La Tirada del Copo o el arte de pescar cuando apretaba el hambre

«Yo la practicaba cuando era un niño, porque la tirada del copo es una técnica adaptada a eso, a los niños y a las personas mayores. En los años 50, cuando yo era un chavalillo, los hombres adultos se marchaban todos de Los Boliches cada vez que llegaba la época de la almadraba. Se iban todos a pescar atún y aquí nos quedábamos los más pequeños y los más mayores. Por aquel entonces el hambre amanecía antes que el día», cuenta José Rubio.

En aquella época, tirar el copo fue más de un día la salvación de muchas de las casas que poblaban Los Boliches. Niños y abuelos se echaban al mar y anclaban dos cabos a unos 50 metros de la orilla y con cierta distancia entre sí para que, a continuación, desde tierra, varias personas tiraran de las cuerdas unidas a la red, de manera que ésta acaba formando un copo o una bolsa y se llevaba con ella todo el pescado que encontraba a su paso. «En aquellos años había mucho pescado, siempre sacábamos algo y lo vendíamos por varias pesetas, lo que ayudaba en la casa», continúa recordando el patrón.

En los años 60 esta técnica se prohibió para proteger a los inmaduros y desde entonces y hasta los años 90 no volvió a tirarse el copo. Fue el propio José Rubio, quien pasado ese tiempo, comenzó a mover los permisos para poder recrear aquel viejo arte, hoy en día convertido en una seña cultural de Los Boliches y de otras zonas marineras de la Costa del Sol. Por eso cada año se recrea dos veces: una un poco antes de la celebración de la Virgen del Carmen y la otra el 15 de agosto, para celebrar la Fiesta de los Veraneantes.

«Es un arte porque como técnica pesquera tiene poca defensa», cuenta Rubio, quien recuerda que aquel niño que tiraba el copo se hizo mayor y siguió pescando, pero ya en altura. «He pescado en Marruecos, en Cabo Verde, en Angola, en Guinea... donde fuera porque aquí solo había hambre, no había vida», explica para a continuación narrar sus vivencias. Su historia es el retrato de una época. «Por aquel entonces vivíamos en Los Boliches 500 personas y en toda Fuengirola habría unas 2.000 personas. Para vivir solo teníamos dos opciones: el campo o la mar y si malo era lo uno, malo era lo otro», afirma. En los 60 comenzaron a llegar los turistas y aquello lo disparó todo y lo fue transformando a lo que hoy es.

«Empezó el boom de la construcción y yo me pasé a la obra y así estuve hasta que llegó la primera crisis económica», recuerda. «En aquel momento dejé la obra y puse una pescadería y esa ha sido mi forma de vida hasta que me jubilé».