, como camarero raso, ni siquiera había paseo marítimo. Tras 42 años, es decir, tres cuartos de los que tiene su lugar de trabajo, se jubilará, «si Dios quiere», el próximo mes de junio. Su testimonio es un relato de la evolución turística de la Costa del Sol; su empleo, en un alojamiento que es un referente de este sector, le confiere carácter de experto en la materia: «Había dejado los estudios y me vine a trabajar aquí donde estaba la elite». Cuando pisa el actual comedor del alojamiento, explica, «esto era la famosa Parrilla», escenario de actuaciones de relumbrón, con un público al que se servía «todo con pinzas (cuchillo y tenedor para sujetar, por ejemplo un bollo de pan) y con mantelería».
Y es que el Pez Espada, en su concepción misma, busca romper con lo establecido, y parte de la premisa de que hay que convertir en una meca nacional e internacional el destino Málaga. «No hay nada que se le parezca, supera la tradición constructiva vernácula de otros establecimientos, con más similitudes con los hoteles que hay en Miami, por ejemplo», apunta Ruiz Padrón.
Además, su proyección es bienintencionada, quiere afectar lo mínimo posible al 'skyline' por eso está construido de forma perpendicular al mar, a lo alto y no a lo ancho. «El Pez Espada no tiene la culpa de lo que vino después», reflexiona Ruiz Padrón. «Ha sido una revolución total, en las infraestructuras de la ciudad, de Málaga, y en el propio hotel. Primero solo había un edificio, el principal, luego se hizo un anexo, en los 80 del siglo pasado, y ya, en torno a 2015, las junior suites. Se concibió para que la gente hiciera vida fuera, con habitaciones que ahora nos pueden parecer pequeñas, pero la idea era estar al aire libre, con pistas de tenis o minigolf, hasta con una capilla», apunta Ángel Bazaga Pérez-Villamil.
Esta transformación, en la que el Pez Espada ha mantenido su esencia arquitectónica, está ligada también a la «democratización» del turismo, con precios más asequibles, para atraer a una mayor cantidad de público, con el paso de la carta al bufet libre.
«La forma de concebir estos inmuebles es el estilo relax, que, en el Pez Espada tiene un paradigma, el objetivo es el ocio», describe el arquitecto. El hotel torremolinense es clave para entender este tipo de obra, puesto que por su conservación muestra pruebas del modo en que, en sus orígenes, estos alojamientos costasoleños recurren a la artesanía de la zona.
Y es así, puntualiza Ruiz Padrón, ante la carencia de elementos decorativos industriales. El que se hospede en el Pez Espada lo puede apreciar en los tiradores de las puertas, de madera y con forma de concha marina, o «el maravilloso mural que hay en la recepción». Piezas originales, como las escaleras y la solería.
La capacidad de atraer visitantes, con una planta hotelera creada ex profeso para que esta llegada sea continúa y de distintos puntos del globo, todavía está intacta. Torremolinos, en 2023, superó el millón de turistas. De ello informó el Ayuntamiento, consciente de la importancia de esta actividad. Cristina Pérez Núñez, directora general del MedPlaya Hotel Pez Espada, lo resume así: «Esto es un no parar». Con porcentajes que rozan el lleno, mes tras mes; hasta con las recientes lluvias torrenciales de las danas, el establecimiento estaba en pleno apogeo. «Tenemos muchos clientes y no pocos que repiten, que crean un vínculo con nuestro personal», dice Pérez.
El metre, a meses de colgar el chaleco con el que se uniforma, todavía se emociona al recordar que los comensales, en pie, le aplaudieron por uno de sus ascensos.
Esta esencia en el continente que es el Pez Espada, que marca a las personas que lo habitan, merece ser reconocida, con lo que también queda claro el respaldo a la propiedad por mantenerlo fiel a su concepción, juzga Luis Ruiz Padrón.
Por eso, el Colegio de Arquitectos colocó a las puertas del establecimiento una placa de la Fundación Docomomo Ibérico (Documentation and Conservation of buildings, sites and neighbourhoods of the Modern Movement), encargada, desde 1990, de inventariar, divulgar y proteger el patrimonio arquitectónico del Movimiento Moderno. Es la gran aportación del siglo XX a la historia de la arquitectura, que, en Málaga, tuvo una vis turística.
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