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Un inodoro y lo que parecen ser elementos de una cocina o un baño, entre otras basuras, dan la bienvenida a la Casa de María ... Barrabino. Los escombros están amontonados en el jardín. Esta estampa no está a la vista de cualquiera, pues una valla, alta y encalada, oculta esta vivienda señorial, del siglo XIX (toda una rareza en la vanguardista Torremolinos) de las miradas en un lugar que tiene un enorme tránsito, la plaza Costa del Sol, en la esquina, precisamente, con la calle María Barrabino. La parcela está a los pies del fabuloso mural de Brigitte Bardot, obra de Nesui SRC.
Desde al altura del grafiti, dedicado a la estancia de la actriz francesa en el municipio costasoleño, para el rodaje de 'Los joyeros del claro de luna', la visión de la parcela es cenital, nada comparable a la experiencia de adentrarse en este edificio con la perspectiva que ofrece la talla de un humano medio. En bajo, y con la distancia que todavía ofrece la visión desde la cerca perimetral, la fachada, color albero, luce espléndida, con sus tres cuerpos divididos en columnas, el central con frontón, con sus ventanas y balcones de hierro...
Pero, como se suele decir, el diablo está en los detalles. Solo hay que acercarse un poco para hacerse una idea del abandono de la casona. No es solo la basura acumulada y la maleza, el conjunto necesita ser intervenido para evitar que desaparezca para siempre. La familia que la encargó a Gerónimo Cuervo, la habitó hasta 1997. Cerrada y a su suerte, transcurrieron 20 años hasta que el Ayuntamiento la adquirió y, en 2019, fue necesario acometer obras para evitar que la techumbre se viniera abajo. Es perfectamente visible lo que se hizo entonces, una gruesa viga sujeta una de las crujías de la cubierta; de haber continuado en caída, la escalinata que tiene debajo hubiera quedado destrozada. Tampoco es que la escalera esté en perfecto estado, donde debería de haber una barandilla, se han colocado puntales de obra, en horizontal, que, por seguridad, hacen de pasamanos.
De hecho, estos elementos, ya en su habitual posición vertical, están por decenas en la planta baja. Su cometido es evitar que el suelo superior ceda. Caminando entre los soportes de hierro que mantienen firme la estructura del palacete, pueden verse algunos de los elementos arquitectónicos originales que, a duras penas, han aguantado el paso del tiempo. Por ejemplo, en el zaguán con tres arcos de medio punto, que hace de distribuidor en el salón, todavía se aprecian decoraciones en algún capitel de las pilastras. Lo mismo ocurre con las baldosas con mosaicos o los frescos de paredes y techos, no pocos están prácticamente borrados; también se encuentran maderas, devoradas por las termitas. No hay riesgo de colapso, pero sí hay que moverse con precaución, por los problemas de conservación, fruto de la falta de mantenimiento del inmueble.
En algunos rincones, están pendientes de su futuro ventanas y otras piezas que se encuentran fuera del lugar que ocuparon, pero que, al menos, a cubierto, se estropean menos. Hay también pistas que recuerdan que el edificio fue, en su día, un lugar lleno de vida, como un interruptor de perilla, ya poco frecuente, que está todavía en la pared de lo que fue un dormitorio principal, con unas vistas magníficas de la calle San Miguel o un ventanuco, en una de las estancias de la planta baja, que comunicaba lo que parece la cocina con un salón, con vistas al patio.
En los exteriores, oculta bajo las malas hiervas, hay un empedrado que marcaba un camino, otro toque más del gusto de la época en esta construcción que ronda los dos siglos. No en vano, en el catálogo de Patrimonio Arquitectónico de la Junta de Andalucía, se referencia la casa de este modo: «Es uno de los escasos edificios residenciales que se conservan de la burguesía decimonónica en Torremolinos. El gusto estético es fiel reflejo de una arquitectura historicista que conjuga la tradición constructiva con los nuevos elementos ornamentales».
El recorrido por la ostentosa vivienda en su actual estado ofrece una oportunidad única, más allá de la decadencia que refleja, ya que el edificio va a ser objeto de obras y, de una forma u otra, quedará renovado. El proyectó está impulsado por el Ayuntamiento y avanza con tramitación de urgencia, sujeto a los férreos plazos que marca la subvención de la Unión Europea concedida para las obras. Son 2,5 millones de euros, de los que Bruselas aporta el 65,03% en el marco del Programa de Impulso a la Rehabilitación Energética de Edificios Públicos del Gobierno. La fase de recepción de ofertas para hacerse con esta intervención concluyó este pasado 12 de febrero. En esta fase del concurso público, se organizaron visitas guiadas para los licitadores, con el propósito de aclarar posibles dudas y conocer este bien de primera mano; SUR tuvo la oportunidad de estar presente en una de ellas.
Una vez que estén adjudicadas las obras, la contratista tiene que ser ágil, pues el compromiso municipal es que los trabajos deben estar finalizados y recepcionados antes del 26 de febrero de 2026, «de conformidad con lo establecido en el expediente relacionado con la subvención».
La intervención, por un lado, conjugará la eficiencia energética, objeto de la ayuda concedida, y la accesibilidad, con la conservación de los valores de la Casa de María Barrabino. El Gobierno municipal deja claro que no se trata de un proyecto ni «amenazante, ni destructivo» para este patrimonio y que contempla tanto la sustitución «de elementos estructurales inviables de conservar por seguridad» como «cuidar los detalles que acompañan a la arquitectura original». «La rehabilitación del inmueble para su utilización es la mejor manera de poner en valor el conjunto arquitectónico», defienden.
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