![Quince disparos con un Kalashnikov: 40 años del día que Antonio sobrevivió de milagro](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2024/07/12/Dori-fuengirola-RnYmBXFNRZXsy3zUo5ssPQO-1200x840@Diario%20Sur.jpeg)
![Quince disparos con un Kalashnikov: 40 años del día que Antonio sobrevivió de milagro](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2024/07/12/Dori-fuengirola-RnYmBXFNRZXsy3zUo5ssPQO-1200x840@Diario%20Sur.jpeg)
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A Dori Arrabalí Bueno aún se le llenan los ojos de lágrimas y se le tuerce el gesto de coraje cuando narra la noche del 15 de junio de 1984 y eso que ya han pasado cuatro décadas. Lo tiene todo escrito, pero no le ... hace falta repasar los apuntes cuando tiene que hablar el día en que su marido, el entonces guardia civil Antonio Aguayo, consiguió esquivar a la muerte de puro milagro.
Aquella noche Antonio Aguayo formaba parte del dispositivo policial que andaba buscando a los miembros del comando Donosti. Les seguían la pista de cerca y dieron con ellos de madrugada en un piso situado en la tercera planta de un edificio en la localidad guipuzcoana de Hernani. Estando ya dentro del piso, Antonio, que iba equipado con el chaleco antibalas, abrió una puerta y se encontró con varios de los terroristas que, sin mediar palabra «le dispararon 15 tiros con un Kalashnikov», cuenta su mujer. A pesar del chaleco, aquello destrozó al guardia, que quedó «cojo, manco y ciego». Hasta el punto de que sus compañeros pensaron que había muerto.
Tal fue el nivel de respuesta por parte de los terroristas que el resto del dispositivo policial, según recuerda ahora Dori Arrabalí, acabó retirándose del piso y se quedó desplegado en la calle, rodeando el edificio. Antonio Aguayo no estaba muerto, estaba gravemente herido, pero decidido a luchar por su vida hasta el último momento. Consiguió atrincherarse en la habitación parapetando la puerta, se hizo torniquetes en las heridas con una cortina y «con sangre, pensando que de allí no salía, escribió en la pared: viva la Guardia Civil y te quiero Dori», tal y como narra su mujer.
Estuvo allí encerrado durante horas, buscando la manera de salir del piso. Solo tenía una opción: salir por la ventana, pero cada vez que se asomaba, sus propios compañeros, con el dispositivo montado en la calle lo confundían con el jefe del comando, Jesús María Zabarte Arregui y le disparaban de inmediato. En esas estuvo hasta que alguien de los suyos acabó dándose cuenta de que era él y pudo saltar por la ventana colgado de una cortina.
Antonio Aguayo sobrevivió a aquella operación, pero su vida ya nunca fue la misma. Perdió la vista, la movilidad de un brazo y se quedó cojo. Aún así pudo hacer una vida normal, «pero con muchas limitaciones». El matrimonio volvió a su tierra, Málaga, donde se instalaron en El Palo, explica Dori, que este viernes participó en el acto de inauguración de una escultura en memoria de las víctimas de cualquier tipo de violencia, en Fuengirola. Antonio no pudo continuar en la Guardia Civil. Con los años acabó comprando la licencia de taxi y ese fue su oficio hasta que se jubiló. «Hace dos años le dio un ictus que lo dejó completamente incapacitado y ahora está ingresado en una residencia», explica su mujer, que es miembro de la Asociación de Víctimas del Terrorismo y quien se encarga de transmitir lo que vivió su familia para que no acabe cayendo en el olvido.
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