Joyce Gyimah preparando y repartiendo comida. SUR

Medalla del Imperio Británico para la presidenta de una asociación de Fuengirola: «Cuando me llamaron pensé que era una broma»

Joyce Gyimah lleva 23 entregando su vida y su patrimonio a personas con todo tipo de necesidades. Ahora el Rey de Inglaterra ha decidido reconocer su esfuerzo con una importante distinción

Lorena Cádiz

Fuengirola

Lunes, 21 de octubre 2024, 00:25

El día que decretaron el estado de alarma por pandemia, Joyce Gyimah estaba nerviosa. No es raro. Así estaba el mundo entero. Pero ella no pensaba en el Covid, ni en si podía coger o no esa enfermedad que había paralizado a medio mundo. Pensaba ... en que si todo estaba cerrado, en que si nadie podía salir a la calle, ¿qué iba a pasar con toda la gente de Fuengirola y alrededores que no tiene un techo donde vivir? Esa gente que ella conoce por sus nombres de pila. De la que sabe sus historias, sus vidas. Esa gente que, después de su familia, es su gente.

Publicidad

«No me quedé ni un día en casa. Me eché a la calle. No iba a permitir que se murieran de hambre y de sed», cuenta Joyce, que tras muchas llamadas consiguió que el Ayuntamiento de Fuengirola le cediera el pabellón Juanito e instalara allí camas para acoger a todos los sin techo. «Yo puse de mi bolsillo las sábanas», afirma. Y allí pasó ella el confinamiento. De 10 de la mañana a diez de la noche preparaba desayunos, comidas y cenas para quien lo necesitase. Duro es temer al Covid, pero más duro es pasar hambre. Ese fue el pensamiento que la mantuvo en pie todo ese tiempo.

La historia de Joyce Gyimah da para hacer una película. Llegó a España hace 40 años procedente de Ghana y con pasaporte nigeriano. Primero se instaló en Soria y un año fue a Fuengirola de vacaciones y se enamoró de la zona. Se quedó a vivir y montó la primera peluquería afroamericana que hubo en la zona. «Cuando todavía nadie hacía extensiones y trenzas, las hacía yo», recuerda.

Aquello le sirvió de impulso para continuar sus andanzas como empresaria y decidió montar una inmobiliaria. Eran buenos años, supo gestionar bien su negocio y le fue muy bien. Llegó a tener cerca de 50 parcelas en propiedad. «Ahí mejoró mucho mi vida, pude darle una buena educación a mis hijas», apunta.

Publicidad

Un domingo, allá por 2001, ella que es creyente y practicante, salía de oír misa cuando cerca de la iglesia vio un grupo de indigentes. Algo le tocó en el corazón y en la consciencia. Pensó que debía acercarse y hablarles de la fe. «Iba muy asustada, en mi país la gente que vive en la calle suele tener muchos problemas mentales. Pensaba que me iban a hacer algo». No le hicieron nada, por no hacer, no le hicieron ni caso. Los que estaban allí no querían hablar de fe. «Me pidieron bebida, tabaco y comida y les dije que yo no daba ni bebida, ni tabaco, pero comida sí. Y los invité a venirse conmigo e ir a comer a un bar». Algunos la siguieron, otros la miraron como si hubiera perdido la cabeza.

Fueron a dos bares, de los que sirven menú. En ambos les dijeron que no les atendían. En el tercero sí. Aquello sentó precedente y cada domingo, al salir de misa Joyce invitaba a todos los que se apuntaban. El problema es que con el paso del tiempo se corrió la voz y cada semana eran más. Fue entonces cuando Joyce pensó en buscar una solución mejor. Pidió a la iglesia que le cediera un local anexo y allí montó una cocina y cada día domingo al salir de la iglesia cocinaba para todo el que necesitaba un plato de comida. Los repartía en la calle porque allí no cabían todos los que iban. Cada vez fueron llegando también más voluntarios y empezaron a recorrer las calles de la ciudad ofreciendo comida.

Publicidad

«En 2007 se me acercó un hombre con traje, yo imaginé que trabajaba en un banco o algo así y que venía a interesarse por nuestra labor. Me equivoqué. Vino a pedirme comida y aquello me tocó». Fue entonces cuando ella decidió ir un paso más allá ante la cantidad y variedad de gente que necesitaba algún tipo de ayuda y la cantidad de voluntarios que ya aglutinaba su causa y fundó Adintre, una asociación de ayuda a cualquier persona que lo necesite independientemente de su cultura, raza, nacionalidad o religión, que principalmente trabaja entre Fuengirola y Mijas.

Dignidad

Dicha asociación recibe ayudas, pero el patrimonio de Joyce va también por delante. Hasta el punto que asegura que de las 49 parcelas que tenía, solo le quedan 3. Las demás las ha ido vendiendo y le ha ido dando uso a ese dinero. «No voy a vivir eternamente y no me voy a llevar esos terrenos conmigo. Si puedo darle dignidad a una persona que ha tenido una equivocación, que ha caído, como cualquiera puede caer, lo voy a hacer. Dentro de mis posibilidades quiero echar una mano a la humanidad».

Publicidad

Y en esas estaba Joyce cuando este pasado mes de junio le sonó el teléfono. «Alguien al otro lado de la línea me dijo que me llamaba de la embajada británica y que me habían seleccionado junto a un pequeño grupo de personas en el mundo para darme la Medalla Honoraria del Imperio Británico por mis servicios. Yo pensé que me estaban gastando una broma. Soy Joyce, tengo una fundación pequeña en Fuengirola y lo único que he hecho en mi vida ha sido trabajar, pero nunca pensando en una medalla. Fue una total sorpresa», asegura.

Todo se explica en que Joyce lleva tiempo en el 'radar' de la embajada británica porque en el día a día de su labor son innumerables los británicos instalados en Fuengirola y Mijas a los que ha atendido por diferentes necesidades y también a los que ha movilizado como voluntarios. Muestra de ello es que a Joyce la invitaron a la boda del príncipe Harry y al entronamiento del príncipe Carlos.

Publicidad

«La dedicación de Joyce para apoyar a quienes lo necesitan ha transformado innumerables vidas y la ha consolidado como una colaboradora profundamente valorada para el Consulado Británico en Málaga, mientras trabajamos juntos para ayudar a ciudadanos británicos vulnerables. Su visión y liderazgo como CEO de la Fundación Adintre han tenido un impacto notable en la comunidad local de Fuengirola e inspirado a otros a ser voluntarios para esta maravillosa y impactante organización. Estoy encantado de que su incansable trabajo a lo largo de los años esté siendo reconocido con un BEM honorario», dijo el embajador británico en España, Hugh Elliott, cuando se anunció el reconocimiento, que se entregará en un acto que tendrá lugar en los próximos meses.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad