Manilva recrea con gran participación popular el asalto al Castillo de la Duquesa
En 1810, durante una escaramuza, ingleses y españoles se enfrentaron a los invasores napoleónicos ·
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En 1810, durante una escaramuza, ingleses y españoles se enfrentaron a los invasores napoleónicos ·
David Lerma
Marbella
Sábado, 14 de septiembre 2024, 21:36
José María Guerrero es asesor histórico de la asociación Manzanares 1831 de Estepona, impulsora de la recreación del Asalto del Castillo de la Duquesa que ayer se celebró por segunda vez en Manilva. Con el apoyo del propio Ayuntamiento, este grupo de entusiastas se reunió ... ayer al mediodía en el también llamado fortín de Sabinillas, construido en 1767 durante el reinado de Carlos III. Vecinos y curiosos ya se habían instalado en el graderío dispuestos a presenciar el asalto a la fortaleza que en el verano de 1810 dominaba el ejército napoleónico. Todos están implicados, incluso una familia inglesa de visita en el municipio, que muestra su curiosidad ante la inesperada contemplación de los casacas rojas del rey Jorge III. Guerrero irá explicando a los espectadores los pormenores del hecho histórico.
Sopla una suave brisa, el cielo encapotado se abre al sol y suena el himno de La Marsellesa durante el izado de la bandera. Los soldados franceses abren fuego con sus mosquetes y la bandera se alza. Los detalles de la infantería son minuciosos, como los ajustados barbuquejos que ciñen el chacó de los soldados o la impedimenta que cargan en sus espaldas. Lo siguen los ingleses y su parsimonioso God Save the Queen y, finalmente, el himno español. «Hemos venido a celebrar la paz», anuncia Guerrero al público sin ánimo revanchista. Lejos queda la lección de aquel profesor durante el franquismo: ¿A que cuando veis a un francés o a un inglés os entra un poco de rabia? Pues eso es el patriotismo. Pese a describir el pormenor de una pequeña batalla, ayer no hubo bandos, solo la simulación de un conflicto y cierto aire festivo que destacó por el respeto a todos a todas las banderas.
«Una fuerza anglo-española desembarcó frente al castillo de la Sabinillas, como se conocía entonces, para intentar tomarlo, ya que los franceses tenían una fuerza armada con artillería para controlar el camino entre Gibraltar, Estepona, Marbella y Málaga y también bloquear las líneas marítimas», explica Guerrero a Sur durante una de las pausas que toma durante la narración de los acontecimientos.
Tras tocar la tierra, la fortaleza responde con una descarga de una batería cañonera francesa. «Fue una pequeña batalla, una escaramuza, pero finalmente no logran tomarlo». Durante la recreación, el estruendo de los cañones recibe a la infantería inglesa, que responde con disparos de mosquete y avanza por el muro sur y rodea la fortaleza hasta el muro norte.
Sin embargo, explica Guerrero, «el asalto del castillo de la Duquesa formó parte de una serie de escaramuzas y de una pequeña batalla que al año siguiente se desarrolla cerca del cauce del Arroyo Vaquero, en Estepona, que comando el general Serrano (padre), quien gana la batalla y se hace con una enorme cantidad armas y munición». A la par, los ciudadanos de Manilva están constantemente instigando a los franceses que necesitaban provisiones en el castillo. «Un fenómeno que acabará finalmente con la expulsión de los franceses. Eso es lo que quiero resaltar: la implicación ciudadana, popular, en el conflicto», concluye.
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El Castillo de la Duquesa, elevado sobre la línea de costa, con sus muros de ladrillo, sillería y mampostería, alberga en la actualidad el Museo Municipal de Arqueología de Manilva, que alberga una colección que procede de un yacimiento cercano iniciado en 1987. Construido sobre los restos de una fortificación anterior, a escasos cincuenta metros se conserva un atrio con mosaico de cerámica, un edificio termal, piletas, zonas de manufactura y patios de origen romano. Manilva, con sus tierras albarizas, acaba de celebrar su fiesta de la vendimia y ayer evocó su pequeño lugar en la historia. Del vino romano a la pólvora francesa, el barrio del Castillo ya cuenta con una nueva tradición.
Al término de la función, este paraje, que alberga los viñedos más meridionales de Europa sobre suaves colinas mecidas por los vientos del Estrecho, lucía ayer agradablemente fuera de temporada.
Turistas y curiosos, se dispersaron por el paseo marítimo mientras contemplaban el bravo oleaje. Al paso de bares y tabernas, gente disfrazada de ingleses, franceses y españoles se dispusieron a tomar el aperitivo.
La semana anterior se celebró la fiesta de la vendimia, que en esta localidad se celebra por todo lo alto. La uva moscatel de Alenadría cede cada año más espacio al ladrillo y el abandono de algunos de sus propietarios, lejos de las más de 400 hectáreas que se cultivaban en los años sesenta, como recuerda Carlos, un anciano espectador que se pregunta dónde están las antiguas tradiciones.
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