Lorena Cádiz
Mijas
Sábado, 6 de enero 2024, 00:03
Alarcón, Moreno, Burgos, Ríos, Quero, Martín... y así hasta completar los ocho apellidos mijeños de pura cepa. La familia Alarcón tiene que pararse a pensar ... si hay alguien en su árbol genealógico que no haya nacido y crecido en Mijas Pueblo y la respuesta es que no. Hasta donde les alcanza el conocimiento, generación tras generación han residido allí, y eso que a las generaciones más jóvenes les está resultando difícil quedarse, por aquello de la escasez de viviendas en un municipio que año tras año no para de crecer y en la que cada vez gana más peso el número de residentes extranjeros.
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Según los datos provisionales del padrón en 2023, que recientemente dio a conocer el Instituto Nacional de Estadística (INE), el año pasado Mijas alcanzó los 90.763 residentes, lo que supone 2.450 habitantes más que en 2022, y 4.207 empadronados más que en 2021. De ellos, en torno a un tercio de la población son extranjeros instalados en la localidad. Según los datos del padrón municipal, Mijas tiene censados un total de 31.477 extranjeros, lo que supone un 33,35% de la población total. Entre ellos se encuentra una de las comunidades de británicos más amplia de toda Andalucía. En total hay 8.061 habitantes procedentes del Reino Unido. Los nórdicos, los marroquíes (2.545 habitantes), italianos (1.798 habitantes), ucranianos (1.382), argentinos (1.161 habitantes) y alemanes (1.014 habitantes) son otras de las nacionalidades más frecuentes en una ciudad que cuenta con vecinos de hasta 127 nacionalidades distintas.
Teresa Alarcón Burgos, hoy octogenaria, echa la vista atrás y aún recuerda a la perfección cómo era Mijas antes de la llegada de los turistas. Ella misma y su familia forman parte de la historia de la localidad, casi sin saberlo. Su marido, ya fallecido, fue guardés de la casa del escritor Ronald Fraser, uno de los primeros extranjeros que tras visitar Mijas se quedó prendado del pueblo y decidió instalarse allí junto a su mujer. Gracias a ello nacieron sus libros 'Mijas. República, guerra, franquismo en un pueblo andaluz' o 'Escondido. El calvario de Manuel Cortés', que narra la historia del alcalde republicano de Mijas, quien tuvo que esconderse durante la posguerra para evitar el más que probable fusilamiento por la represión franquista.
«Solo fui dos años a la escuela, cuando yo era joven había que trabajar, en verano en el campo y en invierno hacíamos pleitas de esparto y de palma para que se las llevaran a venderlas a Málaga», cuenta Teresa. «Si no hubieran venido los turistas en Mijas seguiríamos siendo pobres. En la parte alta, donde ahora hay tantas viviendas, solo había chozas que se mojaban cada vez que llovía», continúa Teresa y recuerda que «había inviernos que no paraba de llover en un mes y ahora nos estamos quedando sin agua».
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Teresa reconoce lo mucho y bueno que ha dejado la llegada de extranjeros al municipio, pero también se queja de que «las criaturas de Mijas se tienen que ir por ahí porque no hay viviendas». Ella tuvo cinco hijos y uno más que perdió al nacer. Todos viven en Mijas con sus respectivas familias. Una de sus hijas es María de la Peña Alarcón, quien fue bautizada así por la Virgen de la Peña, patrona de la localidad. Toda la familia pertenece a la hermandad y se han criado en 'El Compás', junto a la ermita. Allí tiene María de la Peña, desde los años 90, una tienda de souvenirs.
«Cuando empecé, el turista era principalmente extranjero, ahora ya vienen también turistas españoles. En aquellos años la oferta no era tanta como ahora y se me llenaba la tienda hasta los topes, la gente hacía incluso cola para pagar. Ahora ya hay muchas más tiendas y ya no es para tanto, pero sigue funcionando muy bien», asegura.
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Su hija, Paloma Bellido Alarcón, echó los dientes en esa tienda, y la hija de Paloma, Abril Martín Alarcón los está echando ahora. «Tenía claro que me quedaba en Mijas. Hay pocas viviendas, pero mis padres nos han cedido una y ahí nos hemos quedado», cuenta.
Lo sorprendente es que después de toda una vida y varias generaciones tratando a diario con los británicos, a ninguna se le da bien el idioma. «Lo entendemos todo, pero hablarlo se nos da regular», aseguran.
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